Nos remitimos a los documentos originales para recordar lo que
realmente fue y lo que no fue la semana de mayo. 161 vecinos votaron por la
destitución del virrey Cisneros en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.
- No se consideraban una "colonia" de España sino miembros del Reino de Indias.
Pablo Yurman
(ArgentinosAlerta.org)
Es casi un lugar común escuchar, a medida que nos acercamos a un nuevo
aniversario de la Revolución de Mayo, que aquel suceso habría pretendido
trasladar hasta nosotros los principios de la Revolución Francesa de 1789, cual
gajito de “igualdad-libertad-fraternidad” que se pretendía hacer brotar en otros
sitios sometidos a crueles tiranías. Y como para sazonar la epopeya municipal
porteña se suele invocar como a uno de sus padres espirituales a Juan Jacobo
Rousseau y cuanto filósofo pactista de fines del siglo XVIII aparece en escena.
La realidad de aquellas jornadas, y fundamentalmente su
documentación, pareciera refutar lo antes afirmado. Nuestro movimiento
emancipador no se fundó -dicho esto con el mayor respeto- en los apotegmas de la
Revolución Francesa, sino en la teoría del origen, y de la legitimidad, del
poder elaborada más de dos siglos antes por el sacerdote Francisco Suárez junto
con sus colegas y discípulos de la Escuela de Salamanca, alentada durante los
reinados de Carlos I y Felipe II, pertenecientes a la casa de Habsburgo, y caída
en desuso cuando la casa de Borbón llegó al trono. Nada es casual.
Respecto de esta teoría salamanquina, recuerda Héctor
Petrocelli: "[Ni] el pueblo español ni sus doctrinarios admitieron nunca que el
poder lo discierne directamente Dios al soberano, ni que el único papel a jugar
por el pueblo es obedecerlo ciegamente. Esto es de origen francés, de la época
de Luis XIV, cuando el absolutismo fue sistematizado por Bodin o Bossuet, y de
procedencia inglesa, en tiempos de los Estuardos … Fue de la cultura política
del pueblo español, que si el rey era rey, era porque la comunidad así lo
consentía."
Así se entiende mejor, entonces, que hacia fines del siglo
XVIII, en la Francia de los monarcas absolutistas hubiera suficientes motivos
para una revolución, y que en cambio en los dominios españoles lo que hiciese
falta fuera, paradójicamente, ir al rescate de una antigua concepción acerca del
poder y la soberanía. Todo ello confluiría en las jornadas de Mayo.
El Cabildo como reunión vecinal
Nuestro imaginario colectivo atesora el recuerdo, a veces de
modo difuso, de las discusiones ocurridas durante el famoso Cabildo Abierto
del 22 de mayo de 1810 que antecedió al 25 de mayo y que, si se lo analiza
con detenimiento desde el punto de vista institucional y político, fue incluso
el día más importante de aquella semana revolucionaria.
El cabildo era la entidad de gobierno municipal
existente en estas tierras desde la llegada de los primeros españoles. Si algo
había caracterizado a los primeros habitantes y luego, a sus hijos nacidos en
América, los criollos o “mancebos de la tierra”, fue su profundo localismo y
amor a la propia tierra.
Precisamente, esos sentimientos autonómicos van a estar en
parte representados en el cabildo, institución que bajo el nombre de
ayuntamiento o concejo había surgido en las duras jornadas de la reconquista de
la península hispánica a mano de los moros que la habían invadido varios siglos
atrás.
Todos los cabildos contaban con distintos tipos de
funcionarios que mantenían regularmente reuniones en las que se decidía sobre
las más diversas medidas de gobierno. Esas reuniones habituales se llamaban "cerradas"
porque en ellas participaban solamente los funcionarios que integraban el
cuerpo, sin público. Pero cuando el cabildo debía tratar un asunto de mucha
importancia para la ciudad, se consideraba que debía darse intervención al
vecindario, es decir, a los vecinos de la ciudad, y por lo tanto se invitaba a
participar de un cabildo "abierto".
Esto fue lo que sucedió en mayo de 1810: ante la gravedad del
tema convocante, es decir, el cautiverio del rey y la posible ausencia
del gobierno central en España, el Cabildo de Buenos Aires, capital del
virreinato y lugar de residencia de la máxima autoridad colonial de entonces, el
virrey, decidió llamar a un cabildo abierto o congreso vecinal, como
también se lo llamó.
Una de las primeras diferencias entre el virrey, Baltasar
Hidalgo de Cisneros, y el Cabildo, tuvo que ver con la cantidad de invitaciones
que se iban a imprimir y a enviar: según el virrey había que mandar invitaciones
a aproximadamente 3.000 vecinos. En cambio, el Cabildo pensaba distinto y mandó
imprimir alrededor de 600 esquelas. No obstante, y a pesar de lo que pueda
suponerse, hubo un cierto desinterés por concurrir a la reunión
extraordinaria ya que asistieron, o al menos votaron, 251 vecinos. Es
decir, menos de la mitad de quienes habían recibido invitación.
Reinos de Indias, no simples colonias
En el interior del edificio del Cabildo la discusión se centró
en establecer si habiendo desaparecido el gobierno español residente en la
península también había cesado la autoridad del virrey Cisneros. Los primeros en
tomar la palabra tenían compromisos con Cisneros, o incluso estaban convencidos
de que su autoridad no había concluido.
Luego tomó intervención Juan José Castelli. Aún hoy
admira su discurso, que pareció rescatar la vieja y oficialmente olvidada visión
española de América, vigente de 1500 a 1700 mientras la casa de los Austria o
Habsburgo gobernó en España, pero abandonada adrede al acceder la familia de los
Borbones al trono español.
Expresó que los Reinos de Indias no eran colonias del
Estado Español, sino que en sus mismos orígenes, mucho antes de 1810, habían
sido incorporados a la Corona de Castilla, pero como posesión personal del
Rey y, en consecuencia, en caso de ausencia del monarca, podían darse a sí
mismos un gobierno autónomo.
Y lo más importante, recordó la vieja teoría de Francisco
Suárez acerca del origen del poder político conforme lo dicho más arriba.
La intervención de Castelli en el Cabildo Abierto suscita el
agudo comentario del historiador Vicente Sierra: “La posición de Catelli fue
netamente legalista, si bien la revolución estaba implícita en sus palabras,
como lo estuvo en la formación de las Juntas de España en 1808, pues en ambos
casos se afirmaron normas jurídicas tradicionales que se oponían a los
principios del absolutismo borbónico. Ésta es la cuestión esencial del 22 de
mayo de 1810, como lo había sido la de los alzamientos juntistas de las
provincias de España. Se proclamó que la soberanía había revertido sobre el
pueblo desde el momento que había desaparecido quien la poseía legítimamente,
o sea, se afirmó un principio que venía del Fuero Juzgo y que justifica lo que
dice el historiador inglés J.M. Carlyle, de que toda libertad proviene del
Medioevo.”
Volviendo al debate de aquél Cabildo Abierto, tras la oratoria
impecable del abogado Castelli, tocó el turno de hacer uso de la palabra al
Fiscal de la Real Audiencia, Manuel Villota, quien si bien coincidió con lo
afirmado por Castelli, vino a poner el dedo en la llaga con una variante
importantísima en los años venideros, al afirmar que el Cabildo de Buenos
Aires era un ente municipal que no tenía jurisdicción sobre todo el Virreinato
y en consecuencia, si el poder retrovertía en todo el Pueblo, debía conocerse la
opinión del resto de los pueblos del interior, a quienes debía invitarse a
mandar diputados a Buenos Aires.
Le retrucó Juan José Paso, quien dijo que efectivamente
había que invitar a los pueblos a que dieran su opinión, pero como eso
llevaría meses, provisoriamente debía ser Buenos Aires quien asumiera, en la
urgencia que se vivía, el gobierno a través de una Junta Provisoria. Sus
palabras fueron cerradas con una gran ovación de todos los presentes, incluso
por la gente congregada en la plaza.
Debe tenerse en cuenta que como la sesión se extendió
demasiado, hacía frío y la reunión se desarrolló en la galería externa que daba
a la plaza, algunos invitados se fueron antes de la votación. Por eso los
resultados fueron: 161 votos por la destitución del virrey y porque el
Cabildo eligiera una Junta de Gobierno; 54 votos por que el virrey
continuara en el ejercicio; 21 personas invitadas y registradas se retiraron
sin votar. La votación terminó alrededor de las doce de la noche.
Pero todavía no estaba dicha la última palabra y habría que
esperar otros tres días hasta el 25 de mayo, pero lo cierto es que atribuir
orígenes franceses a la Revolución de Mayo es, como diría un amigo, “más falso
que guión de la película Ágora”.