Entérense de una vez los Progresistas
El Papa Francisco ha dicho con mucho acierto y una franqueza políticamente incorrecta: "Quien no le reza a Jesucristo, le reza al Diablo". Extrañas palabras en boca de un hombre que supo orar junto a quienes no se dirigen al Señor.
Pero esta frase es absolutamente cierta, como han
podido comprobar los Españoles al arribar a estas tierras a finales del
Siglo XV.
Los ídolos autóctonos, verdaderos demonios de piedra, infundían la
dureza de su petrea figura en los corazones de los dirigentes indígenas,
como los Aztecas de México, quienes sometían a la población a una vida
espantosa y oscura, donde la existencia no tenía valor alguno.
Los compañeros de Hernán Cortez, encontraron más de 150.000 calaveras en
las cercanías del santuario principal de Tenochtitlan; testigos del
monstruoso crimen de los sacrificios humanos que agotaban la población
hasta tal punto, que debían buscarse nuevas víctimas en juegos militares
llamados "Guerras Floridas".
Las mujeres y los niños eran el blanco principal de los demonios
nativos; al punto que las indias fueron las principales aliadas de los
españoles en la conquista de México. Véase el caso de Doña Marina,
Malinche en su idioma natal, compañera de Hernán Cortez.
Por ejemplo, cuando la sequía se hacía sentir sobre un territorio, se
elegía un niño de tres años el que era llevado en solemne procesión
hacia el altar del sacrificio.
Los llantos desgarradores de la criatura antes de morir eran
bienvenidos, porque la abundancia de esas lágrimas certificaban la
copiosidad del don que se pedía.
Fue, como ya dijimos antes en este Blog, la Cruz de Cristo la que disipó
la noche oscura que atenazaba el continente, con los resplandores
ardorosos del Sagrado Corazón.
Con el paso de tiempo y el triunfo de la Revolución, la realidad ha sido
sustituida paulatinamente por una ficción, incentivada desde los
centros anglosajones de mando, hoy devenidos en Nuevo Orden Mundial, y
consentida, cuando no estimulada, desde dentro de la misma Iglesia.
Son los auto llamados progresistas, de pelaje tanto político como
religioso, los que nos enseñan las bondades de las religiones
indigenistas, lamentablemente cortadas en flor por la espada de la
España Católica, para reducir a los nativos a una verdadera esclavitud.
Tan lejos han llegado, que estas tesituras están en el fondo de un libro escrito por el postulador de la causa de canonización de San Juan Diego, el elegido de la Virgen de Guadalupe.
Tan lejos han llegado, que estas tesituras están en el fondo de un libro escrito por el postulador de la causa de canonización de San Juan Diego, el elegido de la Virgen de Guadalupe.
Y la gente común, que ha dejado de pertenecer sin darse cuenta a la
especie Homo Sapiens para pasar a integrar la del Homo Videns, que por
haber perdido el hábito de la lectura ha sido castrado en sus facultades
de memoria e imaginación, de modo que sólo es capaz de acceder a la
realidad a través de la TV; esa gente que es una gran parte de la
humanidad, cree a pies juntillas lo que le enseñan por la pantalla boba
los enemigos de la Iglesia.
Sin darse cuenta de que Occidente, por haber apostatado de la Reyecía de
Cristo con el concurso de una clerecía cobarde y cómoda, está
periclitando a una situación peor de la que vivían los antiguos
pobladores de América:
Mata a sus propios hijos antes de nacer, no ya por temor a falsos ídolos u obligado por la clase dirigente, sino por comodidad y egoísmo. Mientras se precipita, insensatamente, en el más negro de los abismos, la extinción de su propia raza, que será heredada por otra foránea pero más fuerte.
Mata a sus propios hijos antes de nacer, no ya por temor a falsos ídolos u obligado por la clase dirigente, sino por comodidad y egoísmo. Mientras se precipita, insensatamente, en el más negro de los abismos, la extinción de su propia raza, que será heredada por otra foránea pero más fuerte.
Quizá Mel Gibson, cuando realizó Apokalipto, haya pensado en despertar
la conciencia de muchos mostrando lo visto por los españoles en la
tierra americana a partir de 1492.
En el mismo camino, un documental titulado Hakaní, muestra las terribles costumbre de algunos indígenas del Brasil.
Lo publicamos abajo, advirtiendo que se trata de una simulación, aunque casos como este sean comunes entre esas tribus.
Lo publicamos abajo, advirtiendo que se trata de una simulación, aunque casos como este sean comunes entre esas tribus.
Una situación peor que la mostrada en este video, incentivó, aunque no
hiciera falta, a la Iglesia Católica de la mano de España, a
evangelizar, aún a costa de mucha sangre, hasta el último rincón
accesible de América.
Es lo que nos espera, y ya lo estamos experimentando, en la medida en
que renunciemos a la Realeza Social de Jesucristo; traición que es la
causa principal de las crueldades que se viven en todos los lugares del
globo en donde el Señor es rechazado.
El sacrificio diabólico
Algunas tribus del Brasil, entierran vivos a los hijos que ningún hombre
reconoce, a los nacidos en parto gemelar (dejan uno con vida), a los
malformados, a los enfermos, etc.
Las mayorías de estas muertes se debe a las presiones que ejercen los "payés", sacerdotes del demonio que siguen operando donde no ha llegado la Cruz.
Cuando una ley para proteger los derechos de los niños indígenas se debatía en el Congreso de Brasil, los sectores "progresitas" se opusieron a darles protección, porque creen que la preservación de la cultura es más importante que la vida.
Las mayorías de estas muertes se debe a las presiones que ejercen los "payés", sacerdotes del demonio que siguen operando donde no ha llegado la Cruz.
Cuando una ley para proteger los derechos de los niños indígenas se debatía en el Congreso de Brasil, los sectores "progresitas" se opusieron a darles protección, porque creen que la preservación de la cultura es más importante que la vida.
HAKANI
Hakaní nació en 1995, hija de una india suruwaha. Su nombre significa
sonrisa y su rostro estaba siempre iluminado por una radiante y
contagiosa.
Durante los primeros años de su vida, ella no demostró las capacidades de los niños normales, no aprendió a hablar ni a caminar.
Su pueblo al percibirlo, comenzó a presionar a sus padres para que la matara; quienes, incapaces de sacrificarla, prefirieron suicidarse dejando huérfanos a Hakaní y sus cuatro hermanos.
Durante los primeros años de su vida, ella no demostró las capacidades de los niños normales, no aprendió a hablar ni a caminar.
Su pueblo al percibirlo, comenzó a presionar a sus padres para que la matara; quienes, incapaces de sacrificarla, prefirieron suicidarse dejando huérfanos a Hakaní y sus cuatro hermanos.
La responsabilidad de sacrificarla cayó entonces sobre su hermano mayor,
quien la enterró viva en una fosa poco profunda. El llanto ahogado de
Hakani se oía al sofocarse debajo de la tierra.
En muchos casos, el llanto de los niños continúa durante horas, hasta
que finalmente se hace un profundo silencio, el silencio de la muerte.
Pero en el caso de Hakaní nunca llegó.
Alguien oyó sus gemidos, la desenterró y se la dio a su abuelo, quien la
llevó a su choza. Como miembro mayor de la familia, sabía bien lo que
la tradición esperaba de él.
Tomó su arco y disparó contra su nieta, pero la flecha, en lugar de
atravesar su corazón la hirió en el hombro. Enseguida, invadido por el
remordimiento, se suicidó ingiriendo veneno. No había llegado la hora de
Hakaní.
Con solo dos años y medio, vivía como los malditos. Durante tres años
sobrevivió tomando agua de lluvia, y comiendo cáscaras de árboles,
hojas, insectos y, ocasionalmente, algún resto de comida que su hermano
(Bibi) le conseguía. Además del abandono padeció agresiones físicas y
emocionales.
Finalmente fue rescatada por su hermano Bibi, que la llevó hasta la casa
de un matrimonio de misioneros que desde hace 20 años trabaja con el
pueblo suruwaha.
Con cinco años de vida, pesaba 7 kg y medía apenas 60 cm. Sus adoptantes
la llevaron a la ciudad para que sea tratada adecuadamente,. En apenas
seis meses, recibiendo amor y tratamiento médico (*) Hakaní comenzó a
caminar y a hablar. Duplicó su altura y peso en un año y la sonrisa
volvió a su rostro.
Hoy Hakaní tiene 12 años, (2007), le gusta bailar y dibujar. Su voz
antes apagada y silenciosa ahora canta: es el canto a la vida.
(*): Hakaní tenía una disfunción en la glándula tiroidea que afectó su crecimiento y su sistema motor.