viernes, 25 de octubre de 2013

MIEDO A DECIR LA VERDAD


sedemuestraelamor
Se tiene miedo a decir que Francisco no ha sido elegido válidamente por los Cardenales. Se duda de eso y, por eso, se dice que nadie puede decir que Francisco no es Papa.
Este es el punto principal en la Iglesia.
La Iglesia no es de los hombres, sino del Espíritu. Y, por tanto, cada alma en la Iglesia, si sigue al Espíritu, ve la Verdad de la Iglesia.
Cada alma. Pero cada alma tiene que estar abierta al Espíritu. Si no hay esta apertura del corazón al Espíritu, sino que se da la apertura de la mente al mundo de los hombres, que es siempre algo exterior en la Iglesia, entonces el alma no conoce la realidad de lo que pasa en la Iglesia.
Si Francisco no es Papa, porque ha sido elegido mientras el anterior Papa estaba vivo, entonces hay que concluir, de forma absoluta, que Francisco no tiene ninguna autoridad divina en la Iglesia. Y, por tanto, Francisco no es infalible.
Si fuera infalible, entonces no dijera las herejías que habla su boca de Dragón.
El punto para discernir a un Papa es su comienzo en la Iglesia.
Si comienza mal, todo está mal.
Y Francisco comenzó mal. Y esto es lo que no se quiere ver.
Y, como se oculta la verdad, entonces todo el mundo lucha por tener a Francisco y lo ve como Papa.
Francisco se vanagloria de que es un pecador y, sin embargo, no es capaz de obrar en contra de su pecado. Es más, no ve su pecado. Y es más, obra su pecado como un bien para él y para toda la Iglesia.
Pero esto no lo ven los que no quieren verlo, los que no desean verlo, los que han hecho de su vida una obra de su pecado.
La Iglesia ha dejado de creer en el pecado y ha pasado a creer en el mal social. Y se queda sólo en ese mal como el objetivo de su Apostolado, de su servicio a Dios en la Iglesia.
Y ya no se ve el pecado. Ya la Santa Misa es sólo una fiesta, un banquete, una danza, un espectáculo, una discoteca, otra cosa a lo que es realmente.
Y eso sucede porque no existe el pecado para la Iglesia.
Y no hay otra explicación.
Es que no puede haberla.
Si las almas vieran su pecado, entonces las almas no harían lo que hacen en la Iglesia. Pero como las almas han decidido pecar y llamar a esa vida de pecado vida de santidad en la Iglesia, entonces la Iglesia es la que se abre a su destino, que es el fuego del infierno, la condenación de las almas.
Cuántos sacerdotes, Obispos están arrastrando al infierno a tantas almas porque son pecadores y llaman a su pecado el bien de toda la Iglesia.
Pero este lenguaje, hoy día, es extraño. No se encuentra en la Iglesia. Y ya no se va a encontrar.
Desde Francisco, la Iglesia ya no vuelve a ser como era. Es imposible.
La Iglesia Católica ya ha perdido su identidad en el mundo. Ya es otra cosa. La que cada uno se invente. Pero ya no es la Iglesia que Jesús fundó en Pedro.
Jesús sólo da Su Autoridad en la Iglesia a Pedro. Y a nadie más.
Francisco ha quitado la verticalidad en la Iglesia. Luego Francisco no tiene ninguna autoridad divina en la Iglesia.
Y la consecuencia es clara: todo lo que hace en la Iglesia es por su propia autoridad humana. Eso significa el despotismo.
El problema de la Iglesia es que tiene a Pedro como la fuente de la Autoridad Divina. Quien obedece a Pedro, gobierna en la Verdad a la Iglesia. Quien desobedece a Pedro, gobierna en la mentira a la Iglesia.
Pedro renunció al Papado. Automáticamente, el Poder Divino pasa a Cristo Jesús. Y se queda en Cristo Jesús, que es el Rey de la Iglesia.
El que se quiera poner como Vicario de Cristo, sólo se arroga su propia autoridad, la que le dan los hombres en la Iglesia, pero no tiene la Autoridad Divina para regir la Iglesia. Este es el problema y la astucia de la masonería.
Eso es lo que ha pasado en la Iglesia desde la renuncia de Benedicto XVI y nadie ha sabido leer los signos de los tiempos en la Iglesia.
Nadie ha sabido discernir lo que ha pasado en la Iglesia desde hace ocho meses.
Todos tan contentos porque se ha hecho la voluntad humana en la Iglesia, y eso es lo que se perseguía desde hace 50 años en la Iglesia. Y, por fin, se consiguió un ladrón que robara la Silla de Pedro, que es Benedicto XVI, y un lobo que destruyera la Iglesia en el Papado, que es Francisco.
Y esto, por su puesto, que nadie lo va a cambiar. Esto sigue y sigue hasta el final. Hasta la destrucción total de la Iglesia Católica en Roma para establecer en Roma la nueva iglesia que gusta a todo el mundo, menos a Dios.