El peligro de dormirse en los laureles
Por Agustín Laje (*)

Los resultados de las elecciones legislativas del domingo no presentan
demasiada incertidumbre para nadie. Entre otras cosas, porque el esquema
de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) nos ha
ofrecido un anticipo excepcional que, como indican las principales
encuestadoras, se reproducirá sin significativas diferencias en los
comicios dominicales. Todavía más: las variaciones que se registran, en
la mayoría de los casos, benefician a las fórmulas opositoras.
El “efecto lástima” al que apeló el kirchnerismo con el estado de salud
de Cristina Kirchner no obrará como un imponderable capaz de retorcer e
invertir los resultados de las PASO, fundamentalmente gracias al “efecto
Cabandié” –dado por el hecho de fanfarronear ante una agente de
tráncito y ejercer abuso de poder– y gracias al “efecto Boudou” –dado
por el hecho de poner a cargo del Ejecutivo a un impresentable que tiene
en su haber 54 imputaciones judiciales–.
De tal suerte que, como ya se dijo, los resultados del domingo son ya
bien conocidos. O, dicho con más precisión, los efectos de los
resultados son casi una realidad. ¿Cuáles son esos efectos?
Fundamentalmente, la imposibilidad que tendrá el oficialismo de contar
con una mayoría agravada en el Congreso para modificar la Constitución
Nacional y habilitar una re-reelección de Cristina Kirchner. Así las
cosas, el poder de la Presidente, sin su marido vivo y en ausencia de un
“delfín”, se empezará a licuar desde el mismísimo lunes –en rigor, ya
se está licuando desde la derrota de las PASO– y, a medida que más nos
acerquemos al 2015, más palpable será el hecho de que el kirchnerismo,
como proyecto político, está muerto.
Ahora bien, de tales certidumbres no debiera derivar un exacerbado
triunfalismo que termine haciéndonos bajar la retaguardia. Salvando las
distancias, podría decirse que no se debe contraer el “síndrome
Fukuyama”, que lleva el apellido del influyente politólogo Francis
Fukuyama que, tras la caída del comunismo, escribió el famoso libro “El
fin de la historia y el último hombre”, cuya tesis consistente en
asegurar que la libertad y la democracia habían triunfado
definitivamente en el mundo, hizo que muchos se durmieran en los
laureles de una victoria perpetua que no fue.
El kirchnerismo no tirará la toalla después del domingo. No hay que
olvidar que, si bien se trata de una facción política abarrotada de
oportunistas, una buena porción de sus principales cuadros están
convencidos de estar encarnando una revolución en la Argentina. Son
fanáticos, y el fanático no ceja hasta no estar definitivamente
aplastado. Por eso no fue descabellado Jorge Lanata cuando afirmó hace
unos días en Infobae que él piensa que Cristina Kirchner “va a ir por la
reelección aun cuando pierda las parlamentarias. Van a inventar una
manera de hacer una Constitución arriba de la Constitución”.
Lo más probable es que el kirchnerismo, después del domingo, haga como
que nada ocurrió en el país. Es la estrategia política que emplearon
frente a todas las situaciones adversas que les ha tocado transitar en
los últimos años: desde los masivos cacerolazos, hasta la reciente
derrota de las PASO. Antes al contrario, lo más probable es que redoblen
la apuesta, incrementando el autoritarismo, acentuando la persecución a
la prensa, agudizando la división social y exacerbando a las turbas
juveniles adoctrinadas a las que les han metido en la cabeza que son la
continuidad de la guerrilla setentista. Las teorías conspirativas de
golpes de Estado y destituciones mediáticas estarán a la orden del día, y
enrarecerán el clima político y social.
El kirchnerismo está listo para su derrota del domingo y, por supuesto,
tiene un plan. No en vano, lo primero que hizo el oficialismo después de
las PASO fue lograr una delegación de atribuciones del Congreso –sin
precedentes– hasta diciembre del 2015, con lo cual el rol del Congreso
hasta el llamado “fin de ciklo” será prácticamente intrascendente.
Tendremos, pues, un Poder Ejecutivo todopoderoso en lo sustancial,
dictatorial, al servicio de los mafiosos que lo ocupan. El kirchnerismo
sabe que tiene dos años para buscar la forma de reconstruirse o
reinventarse, y contar con el poder virtualmente absoluto del Estado no
es poca cosa.
Por todo ello, la derrota que le aguarda este domingo el kirchnerismo
debe ser festejada con entusiasmo por los sectores republicanos del
país, porque abrirá el camino que conduce al fin de esta oprobiosa y
desagradable “década robada”. Pero la mejor manera de festejar será
continuar dando batalla contra los facinerosos que nos gobiernan, sin
retroceder ni un milímetro ni dormirse en los laureles.
(*) Coautor del libro “Cuando el relato es una FARSA”, escrito junto a
Nicolás Márquez. agustin_laje@hotmail.com | @agustinlaje
La Prensa Popular | Edición 244