Argentina sólo censura la libertad – Por María Zaldívar
La
sociedad argentina, cuando atraviesa uno de esos ataques espasmódicos
de defensa de la libertad que suele padecer de tanto en tanto, reclama
por un ícono: el derecho a decir. Y confunde, exagera, se equivoca y
hasta ensucia un poco las legítimas luchas que sostienen otros pueblos
auténticamente censurados y silenciados que llegan a dar sus vidas por
pronunciar en voz alta la palabra “Libertad”.
Lo nuestro no es censura. La Argentina no sufre censura oficial
desde épocas del primer peronismo. De censura y persecución puede dar
una clase magistral “La Prensa”, el diario más antiguo del país, que
sintió el rigor del autoritarismo peronista por decir la verdad. Eso es
censura. Y también es censura lo que vive hoy el pueblo venezolano; el
cierre de medios de comunicación por orden del régimen con el objetivo
de negar a los ciudadanos su derecho a informarse. Eso es censura.
No es censura que una emisora o un canal decidan elegir sus caras y
sus voces y decidan descartar empleados como el dueño de cualquier otro
negocio. Eso es libertad de empresa. ¿La sociedad reclama, acaso, por
el despido o la no contratación de un ingeniero o de un pintor? ¿Cuál
sería la diferencia? El propietario tiene el derecho de disponer de lo
que le pertenece. Pero claro, como la libertad es un principio
indivisible, se comprende o no.
Llevamos acumuladas décadas de una instrucción escolar deficiente,
agregadas a una importante brecha entre los chicos que acceden a
colegios privados, de mayor calidad educativa, y los millones que deben
conformarse con la escuela pública en las que se vuelven rehenes de la
contienda política entre el gobierno y los gremios. Por diferentes
circunstancias, ambos grupos alcanzan la mayoría de edad con una pobre
noción de lo que significan los derechos individuales; unos porque viven
un contexto en el que no se plantea riesgo a sus vidas protegidas y
previsibles, y los otros porque no les enseñan que el primer derecho
humano es la vida y unida de ella, la libertad.
La educación pública se llenó del populismo que abunda y abruma.
Entre las carencias educativas argentinas encabeza el desprecio por la
libertad, eje de un sistema de valores que privilegia la división de
poderes como garantía de su limitación y garantiza la única igualdad
válida en una república: la que hace a los hombres valer lo mismo ante
la ley. El resto es populismo.
La Argentina no padece censura. El gobierno no persigue a los
periodistas opositores, no cierra canales de televisión ni emisoras de
radio, no le saca el trabajo a nadie. Por supuesto que desprecia la
opinión ajena y manipula la obesa pauta publicitaria oficial que
controla gracias a un Congreso complaciente que sabe que los gobiernos
pasan y ese jugoso mecanismo de amansamiento queda a disposición del
siguiente.
La clase política no desarma el millonario negocio de la propaganda
gubernamental a la espera de heredarlo. Mientras tanto, se presta al
juego de poblar los canales de televisión con críticas al oficialismo
que no se condicen con los alineamientos que luego se tejen en los
recintos legislativos. Todos pueden decir lo que piensan y muchos dicen
lo que no piensan en los oligopolios mediáticos que construyó Carlos
Menem. Aparecen todas las caras y las voces, circunstancialmente con
uno u otro sombrero según caliente el sol. Los únicos excluidos son los
que defienden la libertad. Después, es posible ver y escuchar a
cualquiera, incluidos los dueños del desastre.
Las emisoras no se cansan de replicar las voces de los que nos
trajeron hasta acá, coyunturalmente mudados a la vereda de enfrente,
explicando cómo se sale de las crisis que ellos provocan. Y el dato
alarmante es la velocidad con que los “malos” se reciclan. El sistema
solía ponerlos en capilla por algún tiempo. Últimamente saltan de
empujar impuestos confiscatorios a denunciarlos en una elección.
Es hora de reclamar la palabra “libertad” en el discurso de la
clase dirigente. Una vez que se les haga costumbre, habrá que exigirles
que la practiquen.
Fuente: http://www.mariazaldivar.net/