“La creación y la evolución, entre ambas, agotan
todas las explicaciones posibles para el origen de los seres vivientes.
Los organismos vivos o bien aparecen sobre la tierra completamente desarrollados
o no lo hacen. Si no lo hacen deben haber evolucionado de especies preexistentes
por algún proceso de modificación. Y si aparecen en un estado completamente desarrollado,
deben haber sido creados por alguna inteligencia omnipotente”.
Douglas Futuyma, biólogo evolucionista.
Por Juan Carlos Monedero (h)
Í DICE
–Introducción
• el argumento católico evolucionista
• ¿Está todo demostrado? ¿Es todo tan fácil?
• Una posibilidad no es una seguridad
• Génesis 1,7: “Un ser viviente”
• Santo Tomás y el comentario al Génesis
• Padres monos, hijo humano
• Génesis 3, 19: ¿al mono volverás?
• Pero entonces… ¿todo es falso en la teoría de la evolución?
–Conclusión: la inteligencia frente al misterio del origen del hombre.
2
–Introducción
La exposición de temas tales como la creación del mundo, el hombre y la mujer, el pecado
original; el origen del universo, la naturaleza y el ecosistema, los seres vivos, etc. forman parte no
menor de las clases de Religión, Formación Doctrinaria y Ciencias Naturales en los colegios
primarios y secundarios, privados o estatales. Para cualquier docente católico, surge de manera
espontánea la ocasión de replicar la posición evolucionista: satisfacer los planteos de alumnos que
advierten claramente que la fe enseña una cosa y la (ational Geographic otra.
Sin embargo, puede aparecer cierta atenuación. Una solución conciliatoria que habilite un
camino intermedio, conservando la fe pero sin renegar de la posición evolucionista. Nos referimos al
llamado evolucionismo mitigado o evolucionismo católico.
– Pues bien, como hemos explicado, por estos motivos el evolucionismo se demuestra falso... ¿Alguna pregunta?
– Sí, yo. Acepto lo que Ud. dice. Está bien: el evolucionismo (a secas) será falso. Pero, ¿por qué no pudo Dios
haber creado el hombre a partir del mono? Si es Todopoderoso, ¿por qué negarse a pensar que pudiera haberlo
hecho?
– Bien, eso se conoce como evolucionismo católico… Ahora te respondo.
El presente artículo pretende ser una réplica al intento de conciliación entre la fe católica y la
teoría de la evolución. Nace de felices experiencias docentes que nos resistimos a llamarlas áulicas.
Para ello, hemos formulado algunas objeciones. Pero antes de ello, asegurémonos de haber
comprendido aquello que queremos objetar.
• El argumento católico evolucionista
Despleguémoslo en toda su extensión, en primer lugar con nuestras propias palabras:
– Como sabemos, no toda la Biblia debe ser interpretada literalmente. Hay partes metafóricas. En el relato del
Génesis 1, 7, leemos que Dios toma “arcilla” del suelo y a partir de ella hace al hombre. La arcilla es algo ya
creado, ya hecho, a la que Dios “le infunde” el alma humana: algo preexistente, como dijo el Papa Pío XII. Se
puede pensar que esta arcilla sea, metafóricamente, el mono. Así, podría conciliarse el texto bíblico con la
evolución, salvando la creación directa e inmediata del alma. ada impide creer esto.
Si queremos ser precisos, debemos distinguir muy bien. Una cosa es el evolucionismo craso, ateo,
antiteísta y, por lo tanto, anticatólico. Pero otra cosa sería cierta evolución, compatible con la fe. En el
evolucionismo ateo no hay finalidad. En la visión teísta y católica de la evolución sí la hay: la aparición del
hombre. Dios sería el motor de la evolución humana.
Puede concluirse que la doctrina de la evolución ha sido usada, deformada; fue desnaturalizada por los
ateos militantes, a fin de respaldar sus propios e inconfesables fines. La evolución pudo haber sido la forma en la
que Dios hizo al hombre. Una evolución planificada y dirigida. El mismísimo Papa Pío XII, en su encíclica
Humani Generis, párrafo 29, acepta la posibilidad de la evolución del cuerpo humano que, en determinado
momento, recibe el alma creada inmediatamente por Dios.
En síntesis, este es el argumento. Pero ahora citemos a los mismos autores, para no dar la
impresión de que torcemos su pensamiento a fin de refutarlo más fácilmente:
La posibilidad de que el Creador se valga del instrumento de la
evolución es algo aceptable para la fe católica1.
¿Por qué no pudo Dios incluir en su diseño creador la selección
natural? (…) o como se pregunta Francis Collins ‘¿Por qué no pudo
Dios utilizar los mecanismos evolucionistas para crear?’2.
1 http://www.aciprensa.com/noticias/card-schonborn-critica-elementos-ideologicos-del-darwinismo/
2 http://www.conoze.com/doc.php?doc=5937
3
¿qué se opone desde la fe a admitir que Dios se valió de este
medio natural para dar lugar a todas las criaturas, que podrían estar
previstas en el propio plan divino del Creador desde antes del comienzo
de los tiempos?3.
Dios podría haber creado un mundo en evolución, lo cual en sí
no quita nada a la causalidad divina, al contrario puede enfocarla mejor
en cuanto a su riqueza y virtualidad4.
Por ejemplo, Francis S. Collins, director del Human Genome
Project, y uno de los científicos más importantes de nuestro tiempo, en su
libro The Languaje of God, habla de una evolución teísta, según la cual
Dios habría creado el universo y se habría servido de la evolución para
crear al ser humano5.
no hay problema en aceptar las teorías evolutivas que se refieren
al origen del hombre en cuanto al cuerpo…6
• ¿Está todo demostrado? ¿Es todo tan fácil?
Hemos destacado en la página anterior las siguientes palabras: posibilidad, no pudo, qué se
opone, podría haber, puede, habría, no hay problema. Se trata de formas verbales con sentido no
asertivo: comunican falta de certeza y ausencia de compromiso con lo afirmado. Es importante
prestar atención a estas formas verbales, puesto que no pocos propagandistas de la evolución
difunden muy sueltos de cuerpo que “está demostrado” el proceso evolutivo, pretendiendo
arrinconar a la fe católica. Interesa destacar que Darwin mismo hablaba de esta manera. En la
introducción de El origen de las especies escribe:
Al considerar el origen de las especies se concibe perfectamente
que el naturalista que reflexiona sobre las mutuas afinidades de los seres
orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su distribución geográfica
y otros hechos semejantes, puede llegar a deducir que las especies no
han sido creadas independientemente, sino que han descendido como
variedades de otras especies.
Aquí Darwin rechaza claramente la creación independiente de las especies, postura que sin
embargo no lo lleva a negar la existencia de Dios. Sigue diciendo el texto:
A pesar de todo, tal conclusión, aun estando bien fundada, no
sería satisfactoria hasta poder demostrarse cómo han sido modificadas
las innumerables especies que habitan este mundo, hasta adquirir esa
perfección de estructura y coadaptación que con justicia excita nuestra
admiración (Introducción).
Sin embargo, Darwin concluye esta introducción expresándose como sigue:
no dudamos que la opinión hasta ahora sostenida por la mayor
parte de los naturalistas y antes por nosotros, al afirmar que cada
especie ha sido creada independientemente, es errónea. Estamos
convencidos de que las especies no son inmutables, sino que las
pertenecientes a los llamados géneros descienden en línea recta de
3 Ídem.
4 http://www.zenit.org/es/articles/creacion-evolucion-y-magisterio-de-la-iglesia-catolica. Raúl Leguizamón responde
detalladamente a este artículo en http://panoramacatolico.info/articulo/existe-un-evolucionismo-no-darwinista.
5 www.elsentidobuscaalhombre.com/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=696&te=339&idage=1217&vap=0
6 http://www.conoze.com/doc.php?doc=9415
4
algunas otras especies ya totalmente extinguidas, de análoga manera
que las variedades reconocidas de cualquier especie son descendientes
de esa especie.
Incluso es sugerente cómo responde a una objeción que él mismo se plantea en el cap. VI:
Dificultades de la teoría. A la segunda objeción, cuyo contenido no nos interesa por el momento,
escribe:
las áreas que hoy son continuas deben haber existido en un
período reciente como porciones aisladas, en las cuales muchas formas,
especialmente las clases que se unen para cada nacimiento, pueden
haberse hecho separadamente distintas como para figurar como especies
representativas, en cuyo caso las variedades intermedias entre las varias
especies representantes y su madre común, habrán existido
primitivamente en cada porción aislada de la tierra. Pero durante el
procedimiento de la selección natural habrán sido suplantados y
exterminados estos eslabones, de tal modo, que ya no podrá
encontrárselos en estado de vida.
Comentando esta obra, el científico británico L. Merson Davies dice –en su libro The Bible
and the Modern Sciencie, 1953, pág. 7.– lo siguiente:
Se ha estimado que no menos de 800 frases en modo subjuntivo
(como admitiremos, o bien podríamos suponer, etc.) se han encontrado
tan sólo en la obra de Darwin, el Origen de las especies7.
El juicio de este científico confirma la necesidad de abordar este tema con la máxima
prudencia y mesura. ¡El mismo Darwin era conciente de que no hablaba siempre en modo
indicativo! Las categóricas afirmaciones a las que nos tienen acostumbrados los evolucionistas no
hacen más que ponerlos en evidencia: desnudan su falta de conocimiento respecto de las dificultades
para la demostración en el campo de las ciencias naturales –Karl Popper sabía algo de esto–, a la vez
que ponen de manifiesto su arrogancia.
Habiendo presentado el carácter no asertivo de estos juicios –tanto de Darwin como de
ciertos filósofos y teólogos católicos–, resulta desconcertante que en muchas universidades católicas
se enseñe con tanta firmeza una posición “evolucionista moderada” o “cristiana”.
• Una posibilidad no es una seguridad
Supongamos que fuese posible. Supongámoslo en bien del argumento. Aún así, debe decirse
que no basta establecer la mera no contradicción entre creación y evolución para dar por sentado
que las especies evolucionaron “por designio divino”. Más adelante veremos que ni siquiera es así.
Pero aunque lo fuese, el salto entre un punto y otro es absolutamente ilegítimo: que sea
“metafísicamente posible” que nos llamen para jugar en el equipo de fútbol de Barcelona es muy
distinto a decir que, efectivamente, estamos pateando el esférico junto con Lionel Messi.
Está en juego un principio básico del pensamiento que rige, por ejemplo, la argumentación
jurídica: “De lo posible a lo real no vale la ilación”. Se trata de algo muy claro: a partir de una
posibilidad no se puede concluir en una certeza. Para condenar a un acusado no es suficiente que
haya podido asesinar a su esposa (uxoricidio). Es necesario probar que efectivamente lo ha hecho.
Por ende, esa posibilidad de que Dios haya hecho primero un mono –que sólo concedemos en
beneficio de la argumentación– en ningún caso puede convertirse en una afirmación.
7 Citado por… en http://evolutionfacts.com/Ev-V3/3evlch29a.htm (en inglés). A diferencia de las otras citas, no hemos
utilizado la cursiva porque el propio texto destaca algunos fragmentos de la misma manera.
5
Es interesante sumar la intervención de Paul E. Johnson8, abogado estadounidense, autor del
resonante libro Juicio a Darwin, que nos permite deducir que este artificio es también propio de los
evolucionistas no católicos. En efecto, en el capítulo 3 podemos leer:
La suposición dominante en la ciencia evolucionista parece ser
que todo lo necesario son posibilidades especulativas, sin confirmación
experimental. (…) La naturaleza ha de haber proveído todo lo que la
evolución necesitaba, porque si no la evolución no habría acontecido. Se
sigue que si la evolución precisó de macromutaciones, que entonces las
macromutaciones han de ser posibles, o que si las macromutaciones son
imposibles, la evolución no tiene que haberlas necesitado. La teoría
misma provee toda la evidencia de apoyo que sea esencial9.
• Génesis 1,7: “Un ser viviente”.
Vayamos directamente al texto bíblico puesto que los católicos que admiten la evolución
también se remiten a él. En Génesis 1, 7 leemos:
Entonces Yavé Dios formó al hombre del polvo de la tierra, le
insufló en sus narices un hálito de vida y así llegó a ser el hombre un ser
viviente.
Leyendo este versículo, quienes admiten la evolución y son católicos consideran que “polvo
de la tierra” podría significar, en realidad, mono: “es metafórico”, “es simbólico”, dicen. Estas
palabras podrían ser interpretadas, a su juicio, de tal manera. Por el contrario, entender polvo de la
tierra o arcilla donde dice “polvo de la tierra” o “arcilla” sería caer en el imperdonable error del
literalismo.
Literalismo parece ser una de las más graves ‘mala palabra’ dentro del campo del
pensamiento filosófico y teológico. Pocas veces se usa con propiedad: casi siempre, es el caballito
de batalla de no pocos progresistas para intentar ganar un mísero debate. ¡Literalista! vociferan,
como si dijeran algo parecido “cerrado”, “medieval”, “ortodoxo”. Y al decirlo, es como si cayera un
rayo.
Las personas se asustan.
En todo caso, como para ellos se trata simplemente de ganar el debate, será denominado
“literalista” cualquier persona que se mantenga más o menos fiel al texto bíblico mientras no le den
razones para pensar distinto.
Así se arma las falsas disyuntivas: en esa esquina, los embrutecidos y hoscos literalistas. En
la otra, se coloca el defensor de la siempre simpática metáfora. Porque el católico de metáforas
sonríe, es alegre. El católico de metáforas nos estrecha la mano con radiante sonrisa electoral. La
dialéctica que va minando nuestras cabezas va convirtiendo cualquier intento de interpretación
literal en una alternativa que huele mal. Las personas acaban por sonrojarse al interpretar así
cualquier parte del Génesis. ¡Pero esto es metafórico!, nos dicen, como queriendo decir:
–No te hagas mucho problema en buscarle un contenido racional… ¡no lo tiene!
Se apuran para no parecer literalistas. Parece que, como en el juego del “Chin Chon”, se
comienza de menos diez y no de cero.
Ahora bien, a los fines del argumento concedamos sólo un segundo que “polvo de la tierra”
signifique mono; aunque efectivamente Dios hubiese tomado un mono para infundirle un alma
humana, no solucionamos el problema. Antes bien, generamos otro: la Escritura afirma también que
“así llegó a ser el hombre un ser viviente”. Esto significa que antes no era viviente; ahora lo es.
8 Para más datos del autor, cfr. http://www.sedin.org/propesp/X0055_Pr.htm
9 http://www.sedin.org/ID/Proceso_a_Darwin_03.html
6
Por ende, si los católicos evolucionistas tienen razón, Nuestro Creador habría tomado un mono sin
vida para crear al ser humano. Un mono… muerto.
Aún así, se nos podría replicar:
–Ustedes son literalistas. Están haciendo una interpretación literalista del Génesis. ¡Vade retro!
A lo que respondemos:
–Nuestra réplica se apoya en el mismo versículo que ustedes. Ustedes también reconocen que Dios toma una
materia preexistente. ¿Por qué es literalismo nuestra conclusión pero no es literalismo la conclusión que ustedes
estaban sacando?
• Santo Tomás y el comentario al Génesis
Parece bastante lógico que si Dios hubiese usado el cuerpo de un animal para –a partir de él–
hacer al ser humano… lo normal sería haberlo dicho. ¿Para qué llamar al mono polvo de la tierra?
¿Para qué inducir al error a generaciones y generaciones de seres humanos? ¿Con qué objeto? Esto
no hubiese sido un símbolo o una metáfora sino sencillamente una redonda equivocación. ¿Existe
algún motivo para sostener tal cosa que no sea forzar a las Sagradas Escrituras a admitir la
“evolución”? Anterior a esta polémica, a ningún católico se le hubiese ocurrido sugerir que Dios
había tomado un mono, ¡ni vivo ni muerto!
Este es un punto que no puede ser eludido.
Por lo demás, el mismo nombre de Adán está relacionado con la tierra. La palabra hebrea
adamá, original en el texto sagrado del Génesis, significa “tierra” y está palpablemente relacionada
con el nombre de nuestro primer padre. Una similitud lingüística, signo de una similitud semántica.
La autoridad de Santo Tomás confirma también el “literalismo” del Génesis:
Pero fue conveniente que el cuerpo humano fuera hecho a partir
de la materia de los cuatro elementos, para que el hombre tuviera algo
común con los cuerpos inferiores, como un término medio entre las
sustancias espirituales y las corporales10.
• Génesis 3, 19: ¿al mono volverás?
Pero la lectura de la Sagrada Escritura nos depara más sorpresas. Luego del pecado original,
como sabemos, tanto la serpiente como Adán y Eva –literalistas del mundo, uníos– son maldecidos
y castigados por Dios. El último en ser castigado fue el primer hombre, a quien Dios dirige en Gn. 3,
19 estas palabras:
Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la
tierra, pues de ella fuiste tomado, ya que polvo eres y al polvo volverás.
Este fragmento se nos repite en cada Miércoles de Ceniza, en el que los fieles –luego del
Evangelio– formamos una fila semejante al momento de la Comunión, acercándonos al altar. Allí, el
sacerdote nos marca la frente con ceniza y nos repite las últimas palabras del versículo. Al polvo
volverás alude al momento de nuestra muerte, en que seremos enterrados. La liturgia católica, de
esta manera, recuerda a los fieles la innegable fragilidad de la vida humana.
Pues bien, ¿no está reconfirmando Dios que el hombre fue tomado de la tierra y a ella había
de volver? El significado del cementerio y el sentido profundo de enterrar a los muertos no puede
menos que manifestarse con claridad al leer estos fragmentos y, así, volver a su fundamento último.
Sin embargo, un católico evolucionista se vería impedido de seguir este camino: ¿también el
10 Suma Teológica I, q. 91, art. 1, ad 1.
7
Miércoles de Ceniza –cuando el sacerdote nos marque en la frente una cruz– debemos interpretar
que el hombre fue tomado del mono?
Pero hay más aún: si polvo puede significar mono en Gn. 1, 7 –como dicen los católicos
evolucionistas–, ¿por qué no puede significar mono en Gn. 3, 19: y al polvo volverás? ¿Qué lo
impide? ¿Cuándo acaba la “metáfora”? Si no tenemos los cementerios llenos de monos, ¿por qué
pensamos que serían antepasados nuestros?
El resto del Antiguo Testamento también es elocuente. Vayamos al libro del Eclesiastés. El
capítulo 12 –en el marco de vanidad de vanidades– presenta cierta enseñanza para la vida. Empieza
diciendo: “En los días de la juventud acuérdate de tu Hacedor; antes de que vengan los días malos
y lleguen los años en que dirás: (o tengo ya contento; antes que se obscurezcan el sol, la luna y las
estrellas y vengan las nubes después de la lluvia…” (12, 1-2). Luego, el autor sigue enumerando
una sucesión de hechos vinculados con la ancianidad y la muerte: “y se pondrá pesada la langosta,
y se caerá la alcaparra, porque se va el hombre a su eterna morada” (12, 5). Continúa: “y se
quiebre el platillo de oro, y se haga pedazos el cántaro junto a la fuente, y se caiga al fondo del
pozo la polea…”, para concluir:
y se torne el polvo a la tierra que antes era, y retorne a Dios el
espíritu que Él le dio.
El Eclesiastés está diciendo, entonces, que cuando llegue la muerte el cuerpo volverá de
donde ha sido sacado. Mientras que el alma, asistirá hacia su Creador. También en el libro de la
Sabiduría 7, 1 se confirma esto:
Yo también soy un hombre mortal, igual que todos, nacido del
primer hombre, que fue formado de la tierra...
En los primeros versículos (1-3) del libro del Eclesiástico, cap. 17, leemos:
El Señor creó al hombre de la tierra y lo hace volver de nuevo a
ella. Le señaló un número de días y un tiempo determinado, y puso bajo
su dominio las cosas de la tierra. Lo revistió de una fuerza semejante a la
suya y lo hizo según su propia imagen.
Nos preguntamos: ¿esto también es “metáfora”?
• Padres monos, hijo humano
El último argumento lo tomamos de Martin Gardner, filósofo estadounidense de la ciencia.
La paradoja es que la página web que reproducimos no es católica, es atea, pero advierte con
claridad las incoherencias de este planteo católico-evolucionista. El sitio www.sindioses.org
reproduce un artículo de un tal Joan Alós, donde podemos leer un comentario al pensamiento de
Gardner:
En "Los porqués de un escriba filósofo" Martin Gardner lanza
una crítica demoledora contra este punto de vista: si hubo alguna vez un
primer hombre dotado de alma, sus padres fueron sin duda una pareja de
brutos que carecían de ella. ¿(o sería un acto de crueldad infinita por
parte de Dios, dar a conocer a ese Adán que ha sido "salvado", mientras
entrega a sus progenitores no ya a una condenación eterna, sino a la
nada absoluta?11
• Pero entonces… ¿todo es falso en la teoría de la evolución?
11 http://www.sindioses.org/cienciaorigenes/ccyeb.html
8
Es compresible que un artículo que tenga este objeto suscite sorpresa, desconfianza e
incluso desconcierto. La teoría de la evolución ha logrado un alcance verdaderamente asombroso
hasta el punto que el mero hecho de guardar cierta reserva respecto de ella es considerado como
algo “malo”, seguramente asociable a vetustos “prejuicios religiosos”. Ahora bien, para deshacer
este malentendido –según el cual quienes criticamos la teoría de la evolución estamos “contra” la
ciencia el progreso científico– es necesario recordar una verdad elemental.
Una teoría científica está compuesta por:
a) hechos;
b) interpretaciones de los hechos.
La interpretación es una entidad mental que depende para existir de la inteligencia de
alguien; no existe fuera de una inteligencia que interprete. El hecho en sí, al contrario, tiene una
entidad real (independiente del pensamiento humano). Por lo tanto, una teoría puede presentar
ciertos hechos verdaderos –incontrovertiblemente verdaderos– y, sin embargo, interpretarlos
falsamente.
Bien: precisamente éste es el caso de la teoría de la evolución, como lo demostraremos
enseguida.
¿Qué hechos verdaderos presenta la teoría de la evolución?
Cuando hacemos una crítica a la teoría de la evolución –y a su pretendida conciliación con la
fe católica– dejamos fuera de la discusión ciertos hechos conocidos como “cambios
intraespecíficos”. Los dejamos fuera porque este tipo de cambios son evidentes; pueden ser
corroborados aquí y ahora. Ejemplos concretos: nadie discute que una polilla moteada pueda
cambiar de color. Nadie niega que una mosca de la fruta pueda ser más o menos distinta. Nadie
objeta que los picos de los pinzones puedan ser, con el paso del tiempo, de mayor o menor tamaño.
Estos cambios intraespecíficos son conocidos también como “cambios microevolutivos”. Son
modificaciones de la especie: la misma especie va cambiando, realizando un movimiento “lateral”.
¿Y cómo se prueba que este cambio ocurre dentro de la línea de la misma especie? Por la
sencilla razón de que estas nuevas formas siempre pueden cruzarse entre sí. La interfecundidad es el
signo inequívoco –y universalmente aceptado– de identidad de las especies.
Cuando la teoría de la evolución se presenta como un hecho demostrado y evidente, aduce
este tipo de experimentos.
Estos experimentos son verdaderos: puede haber un cambio de la especie.
Pero el cambio de la especie no es evolución.
La teoría de la evolución no sostiene simplemente la mutación “intraespecífica”. Sostiene
algo más: sostiene que la acumulación de cambios microevolutivos generaría, en algún momento, un
cambio “macroevolutivo”. Ésto es lo que sostiene. Ésto es la teoría de la evolución.
Pero éso no es una evidencia sino una inferencia.
La evidencia es observable, la inferencia no.
Por lo tanto, nosotros estamos discutiendo PRECISAMENTE esta inferencia. Esta inferencia
es la médula espinal de la interpretación hecha por los teóricos de la evolución. Exactamente ésto
discutimos.
No debemos perder el tiempo ni hacerle el juego al evolucionismo, polemizando lo obvio; los
evolucionistas presentan los éxitos en el campo de la microevolución y, experimento en mano,
pretenden arrinconar a quienes negamos esta teoría. Pero los experimentos son una cosa y la teoría
es otra. Los experimentos no acreditan un cambio de una especie en otra distinta sino una
modificación dentro de la línea de la misma especie. Lo demás es especulación y no puede ser
presentada bajo el ropaje de la ciencia.
9
Es sabido y está realmente demostrado que, por medio de selectivas cruzas, se pueden
producir cambios. Tampoco habría problema alguno en aceptar que las condiciones climáticas o
atmosféricas pudiesen modificar a los seres vivos. Todos estos cambios no ofrecen dificultad alguna
ni para la teología católica ni para el pensamiento filosófico clásico.
El objeto de discusión no son las variaciones “laterales” de una misma especie –p.e., la
capacidad que tiene la especie “perro” de existir tanto en forma de Chihuahua como en forma de
Gran Danés– sino la pretendida variación “ascendente”. Es decir, el paso de una especie inferior a
otra superior mediante la acumulación de cambios microevolutivos.
Por lo tanto, se discute la posibilidad de la “macroevolución” y no la microevolución: la
transformación de una especie en otra diferente.
Esto significa que los cambios de la especie no pueden aducirse como “evolución” –es decir,
como el paso de una especie inferior a una superior– porque ninguno de estos cambios rebasa la
misma especie. La teoría de la evolución sostiene que todos los seres proceden unos de otros
pasando de formas inferiores a formas superiores. Por lo tanto, una teoría puede presentar a su
favor hechos verdaderos –tal es el caso del evolucionismo– pero puede ser falsa si falla en el
momento clave: la interpretación de esos hechos.
–Conclusión: la inteligencia frente al misterio del origen del hombre.
Para terminar –y, por tanto, comprender el sentido de estas objeciones– es necesario tener
presente que estamos frente a un misterio. El uso de nuestra inteligencia no está destinado a
delimitar ni a racionalizar la obra creadora de Dios sino a ordenar la especulación humana sobre
esta obra. Es importante tenerlo en cuenta. Cuando Santo Tomás comenta el relato de la creación en
la Suma Teológica, suele mencionar como válidas tres explicaciones distintas: la de los Padres y/o
doctores precedentes, la de San Agustín –explicación que frecuentemente difiere con la de los
Padres– y la propia. Las tres líneas son ortodoxas justamente porque no pretenden restringir el
misterio divino a la cabeza humana, respetando el templo sacro de Dios: su misma Inteligencia.
Estamos dentro del misterio. No nos paramos ante el origen del hombre como algo que fuese
ajeno a nosotros, como si observásemos un experimento en un laboratorio pudiendo estudiarlo
desapasionadamente. Todo lo contrario: somos un misterio para nosotros mismos. En este campo,
por ende, tanto la argumentación como la demostración son diferentes. Se puede pues demostrar lo
falso: se puede refutar una idea, haciendo ver que ella necesariamente es imposible. Sin embargo, no
se puede demostrar igualmente lo verdadero: la verdad de la que hablamos no es una verdad que
guarde una relación de subordinación o cierta igualdad con la razón humana sino algo
completamente distinto: una verdad propia del orden sobrenatural.
Se trata de algo por encima de la mente humana. El hombre existe porque Dios ha querido
que exista: no puede rastrearse su origen en “necesidad” alguna sino únicamente en el Infinito Amor
de Nuestro Señor y, por ende, en su Libertad.
¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre
en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor
inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te
dejaste cautivar de amor por ella. Por amor lo creaste, por amor le diste
un ser capaz de gustar tu Bien eterno12.
Cuando hablamos del origen del hombre hablamos de algo misterioso.
Cuando hablamos de cómo surgió el ser humano –nosotros– estamos hablando de algo cuyo
abordaje es indirecto, lo que impone ser muy cuidadosos a la hora de pronunciarse. Se equivocaría
redondamente quienes buscasen en estas páginas una afirmación de los verdaderos orígenes del
12 Santa Catalina de Siena, Dialoghi, 4, 13, citado por el Catecismo de la Iglesia Católica, Madrid, Claretiana, 1993, pág. 93.
10
hombre tan categórica como la refutación que pretendemos hacer. Somos concientes de nuestros
límites. La afirmación que hacemos del hombre como creación de Dios no puede interpretarse como
pretendiendo un grado de certeza y comprobación equivalente al que se arrogan las teorías
evolucionistas. No. Se trata de algo distinto: afirmar al hombre como creación de Dios es, ni más ni
menos, respetar el carácter misterioso de su origen.
La sabiduría de las personas sencillas supera la erudición de los sabiondos. El conocido y
querido conjunto de folklore “Los Paz” nos ilustra en el estribillo de Zamba por el hombre13 con
esta preciosa letra:
El hombre era de barro
fue Dios quien al soplar
la vida y su misterio descubrió.
Sólo fue que creció, mas no pudo olvidar
el mirar de vez en cuando hacia el cielo,
y vivir por morir sin poder comprender
que al fin otra vez barro será.
La verdad se nos escapa de las manos: mientras más pretendemos sujetarla más indomable se
nos muestra. Es que la Verdad es Dios y Dios no es –parafraseando al gran C. Lewis en Las
crónicas de (arnia– “un león domesticado”.
En esta vida, tenemos solamente destellos de la Verdad. Andamos en el misterio y todos los
intentos de racionalizarlo no nos llevan más cerca de la Verdad sino que nos hacen orillar el absurdo
y la contradicción. Sólo aceptando el misterio podremos, a la luz de lo que no se deja comprender,
ver y comprenderlo todo.
Credo ut intelligam.
Algunas objeciones
a esta falsa alternativa