El "VIVA CRISTO REY" de los cubanos
(Nacionalismo Católico NGNP)
Católicos cubanos morían fusilados gritando
"VIVA CRISTO REY"
En
una carta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año, el
músico de jazz Paquito D'Rivera criticó a Carlos Santana por su atuendo
en la entrega de los Oscar (remera "Che Guevara"), y añadió: "Uno de
esos cubanos (fusilados por el Che) fue mi primo Bebo, preso allí por
ser cristiano. El escuchaba desde su celda los fusilamientos de muchos
que morían gritando «¡Viva Cristo Rey!»"
El Che Guevara: una violenta, selectiva y fría máquina de matar
Ordenó ejecutar a decenas de personas
Ordenó ejecutar a decenas de personas
Es posible que el Che Guevara haya estado enamorado
de su propia muerte, pero mucho más enamorado estaba de la muerte de los
demás. En abril de 1967 resumió su idea homicida de justicia en su
"Mensaje a la Tricontinental": "El odio como factor de lucha; el odio
intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del
ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría
máquina de matar".
Sus escritos anteriores también están condimentados
con esta violencia retórica e ideológica. Aunque su ex novia Chichita
Ferreira dude de que la versión original de sus diarios de viaje
contengan la observación "siento que mi nariz se dilata saboreando el
olor acre de la pólvora y la sangre del enemigo", Guevara compartió con
[su compañero en aquella aventura Alberto] Granado esta exclamación:
"¿Revolución sin disparar ni un tiro? Estás loco".
En otros momentos los jóvenes bohemios parecían
incapaces de distinguir entre la frivolidad de la muerte como
espectáculo y la tragedia de las víctimas de una revolución. En una
carta a su madre, de 1954, escrita en Guatemala, donde fue testigo del
derrocamiento del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz, escribió:
"Aquí estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros
matices que cortaron la monotonía en que vivía".
La disposición anímica de Guevara cuando viajó con
Fidel Castro desde México hacia Cuba a bordo del Granma queda plasmada
en una carta a su esposa escrita en 1957 y publicada en el libro
Ernesto: Una memoria del Che Guevara en Sierra Maestra: "Estoy en la
manigua cubana, vivo y sediento de sangre".
Esa mentalidad había sido reforzada por su convicción
de que Arbenz había perdido por no haber ejecutado a sus potenciales
enemigos. En una carta dirigida a su ex novia Tita Infante había
observado: "Si se hubieran producido esos fusilamientos, el gobierno
hubiera conservado la posibilidad de devolver los golpes".
No sorprende que durante la lucha armada contra
Batista, y luego de la entrada a La Habana, Guevara matara o supervisara
la ejecución, con juicio sumario, de decenas de enemigos del pueblo
comprobados, sospechosos y de todos aquellos que se encontraban en el
lugar equivocado en el momento equivocado.
En enero de 1957, como lo indica su diario de Sierra
Maestra, Guevara mató a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba
pasando información: "Acabé con el problema dándole un tiro con una
pistola del calibre 32 en la sien derecha? Sus pertenencias pasaron a mi
poder". Más tarde mató a Aristidio, un campesino que expresó el deseo
de abandonar la causa cuando los rebeldes siguieron avanzando. Aunque se
preguntó si esta víctima "era de verdad suficientemente culpable como
para merecer la muerte", no tuvo reparos para ordenar la muerte de
Echavarría, hermano de uno de sus camaradas, a causa de crímenes no
especificados: "Tenía que pagar el precio". En otros momentos simuló
ejecuciones sin llevarlas a cabo, como método de tortura psicológica.
"Ante la duda, mátalo"
Luis Guardia y Pedro Corzo, dos investigadores de
Florida que trabajan en un documental sobre Guevara, han conseguido el
testimonio de Jaime Costa Vázquez, un ex comandante del ejército
revolucionario conocido como "El Catalán", que sostiene que muchas de
las ejecuciones atribuidas a Ramiro Valdés, quien más tarde se
convertiría en ministro del Interior de Cuba, fueron responsabilidad
directa de Guevara, porque Valdés estaba bajo sus órdenes en las
montañas. "Ante la duda, mátalo" eran las instrucciones del Che.
Según Costa, en vísperas de la victoria, el Che
ordenó la ejecución de dos decenas de personas en Santa Clara, en el
centro de Cuba, adonde había llegado su columna como parte del ataque
final sobre la isla. Algunos fueron fusilados en un hotel, tal como ha
escrito Marcelo Fernández Sayas, otro ex revolucionario que se hizo
periodista, y quien agregó que entre los ejecutados había campesinos que
se habían unido al ejército sólo para escapar al desempleo.
Pero "la fría máquina de matar" no manifestó todo el
alcance de su rigor hasta que, inmediatamente después de la caída del
régimen de Batista, Castro lo puso a cargo de la cárcel de La Cabaña.
Era una fortaleza de piedra usada para defender a La Habana de los
piratas ingleses en el siglo XVIII; más tarde se convirtió en una
barraca militar. De una manera que recuerda de forma escalofriante a
Lavrenti Beria, Guevara fue responsable, durante la primera mitad de
1959, de uno de los períodos más oscuros de la revolución.
José Vilasuso, abogado y profesor de la Universidad
Interamericana de Bayamón, en Puerto Rico, quien perteneció al cuerpo
que estaba a cargo de los procesos judiciales sumarios en La Cabaña, me
contó: "El Che dirigió la Comisión Depuradora. El proceso se regía por
la ley de la sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico, y el Che
nos recomendaba actuar con convicción. Es decir, con la convicción de
que todos eran asesinos y de que la forma revolucionaria de proceder era
ser implacables. Miguel Duque Estrada era mi jefe inmediato. Mi función
era legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal,
sin juicio propio alguno. Se fusilaba de lunes a viernes. Las
ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después de que la
sentencia fuera dictada y confirmada en forma automática por el cuerpo
de apelación. La noche más siniestra que recuerdo se ejecutaron siete
hombres".
Sin excepciones
Javier Arzuaga, el capellán vasco que daba consuelo a
los sentenciados a muerte y que presenció docenas de ejecuciones, habló
conmigo desde su hogar en Puerto Rico. Ex sacerdote católico, ahora de
75 años, recordó que en la cárcel de La Cabaña "había 800 hombres
hacinados en un espacio pensado para no más de 300: militares
batistianos o miembros de algunos de los cuerpos de la policía,
periodistas, empresarios o comerciantes".
"El juez no tenía por qué ser hombre de leyes; sí, en
cambio, pertenecer al ejército rebelde, al igual que los compañeros que
ocupaban con él la mesa del tribunal. Casi todas las vistas de
apelación estuvieron presididas por el Che Guevara. No recuerdo ningún
caso cuya sentencia fuera revocada en esas vistas. Todos los días yo
visitaba la «galera de la muerte», donde permanecían los prisioneros
desde que eran sentenciados a muerte. Corrió la voz de que yo
hipnotizaba a los condenados antes de salir para el paredón y que por
eso se daban tan fáciles las cosas, sin escenas desagradables, y el Che
Guevara ordenó que nadie fuera conducido al paredón sin que yo estuviera
presente. Asistí a 55 fusilamientos hasta el mes de mayo, cuando me
fui. Eso no quiere decir que no se siguiera fusilando. Herman Marks era
un americano, se decía que era prófugo de la Justicia. Lo llamábamos «el
carnicero» porque gozaba gritando «pelotón, atención, preparen,
apunten, fuego».
"Conversé varias veces con el Che para interceder por
determinadas personas. Recuerdo bien el caso de Ariel Lima, que era
menor de edad, pero fue inflexible. Lo mismo puedo decir de Fidel
Castro, a quien acudí también en dos ocasiones. Yo estaba muy
traumatizado y a fines de mayo me sentía tan mal que me ordenaron
abandonar la parroquia de Casa Blanca, dentro de cuyos límites se
encontraba La Cabaña y donde yo había celebrado misa en los últimos tres
años. Me fui a México para un tratamiento. Cuando nos despedimos, el
Che Guevara me dijo: «Hemos fracasado los dos. Cuando nos quitemos las
caretas, seremos enemigos frente a frente»."
¿Cuántas personas fueron asesinadas en La Cabaña?
Pedro Corzo calcula que alrededor de 200 personas, cifra similar a la
que da Armando Lago, un profesor de economía retirado que compiló una
lista de 179 nombres como parte de un estudio de ocho años de duración
sobre las ejecuciones en Cuba. Vilasuso me dijo que fueron ejecutadas
400 personas entre enero y fines de junio de 1959 (momento en el que el
Che dejó de estar a cargo de La Cabaña). Los cables secretos enviados
por la embajada estadounidense en La Habana al Departamento de Estado en
Washington hablaban de "más de 500".
Según Jorge Castañeda, uno de los biógrafos de
Guevara, un vasco católico simpatizante de la revolución, el fallecido
padre Iñaki de Aspiazu, habló de 700 víctimas. Félix Rodríguez, un
agente de la CIA que fue miembro del equipo que estuvo a cargo de la
búsqueda y persecución de Guevara en Bolivia, me dijo que, tras la
captura, interrogó a Guevara acerca de las "más o menos 2000
ejecuciones" de las que había sido responsable durante su vida. "Dijo
que eran todos agentes de la CIA y no cuestionó la cifra", recuerda
Rodríguez.
El número más alto posiblemente incluye las
ejecuciones que se llevaron a cabo durante los meses posteriores al
momento en el que el Che dejó de estar a cargo de la prisión. Y eso nos
lleva de vuelta a Carlos Santana y su muy chic remera del Che. En una
carta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año, el gran
músico de jazz Paquito D' Rivera criticó a Santana por su atuendo en la
entrega de los Oscar, y añadió: "Uno de esos cubanos fue mi primo Bebo,
preso allí por ser cristiano. El escuchaba desde su celda los
fusilamientos de muchos que morían gritando «¡Viva Cristo Rey!»"