El Gran Dictador
Todavía recuerdo aquella escena de la famosa película de
Chaplin que vi en mi juventud: el Dictador jugueteaba con el globo terráqueo y
se regocijaba de poder dominarlo todo, resquebrajarlo todo, tiranizarlo todo.
Por esas extrañas leyes de asociación presentes en nuestro psiquismo, he
rememorado la escena de marras al ver el nuevo nombramiento de Francisco para
Lima. Y a la par, he recordado que una de las características de los dictadores
es el Rencor Sumo. Hasta donde la humana naturaleza pueda llegar. No digamos
nada si se tratara de una naturaleza venida del más allá.
Y es que el rencor es el padre de la venganza. El rencoroso
acumula sentimientos vindicativos contra todo aquello que odia, contra todo
aquello que desprecia. Su mente está edificada sobre un ajuste de cuentas
permanente. Las causas podrían ser muchas y variadas, aunque una de ellas es el
sentimiento inconfesado de repulsión contra todo lo que supera su propia
mediocridad. El mediocre es rencoroso, con un permanente ojo por ojo contra aquellos
que le superan.
Es verdad que Francisco nos ilustra en sus catequésis de los
miércoles, en sus charlas a seminaristas o religiosos y sobretodo en sus
consignas a los Obispos que mansamente se reúnen con él, contra el peligro de
la chismología, la maldad de los dimes y diretes, la mala práctica del
carrerismo y un sinfín de pecados. Según algunos, esos mismos defectillos
ilustraban sus prácticas en el noviciado, su escalada hacia el episcopado (no
sé si también para llegar a ser el Papa de Saint Galo). Se dice que en Roma
tenía una red de espionaje perfectamente montada, para recibir informes sobre
prelados y eminencias. Tal cosa afirman los que le han conocido de cerca. Lo
sabrá mejor su sicoanalista.
Dicen los que conocieron al Bergoglio cardenal de Buenos
Aires, que ésta fue una de sus características más notorias: Guardar la ficha
completa de aquel a quien algún día se le pudiera ejecutar en el cadalso de la
venganza. No sé si tienen razón o no. Pero si aplicamos la consigna de Jesús de
que a los árboles se les conoce por sus frutos y si las reglas de la lógica no
fallan, parece que sí. Que es verdaderamente rencoroso y vengativo y que espera
como la pantera cazadora, el momento oportuno para lanzarse sobre la presa. Todo
muy edificante en la persona del Sucesor de Pedro.
Lo comentaba hace unos días con mis frailes veteranos. Sólo
con ellos, porque los panolis no lo entenderían: se fueron a Panamá y allí
están meneando el esqueleto con todos los jóvenes cuarentones que van a las JMJ,
y los obispos sesentones que rejuvenecen el ambientillo. Comentaba con ellos,
digo, lo que acabamos de ver en la elección de nuevo Arzobispo de Lima.
La reconstrucción del crimen nos llevaría a los siguientes
pasos: Cipriani presenta la renuncia, se deja pasar un mesecito y se le acepta
inmediatamente (comparar con Wuerl de Washinton, por ejemplo… y tanti altri).
Vamos al fichero: ¿A quién podemos nombrar para masticar la venganza? Vamos a
ver, vamos a ver… Umm, aquí está Castillo. Humilló a Cipriani, le desobedeció y
se rebeló contra él, fue castigado por Cipriani, es liberacionista o sea
comunista y por tanto enemigo de Cipriani, amiguete de San Gustavo Gutiérrez….
Veamos, veamos… no es obispo, sino presbítero. ¿Y qué? Yo soy el Gran Dictador
y nombro a quien me da la gana. Y que se jorobe el Opus Dei, que está a la
espera de que consagre a su Prelado. Y que se fastidie el clero limeño afín al
hasta ahora cardenal. El Primado de Lima, un cura revolucionario pasado por la
desobediencia episcopal. Perfecto. Nómbrese. Y que conste que es un acto
magisterial.
Se ha vivido mucho tal escenario a lo largo de estos cinco
interminables años. El rencor hacia todo lo que represente tradición y
costumbre inveterada. Y si esto se combina con nombres de personas e
instituciones, surge la ambrosía deliciosa que cocina la venganza más
exquisita. Siempre fue esto propio de dictadores, claro. Los nombramientos
episcopales de Francisco, por ejemplo, han sido en su mayoría un botón de
muestra, que adorna su peculiar modo de gobernar lo que él piensa que es SU
Iglesia. Hasta que Dios quiera, claro. Porque en realidad, la Iglesia es de
Jesucristo.
El rencor hacia las grandes sedes episcopales que siempre
fueron sedes cardenalicias, se ha dejado sentir por ejemplo en Toledo, sede
Primada de España. Ahora hay cardenales en las islas Pichichiles, pero no en la
Capital Imperial. Que se fastidien los que se creen que tiene derecho a ello. Y
de paso, los españoles genocidas de América. Toledo suena a la conversión de
Recaredo, a Carlos V contra los hermanos luteranos separados y el Alcázar es
signo franquista contra el comunismo. No habrá Cardenal en Toledo hasta que el
Arzobispo nombrado sea comunista. Pronto lo veremos.
Que hay sedes cardenalicias típicas en Estados Unidos… Pues
que se sienten los que se creen que los van a nombrar cardenales. Cardenal será
Cupich de Chicago o Farrel en la Curia, que son las zorras que van a guardar
las gallinas en la reunión de febrero, que cojean del mismo muslo y todo el
mundo lo sabe, especialmente Francisco.
El rencoroso, cuando acumula poder, siempre está preguntando con
cierta chulería: ¿pasa algo? ¿es que no sabéis que aquí mando yo? ¿a
quién puedo humillar?
Una vez más se ha producido la humillación. Santo Toribio de
Mogrovejo estará feliz al ver intronizarse a un filo-comunista en la imponente
Catedral Primada. Santa Rosa de Lima, encantada de la vida. Viva la Revolución.
Este Castillo será cardenal de inmediato. Yo, si fuera el emérito, me iba a
vivir a Kazajistán…
Mientras tanto, el Gran Dictador seguirá jugando con el
globo terráqueo… hasta que Dios quiera. Ya dijo san Pablo que una de las
señales de la caridad es que no es rencorosa. Si algún rencoroso nos habla de
vivir la caridad… será una caridad más falsa que Judas, que decía que le
importaban los pobres, pero según San Juan le importaban un pito de los de
antes.