Sobre la Revolución del Lenguaje. Por Juana Bosio Perrupato
Las maneras con las cuales los seres
humanos contamos para comunicarnos son de vital importancia para el
desarrollo de nuestra vida. Tal es así que una vez que se nos presenta
el cambio de un término ya aprehendido por nuestra mente, solo basta la
popularización de una definición diferente a la anterior de dicho
término para generarnos confusión, desembocando en el nominalismo
eufemístico de la mayoría de las palabras. Es preciso que antes de
desarrollar el tema, definamos los términos que usaremos, según el
Diccionario de la Real Academia Española, Lenguaje es la
“Facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás
a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos.” Y Lengua, el “Sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura.”
Ya desde la Revolución Francesa podemos
notar un cambio conceptual en los términos manipulados por la masa de la
sociedad. Palabras como “Libertad”, “Fraternidad”, e “Igualdad” fueron
tomadas, destruidas y reformuladas, como es esencial a toda revolución:
destruir lo tradicional, y, sobre eso contruir algo totalmente
diferente, impuesto a la comunidad por una minoría pseudointelectual; a
una masa de personas que, cual caldo de cultivo para la revolución, toma
dichas definiciones y las hace propias.
En la actualidad, la agenda global del
marxismo cultural también se nos presenta mediante la utilización de una
lengua específica. Todos hemos escuchado ya términos modernos como
“Poliamor”, para señalar la promiscuidad, “Interrupción Voluntaria del
Embarazo”, para indicar la monstruosidad del aborto; y otra serie de
palabras como “agénero”, “heterosexismo”, “Identidad de género”,
“panasexual”, etc, (del glosario virtual de IPPF) se han infiltrado en
el lenguaje cotidiano utilizado por la sociedad, que parece dormida ante
esta vil creación de eufemismos que forman parte de la Segunda Etapa de
la Ventana de Overton, que ya hemos abierto de par en par.
Tampoco
debemos olvidar el tan famoso y esencialmente nefasto “Lenguaje
Inclusivo” fomentado por el Estado y ya varias veces denegado por la
Real Academia Española (cuyo antiguo director, Garcia de la Concha ,
señaló “No hace falta forzar para duplicar, no hablamos así”) por el
cual, se pretende insólitamente visibilizar minorías supuestamente
discriminadas mediate el correcto uso del masculino para generalizar en
palabras como “todos” o “alumnos”, cambiando la “o” que indicaría para
ellos la inclusión solamente de los varones, por una “e”, aparentemente
neutra, en el plano oral y por una “x” en el plano escrito.
Así es como, mediante la lengua manejada
hoy por una minoría dictadora, que promueve las ideas de una “voluntad
configuradora”, en las cuales se manifiesta cómo uno mismo le confiere a
la realidad su sentido, cómo el Orden es inventado y cómo podemos
“construir” la verdad de las cosas; se realiza la Revolución en el
ámbito cultural. Este cambio cultural no es un fenómeno aislado, es
producto de una manera de pensar, de una cosmovisión que ya ni siquiera
es antropocentrista, pues niega también al Hombre y su Humanidad.
Nosotros debemos entonces reconocer,
primero, que en la realidad hay un sentido previo a nuestra
consideración particular y que la Batalla Cultural se da también en el
ámbito lingüístico, porque la lengua impone una manera de pensar y en el
plano del léxico, las palabras están repletas de significación. La
Revolución Cultural debe ser resistida, es nuestro deber como
ciudadanos, y es preciso que tengamos la voluntad de luchar contra esta
imposición ideológica, mediante el retorno osado a nuestras tradiciones,
a lo que es natural, a los grandes clásicos que jamás pasan de moda, al
amor por Dios, la Patria y la Familia, en orden a luchar esta batalla
por la Verdad.