
J.P.
Sartre (1905 - 1980) desarrolla sus postulados a partir de las fuentes
generales del existencialismo. Afirma así que la existencia precede a la
esencia, razón por la que el hombre se va creando libremente en el
devenir del tiempo, utilizando el método de lo inmediato. A partir de la
afirmación: “Soy inaccesible para lo sagrado”, Sartre afirma: “No hay
diferencia entre existir y autoelegirse”. Así, la existencia implica
libertad y conciencia. Dirá: “Existencia es lo que nunca es objeto; es
el origen a partir del cual yo pienso y actúo, sobre el cual hablo en
pensamientos que no son conocimiento de algo: “existencia” es lo que se
refiere y relaciona consigo mismo y, en ello, con su propia
trascendencia... El tiempo no es sólo transcurso, sino manifestación de
la “existencia”, la cual se conquista en el tiempo por virtud de sus
decisiones... La “existencia” es el ser de la libertad. El ser objetivo
(mecanismo, vida y conciencia) es dado. Pero yo como “existencia” soy
origen; desde luego, no origen del ser en general, sino origen para mí
en la existencia empírica”. Por tanto, el hombre existe en la medida en
que se rige y se hace a sí mismo por medio de sus elecciones libres;
igualmente, en la medida en que se posee a sí mismo por la conciencia.