3.1. Los autores del Existencialismo
El
existencialismo es el sistema filosófico según el cual la existencia
precede a la esencia, de modo que el conocimiento y la verdad de toda
realidad sólo se funda en la experiencia inmediata y total de la propia
existencia. La absoluta existencia radical se convierte en fuente del
conocimiento, el bien y la verdad. El existencialismo se desarrolla en
un determinado contexto intelectual. De hecho, en cuantos sistemas de
pensamiento, el racionalismo, el idealismo y el positivismo dominaron
los siglos XVIII y XIX. Como consecuencia de aquello, la filosofía
terminó reducida a un ambiente intelectual selecto y minoritario,
constituyendo un juego intelectual brillante pero desconectado de la
vida real y carente de utilidad para el hombre con problemas y
angustias.
Comienza así a formarse conciencia de que hay que abandonar
esta tendencia al pensamiento abstracto y universal para abocarse al
entendimiento de lo concreto y particular, a lo existencial. De allí que
los problemas de una filosofía existencial deben ser la existencia, la
vida, lo concreto, la acción, y la muerte. La búsqueda filosófica no
debía preocuparse de la contemplación del cosmos ni del pensamiento
abstracto en sí mismo, sino debía ocuparse de los seres existentes a
quienes se dirige. Entonces, considerando que el racionalismo olvidó que
el espíritu cognoscente es a la vez un espíritu existente, se constata
que el existente no se preocupa de la verdad universal sino de “su”
existencia, “su” verdad, y requiere respuestas concretas a “sus”
problemas. Aun más, el existencialismo se consolidó en un determinado
contexto histórico. El fenómeno de las guerras de masas provocó una gran
crisis en la humanidad y, en cuanto tal, implica una reflexión y una
nueva toma de conciencia frente a la realidad del mundo y los seres
humanos. Las grandes guerras del siglo XX y el mismo riesgo de extinción
de la vida humana con el riesgo de la guerra atómica durante la “guerra
fría”, modifican la reflexión filosófica y la racionalidad
sistematizada es sustituida por el sentimiento. La desolación y estado
de desamparo propio de las guerras genera el contexto en que el hombre
toma contacto, participa y entra en comunión en y con la realidad y los
problemas humanos a través del “acto de sentir”. Acto de sentir que se
da en el aquí y ahora, totalmente, pues sólo siento ese momento, ya que
es el único del cual dispongo con relativa certeza. De hecho, con los
avances tecnológicos y las estrategias dispuestas, las posibilidades de
morir eran mayores en las ciudades que en el mismo frente de batalla.
Por tanto, el existencialismo pretende pues ser respuesta al dolor,
tragedia, tristeza y desesperanza de las guerras. Así, en tanto
respuesta al problema de las “posibilidades” del hombre, el
existencialismo se convierte en una vertiente de la filosofía que se
expresa a través de diversas corrientes, desde el existencialismo
espiritual hasta el existencialismo materialista. Aunque se realizó de
modo múltiple, el existencialismo alcanzó su máxima radicalización en la
síntesis del existencialismo materialista. En esta línea se postula
que, como la existencia precede a la esencia, el ser como tal no existe
pues no es sino un “existente” o “continuo transcurrir del tiempo”. Por
tanto, el ser humano es un simple “ser ahí” lanzado al mundo, que se
expresa en el momento de su aquí y ahora. Así, no siendo el ser más que
el constante devenir del “ser del existir”, el ser humano es pura
posibilidad de ser, que nunca llega a realizarse. No siendo el hombre
más que una posibilidad, es un hecho carente de finalidad. Entonces, al
no tener nada definitivo, la existencia humana es un continuo avanzar
que desemboca en la nada, razón por la vida es un permanente fracaso,
una decepción absoluta y, en definitiva, un absurdo. La contingencia de
la vida humana es pues irracional y brutal, siendo experimentada como un
drama. En realidad, el ser humano está de más. Siendo lo esencial de la
existencia el “estar en impulso” y en virtud de que la realidad es
captada directamente en el acto de sentir que sustituye a la razón y
mediante el cual nos sumergimos en el universo, el ser humano vive en
crisis por el esfuerzo continuo que el hombre realiza para pasar del “en
sí” al “para sí”. Esta dinámica es fuente de la angustia y vértigo,
sintiendo el ser humano que un descontrol se apodera de él. Las
múltiples contradicciones en la existencia humana provocan en ella una
permanente tempestad. Así, existiendo sólo fenómenos y no sustancias, la
libertad no es sino acción pura y absoluta que exige la sublevación
contra Dios y, por tanto, la vida no es sino un caminar hacia la muerte,
posibilidad suprema en la existencia que permanentemente amenaza la
vida del hombre. Se entiende por tanto que la existencia humana es
“ser-para-la muerte”. El existencialismo, desahuciando al máximo de la
razón, niega toda metafísica. De modo esencial rechaza la sustancialidad
del hombre, la naturaleza humana, la ley natural moral, la historia, la
existencia de la virtud, la vida social, la búsqueda de la felicidad,
procediendo a anular la razón y libertad humana para, finalmente,
aniquilar al hombre. En términos políticos, lo señala Etienne Balibar:
“El Dasein deconstruye y destruye el concepto de sujeto, pero también
deconstruye y destruye el concepto de esencia”. Sin más, la sentencia de
este existencialismo realiza el antiguo adagio: “Lo mejor sería para
los hombres mortales nunca nacer”. Es importante comprender que el
existencialismo es una importantísima corriente de pensamiento que viene
a reforzar la renovación de la crítica marxista, para restablecer la
subjetividad del proceso revolucionario. El existencialismo pervive en
nuestra sociedad occidental en decadencia, a todo nivel. Esa decadencia,
necesaria para el neocomunismo, es producto en gran parte, de la
irrupción del existencialismo en el siglo XX. El siglo XXI será su
máxima realización. 1) Introducción 2) Arthur Schopenhauer 3) Sören
Kierkegaard 4) Eduard von Hartmann 5) Julius Bahnsen 6) Philipp Batz 7)
Carlo Michelstaedter 8) Martin Heidegger 9) Jean Paul Sartre 10) Herbert
Marcuse 11) Albert Camus 12) Walter Benjamin 13) Emile Cioran 14) Henri
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