4.6. La gente: Nuestro mejor recurso
Si quiere entender el porqué no hay una explosión de la población
sino más bien una guerra contra las personas, lea este artículo.
El hecho de que el mito de la sobrepoblación en los Estados Unidos durante los años sesenta se hizo tan popular, es el principal culpable y responsable de los problemas más grandes que enfrenta actualmente esta nación.
"Cuanta menos gente haya..."Todo parte de un lema simplista de salvación social: "cuanto menos gente hay, ...menos problemas humanos hay". Y no olvidemos que detrás de todo esto siempre están los oportunistas del mundo de los negocios, quienes elevan y explotan estas ideas para aumentar sus ganancias financieras, bajo la máscara de benefactores sociales. Citemos, por ejemplo, a los fabricantes del "la píldora", el peligroso pero altamente lucrativo anticonceptivo oral.
El hecho de que el mito de la sobrepoblación en los Estados Unidos durante los años sesenta se hizo tan popular, es el principal culpable y responsable de los problemas más grandes que enfrenta actualmente esta nación.
"Cuanta menos gente haya..."Todo parte de un lema simplista de salvación social: "cuanto menos gente hay, ...menos problemas humanos hay". Y no olvidemos que detrás de todo esto siempre están los oportunistas del mundo de los negocios, quienes elevan y explotan estas ideas para aumentar sus ganancias financieras, bajo la máscara de benefactores sociales. Citemos, por ejemplo, a los fabricantes del "la píldora", el peligroso pero altamente lucrativo anticonceptivo oral.
A ello ayuda la credibilidad del público americano, tanto el hombre común como el profesional, la enorme capacidad de ser cautivados y seducidos por el atractivo del eco y re-eco de la propaganda simplista, la cual los capacita y convierte a cada uno en una autoridad en demografía y ecología.
Como si la calidad humana se elevase automáticamente
Y así los norteamericanos fácilmente acaban creyendo que si se controla o reduce la población desapareceran todos los problemas sociales y familiares: los problemas de los barrios pobres, el desempleo, la educación deficiente, la vivienda inadecuada, la vida y el transporte urbano, la contaminación del ambiente, la revolución sexual, la delincuencia juvenil, el abuso de las drogas, la sobrecarga de pacientes psiquiátricos, la nutrición subnormal, y las injusticias sociales y raciales, etc. Como si la calidad humana se elevase al reducir cuantitativamente la población. Los norteamericanos, así influenciados, aceptan voluntariamente la noción de que el mal en nuestra opulenta nación no es lo que su cultura está haciendo a la gente, sino más bien lo que la gente (como contaminante) está haciendo a la sociedad.
"Muérete"
El fallecido Presidente John F. Kennedy declaró: "Pregunten no lo que su país puede hacer por ustedes, pregunten, más bien, qué pueden hacer ustedes por su país". En respuesta a esta pregunta, los tecnócratas sociales en efecto contestan: "Muérete". Los tecnócratas dedicados a la población, prefieren hacerles cosas a la gente, que hacer cosas por la gente. En vez de dirigir la política pública hacia el bienestar social, dirigen ésta contra la gente.
Los niños no nacidos, a pesar de sus derechos constitucionales adquiridos hace un siglo1 y a pesar de la aparición de la nueva especialidad médica de la fetología2, son su blanco principal.
"El no ser deseados": licencia para matar
La etiqueta de "no deseada" que ponen a cierta categoría de gente y el asesinato de los así denominados como una solución al problema, está cobrando ya millones de víctimas en la primera infancia, por medio de la eutanasia prenatal. Idéntico concepto está siendo insidiosamente extendido a otro grupo no deseado: aquellos que están en la segunda infancia: los ancianos. La creencia civilizada de que el camino a la madurez social es la conversión de los "no deseados" en "deseados", es descartada por los profetas que piden medidas drásticas y exentas de sentimientos para manejar su crisis manufacturada de exceso de población.
Aquí no debemos ser engañados por el grito de los liberales autómatas, que fervientemente se proclaman contra la guerra de Vietnam y la pena capital, o sea, en contra de la matanza de extraños. Cuando se trata del asesinato de nuestros prójimos más íntimos, estos mismos liberales autómatas claman fieramente por el parricidio, al promover y exigir el aborto. El buscar la felicidad y la libertad a través de la exclusión de la vida, es una peculiar negación del patrimonio de todos: el derecho a la vida, a la libertad y a la obtención de la felicidad.
La mentalidad antinatalista presenta un peligro oculto: promueve a su vez una mentalidad contra los semejantes. Los hombres explotan a las mujeres y las mujeres que tienen corazones endurecidos, acusan a los hombre de ser machistas. Los blancos reprimen a los negros y los negros cazan a los blancos. Los que pagan impuestos están opuestos a aquellos que reciben ayuda del gobierno. El antisemitismo crece. A los policías se les llama cerdos. Los niños que nazcan después de los dos primeros en adelante, son el blanco de funcionarios del gobierno.
La solución está en Abel y no en Caín
En vista de todo esto, el que los ecologistas proclamen que nuestra nación estaría mejor económicamente con cien millones de personas menos, es simplemente abrir una Caja de Pandora. Cada uno tendrá su propia noción de quiénes deben ser eliminados. A la larga los humildes y los odiados tendrán miedo de mirarse en el espejo. La descartada teoría evolucionista de Darwin de la supervivencia de los más fuertes, será resucitada a nivel sociológico. En vez de un prójimo realizado, nuestra meta será un prójimo aniquilado.
La alienación caracteriza a la sociedad de hoy. Perdemos nuestro destino cuando fallamos y no vemos que la panacea del control de la población alimenta la agresión a los alienados y nos desvía del profundo trabajo de humanizar la sociedad, cuyo futuro descansa no con Caín sino con Abel.
NOTA: El Dr. Herbert Ratner es el editor de la revista Child and Family. Este artículo fue publicado en inglés por American Life League, Inc., P.O. Box 1350, Stafford, VA 22555. Tel. (703) 659-4171.Se reproduce con su autorización.