1.2. Herbert Marcuse: Fundador de la Revolución NeoComunista
"El
Enemigo tiene ya su «quinta columna» dentro del mundo limpio: los
rojillos y los hippies y sus semejantes, con el cabello largo y sus
barbas y sus pantalones sucios: aquellos que son promiscuos y se toman
libertades que les son negadas a los limpios y ordenados" (H. MARCUSE).
Nuestra época respira un ambiente de disolución. Uno de los elementos
más importantes y novedosos que integran su "Weltanschauung" es la
"contestación permanente", el "Gran Rechazo de la Sociedad Opulenta", su
rebelión artística, lingüística, erótica, su temática de la licitud de
la violencia contra la "violencia institucionalizada", su nihilismo
"enragé". Pues bien, el noventa por ciento de esos tópicos han sido
codificados por la "New Left" norteamericana, y expuestos por su Gran
Maestro, el profesor judeo-germano-norteamericano Herbert Marcuse.
EL PERSONAJE
"Nacido en Berlín en 1898, representante del freudo-marxismo alemán de
la década del treinta, cuya condición de marxista y judío lo obligó,
ante la llegada del nazismo al poder, a refugiarse fuera de su patria,
primero en Europa y luego en los Estados Unidos, país en el que por fin
—desde 1934-quedó establecido y en una de cuyas universidades —la de San
Diego, California— enseña actualmente, tras haberlo hecho en varias
otras". Su extensa producción intelectual era sólo conocida en ciertos
ambientes restringidos, y aun en ellos sus lectores "sentían por ella un
soberano desprecio, considerándola una horrenda mixtura de freudismo
fantasioso y de marxismo heterodoxo, tan reprobable para los discípulos
de Marx como para los devotos de Freud. Por lo demás, ¿cómo tomar en
serio a este soñador sexagenario, a este supérstite del socialismo
utópico fourierista, extraviado en la segunda mitad del siglo XX? Pero,
de pronto, estalló Mayo. Y sobre las barricadas, lo mismo que desde los
muros de la Sorbona, señorearon, dueñas indiscutidas de la Revolución,
las tres M: Marx, Mao, Marcuse. Ignorado hasta entonces, Marcuse se
elevó súbitamente hasta la altura de los dos gigantes. Sus libros, que
hasta ese momento habían conocido tiradas muy modestas, comenzaron a
tener éxito". Así, pues, la fama de Marcuse es reciente y escandalosa.
Nace en Mayo de 1968 por la acción de los rebeldes de Nanterre y de los
discípulos de Rudj Dutschke (Rudi el Rojo). Antes de eso, él había
aspirado a otro tipo de celebridad más respetable. Presidente de la
División del Pacífico de la Asociación Filosófica Norteamericana, había
publicado trabajos de cierta consistencia filosófica como "Razón y
Revolución. Hegel y el nacimiento de la teoría social", "Marxismo
soviético", "La caída en desuso del marxismo", "Pesimismo. Un estado de
la madurez", "Cultura y Sociedad", etc. Pero, advertido de la presencia
de ese "Lumpenproletariat" profesional y universitario, gira en su
actitud y produce un "cambio cualitativo" en su producción con: El fin
de la utopía, Eros y Civilización, El hombre unidimensional, Tolerancia
represiva y Un ensayo sobre la liberación, con los que alcanza la fama y
el escándalo. LA REBELIÓN LIBERADORA: PROPULSORES Y ANTAGONISTAS
Revolución y Liberación se identifican en la causa internacionalista.
Marcuse nos dirá además quiénes están a favor v en contra de ese
proyecto. Lo auspician, en primer término, los estudiantes.
Desenvolviendo ideas de Fourier ellos han presentado una novedad: es "la
primera rebelión poderosa contra la totalidad de la sociedad
existente". En Francia, "las leyendas pintadas en las paredes por la
«jeunesse en colére» reunían a Karl Marx y André Bretón; el lema
«Timagination au pouvoir» se llevaba bien con «des comités (soviets)
partout»". Así es como el "movimiento estudiantil" se transforma en una
"nueva clase trabajadora", aunque ello sea todavía potencial. Esta es la
nueva "vanguardia revolucionaria" que viene a desempeñar el rol
abandonado por el Partido Comunista. Marcuse sabe que tampoco en ese
sector es oro todo lo que reluce: "sin duda, se encuentran allí los
meros revoltosos..., los escapistas de todo tipo de misticismo, los
tontos de buena y mala fe, y aquellos que no les importa lo que suceda";
pero eso no interesa, ya que lo que cuenta es el gesto, "la
desobediencia incivil de los estudiantes de París". Mezclado con el
primero aparece el segundo elemento propicio a la revuelta: los
marginados de los "ghettos". "La comprensión, la ternura recíproca, la
espontaneidad, incluso el anarquismo" de los hippies es algo que
enternece a Marcuse. Y también su protesta "amoral, anarquista...
fantasmal y bufonesca". "Los que hoy se rebelan contra la cultura
establecida también se rebelan contra lo bello en esta cultura, contra
sus formas demasiado sublimadas, segregadas, ordenadas, armoniosas. Sus
aspiraciones libertarias aparecen como la negación de la cultura
tradicional: como una desublimación metódica". Esto explica su rechazo
de la Novena Sinfonía de Beethoven y su apasionamiento por el "living
theatre" y los "happenings" no-convencionales. Aunque, por desgracia,
algunas de estas actividades tan subversivas se presten a la
comercialización y dejen de expresar "el ethos estético del socialismo".
Pero lo más bello de esta liberación se encuentra en el plano del
lenguaje, con "la ruptura con el universo lingüístico del orden
establecido... Esta es la sub-cultura Hippie: «viaje», «yerba», «pot»,
«ácido», etc.... He aquí una rebelión lingüística sistemática".
Subcultura que alcanza su propia sublimación con los denuestos e
improperios. "Las obscenidades —anota Marcuse— familiares en el lenguaje
de los radicales blancos y negros, deben ser vistas en este contexto de
subversión metódica del universo lingüístico del sistema establecido
..., las obscenidades sólo realizan esta función dentro del contexto
político del Gran Rechazo. Si, por ejemplo, los más altos ejecutivos del
estado o la nación son llamados, no Presidente X o Gobernador Y, sino
cerdo X o cerdo Y, se les «redefine» como lo que realmente son a los
ojos de los radicales ... El uso metódico de obscenidades en el lenguaje
político de los radicales es el acto elemental de dar un nuevo nombre a
los hombres... Y si la redenominación invoca la esfera sexual, ello
está de acuerdo con el gran designio de la desublimación de la cultura,
que, para los radicales constituye un aspecto vital de la liberación".
Por otra parte, el concepto mismo de "obscenidad" merece ser puesto en
tela de juicio, ya que "no es obscena en realidad la fotografía de una
mujer desnuda que muestra el vello de su pubis; sí lo es la de un
general uniformado que ostenta las medallas ganadas en una guerra de
agresión ..., no el ritual hippie sino las declaraciones de los
dignatarios de la Iglesia". El folklore rastrero, la "búsqueda
psicodélica", el teatro sexual libre, el exhibicionismo, etc., vendrían a
ser, pues, símbolos todos de esta "desalienación" humana, emprendida
por estos "puercos" (si así se nos permite "redefi-nirlos") y aconsejada
por su gran padre putativo (sj así también se nos concede
"redenominarlo"). El tercer elemento constructivo de esta "negación
radical" son los Frentes de Liberación Nacional de los países del Tercer
Mundo. "En Vietnam, en Cuba, en China, se defiende y se lleva adelante
una revolución que lucha por evitar la administración burocrática del
socialismo. Las fuerzas guerrilleras en América Latina parecen animadas
por este mismo impulso subversivo: la liberación". Es lo que Marcuse
denomina "la lucha contra la violencia institucionalizada". Lucha en la
que todos los golpes están permitidos, y cuanto más bajos sean mejor.
"Las fisuras de la sociedad establecida están abiertas todavía y es un
deber primordial utilizarlas". ¿De qué manera? Por el Terror. Como hay
todavía quienes se escandalizan un poco por esta expresión, Marcuse
aclara: "El terror revolucionario es diferente del blanco porque
implica, precisamente como terror, su propia trascendencia hacia tina
sociedad libre, al contrario del terror blanco". Además, y gracias a la
bondad innata de estos neo-revolucionarios, no hay peligro que el nuevo
terror rojo se codifique a perpetuidad, como sucedió con la Cheka de la
calle Lubianka, pues este último caso fue sólo un accidente, una
"perversión de la revolución", que ya no se repetirá. Por eso Marcuse,
los autoriza a matar, secuestrar, raptar, incendiar, violar, vejar,
etc., etc., todo ello en nombre de la "Liberación"... Esbozados los tres
elementos positivos de la "Nueva Izquierda", corresponde ahora
delimitar al Enemigo. Como es sabido, el Gran Rechazo es contra la
Sociedad Opulenta, el "establishment". Pero aun allí hay un sector
especialmente adverso: el proletariado. La masa trabajadora, "clase
revolucionaria en sí, pero no para sí", ha repudiado el radicalismo
izquierdista. El proyecto de la "New Left" es hoy "'impedido por la
integración de las clases trabajadoras organizadas (y no sólo las
organizadas) al sistema del capitalismo avanzado...; la mayoría de las
organizaciones sindicales comparten las necesidades estabilizadoras,
contrarrevolucionarias, de la clase media, como lo evidencia su
comportamiento en tanto que consumidores de mercancía material y
cultural, su repugnancia emocional de la «intelligentsia» no
conformista". En Francia, la revolución "no fue iniciada por los
trabajadores sino por los estudiantes"; y en el resto del mundo los
ultra-izquierdistas "se topan con la vociferante y a menudo violenta
hostilidad del «pueblo» y de las organizaciones obreras". De esa manera
la antigua lucha de clases preconizada por Marx se ha alterado
notablemente. Ahora la dicotomía beligerante se da entre la "Nueva
Izquierda" de los estudiantes, los marginales y los guerrilleros, y la
"Sociedad Establecida", con todos sus componentes. Ello obliga también a
cambiar la táctica bélica, porque esta Revolución "es muy diferente de
la revolución en anteriores etapas de la historia, esta oposición se
dirige contra la totalidad de una sociedad próspera y que funciona
bien... Esta nueva conciencia y la rebelión de los instintos aislan tal
oposición respecto de las masas y de la mayor parte de las
organizaciones obreras, la mayoría integrada, y propician la
concentración de la política radical en minorías activas principalmente
entre la joven «intelligentsia» de clase media y entre los habitantes de
los ghettos". Este es el papel histórico de los revolucionarios
pequeñoburgueses y del "Lumpenproletariat", que aunque todavía
desorganizados como "clases" ya han roto sus vínculos con los opresores.
En particular: "al ir contra el mandato de clase y los intereses
nacionales que suprimen ese interés común, la revuelta contra las viejas
sociedades es auténticamente internacional". En estas últimas palabras
está la esencia del renovado socialismo: un internacionalismo absoluto, a
lo Bakunin. Esa nueva "sensibilidad" reniega de las fronteras, e
instala su conducción ecuménica en los centros de las metrópolis más
avanzadas: "Las precondiciones para la liberación y el desarrollo del
Tercer Mundo deben surgir en los países capitalistas avanzados". Por
eso, si bien los "F.L.N." cumplen con su tarea destructiva, su
importancia real proviene de la repercusión que sus "hazañas" adquieren
en las metrópolis. "En este aspecto ideológico, la revolución externa se
ha convertido en una parte esencial de la oposición dentro de las
metrópolis capitalistas. Sin embargo, la fuerza ejemplar, el poder
ideológico de la revolución externa, sólo puede dar frutos si la
estructura y cohesión internas del sistema capitalista empiezan a
desintegrarse. La cadena de la explotación debe romperse por el eslabón
más fuerte". Cuba, el Che, Vietnam, etc., son "imágenes" para motivar a
los rojillos de las metrópolis. Una pancarta con la foto de Guevara
muerto en Bolivia, no interesa por Guevara, que ya está finado, ni menos
por Bolivia, que nadie sabe dónde demonios queda, sino por la
inspiración que le produce a un hippie cuando se levanta de la cama a
las ocho de la tarde. Porque entonces, el susodicho roñoso se encasqueta
una boina negra con una estrella roja y lleno de energía se irá a la
Sorbona a organizar el "poder joven estudiantil". Allí, en la infaltable
asamblea, lanzará un violento discurso contra la opresión del Tercer
Mundo, con efusivos recuerdos para las madres de Nixon, De Gaulle Walt
Disney y Brigitte Bardot, acrisolando así su "solidaridad
internacionalista". Porque, Marcuse dixit, "la solidaridad
(internacional) sigue siendo el factor decisivo; también a este respecto
tiene razón Marx". Tal el resumen de este novedoso catecismo de la
"Liberación", violenta, pornográfica, antiobrera e internacionalista.
Sus jóvenes discípulos se miran allí como en un espejo, y la charca les
devuelve la imagen que mejor les cuadra.