3.11. Albert Camus
Formulando
una crítica al historicismo, el militante comunista crítico Albert
Camus (1913 – 1960) cuestiona la omnipotencia de la historia como juez
supremo de los acontecimientos humanos. Postuló que la vida transcurre
en un absurdo continuo. El hombre está solo y es extraño para los demás.
Aunque el ser humano no debe desesperarse porque el mundo aparezca
desprovisto de sentido, sino tomarlo tal cual es. Así, en la obra
“Calígula”, Albert Camus, señala: “Cualquiera puede ser Dios, sólo basta
ser suficientemente cruel”. Afirma Camus: “Me parece indiscutible que
vivimos en el mundo del terror, en la medida que un hombre cree en el
progreso inevitable, en la medida que un hombre cree en una lógica
histórica inevitable”. Agrega Camus: “El siglo XVII ha sido el de las
matemáticas, el XVIII el de las ciencias físicas y el XIX el de la
biología. Nuestro siglo XX es el del miedo”. En 1942, Albert Camus
perfila en el relato “L’eétranger” (indicativo del extraño o extranjero)
el tipo de persona indiferente, que se ha transformado a sí mismo en un
objeto, que Sartre había concebido en 1932.
En el desmedrado infierno
de la existencia pequeño burguesa, el “héroe” de este relato, Meursault,
se ha convertido en un pequeño “hombre sin cualidades”; arrastrado sin
percatarse de ello por la corriente de las cosas; su jefe quiere
mandarlo a París, pero sólo sostiene: “Le dije que sí, pero que en el
fondo me daba lo mismo. Entonces me preguntó si no me interesaba un
cambio de vida. Yo le respondí que no se cambia nunca de vida, que en
todo caso todas son por el estilo y que la mía aquí no me desagradaba
nada... Por la tarde vino a buscarme María y me preguntó su quería
casarme con ella. Le dije que me daba igual y que podríamos hacerlo si
ella quería. Entonces quiso saber si yo lo quería, a lo que contesté,
como ya había hecho otra vez, que eso no significaba nada, pero que
desde luego no la quería. Entonces, ¿por qué te ibas a casar conmigo?,
dijo. Yo le expliqué que eso no tenía ninguna importancia y que si
quería podíamos casarnos...”. En esta perspectiva, el suicidio fue para
Albert Camus el único problema verdaderamente serio. Esto por cuanto el
hombre llama al mundo para darle sentido, pero su llamada choca contra
un sentimiento irracional que tienta al suicidio. Concluye Albert Camus:
“La única rebelión coherente es entonces el suicidio”. Precisa Albert
Camus: “La conciencia nace con la rebelión… La rebelión humana termina
en revolución metafísica… La rebelión metafísica es el movimiento por el
cual un hombre se alza contra su situación y la creación entera. Es
metafísica porque discute los fines del hombre y de la creación… La
rebelión fractura al ser y le ayuda a desbordarse… Yo me rebelo, luego
nosotros somos”. Advierte asimismo que “si no se cree en nada, si nada
tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada
tiene importancia… En este “todo está permitido” comienza verdaderamente
la historia del nihilismo contemporáneo”. Por consiguiente, Albert
Camus consigna que la “inmanencia, sin duda, no es ateísmo provisional” y
sentencia: “La revolución del siglo XX mata lo que queda de Dios en los
principios mismos y consagra el nihilismo histórico”.