3.12. Walter Benjamin
Walter
Benjamin (1892 - 1940), de origen judío y cercano al marxista Georgi
Lukács que orientaría al neomarxismo de la “Escuela de Frankfurt”,
desarrolla la perspectiva del “utopismo negativo”. Entonces, articulando
discursivamente categorías del marxismo, de la mística judía, del
barroco alemán y la poesía de Baudelaire, Walter Benjamin sostiene la
idea del tiempo concebido como sucesión, como un “diagrama evolutivo”.
El tiempo se separa abruptamente del despliegue lineal que articula de
una vez y para siempre la trama del pasado, presente y futuro. Benjamín
habló entonces del “tiempo-ahora”, el instante del peligro donde puede
apreciarse aquello que salva. En esta perspectiva, el pesimismo frente a
la decadencia de un modelo civilizatorio lleva a Benjamín a formular la
necesidad de un “nuevo barbarismo” que sea capaz de sepultar la idea
decimonónica de un progreso “continuo hacia la felicidad”. Afirma
Benjamín: “¿Barbarie?. Así es de hecho. Lo decimos para introducir un
concepto nuevo, positivo de barbarie. ¿A dónde le lleva al bárbaro la
pobreza de experiencia?
Le lleva a comenzar desde el principio; a
comenzar de nuevo... Entre los grandes creadores siempre ha habido
implacables que lo primero que han hecho es tabla rasa. Porque querían
tener mesa para dibujar, porque fueron constructores”. Entendiendo que
sólo aquellos para los que la historia resulta “intolerable” poseen un
sentido histórico, Benjamín la concibe como el último refugio de los
vencidos y cual “construcción” establecida desde lo fragmentario, donde
lo pleno es el “tiempo-ahora”. Esto implica pues un radical rechazo al
gran relato decimonónico del progreso y a la idea de la continuidad,
donde, precisamente es “lo intolerable” aquello que nos coloca delante
de la catástrofe. Por extensión necesaria, Benjamín establece: “La
reacción de progreso, tiene que fundarse en la idea de la catástrofe:
que todo siga igual, eso es la catástrofe”. Benjamin se concentrará en
analizar la tecnología como instrumento de poder y cual factor
determinante respecto de la cultura y la autonomía social. Considera que
el desarrollo tecnológico diseñado desde las posiciones de poder,
acentúa el poder de control, hasta el mismo sentido de la innovación.
Ello por cuanto la técnica dirige la comunicación hacia la masa, de modo
que se revela como instrumento de control. Asimismo, Benjamin aprecia
que el valor de la experiencia colectiva se diluye en la soledad del
consumo técnico, en la “experiencia tecnológica”. La toma de conciencia
basada en la experiencia es sustituida por la inducción a una
construcción artificial de la realidad. Walter Benjamín concluyó que la
“verdad nunca entra en ninguna relación, y mucho menos en una relación
intencional. El objeto del saber, en cuanto determinado por la
intencionalidad del concepto, no es la verdad. La verdad es una esencia
no-intencional”. Aprecia Benjamin que “la autoalienación de la humanidad
ha alcanzado un grado tal que (el hombre) puede experimentar su propia
destrucción como un placer estético de primer orden”.