jueves, 23 de enero de 2020

3.9. Jean Paul Sartre

3.9. Jean Paul Sartre

 
J.P. Sartre (1905 - 1980) desarrolla sus postulados a partir de las fuentes generales del existencialismo. Afirma así que la existencia precede a la esencia, razón por la que el hombre se va creando libremente en el devenir del tiempo, utilizando el método de lo inmediato. A partir de la afirmación: “Soy inaccesible para lo sagrado”, Sartre afirma: “No hay diferencia entre existir y autoelegirse”. Así, la existencia implica libertad y conciencia. Dirá: “Existencia es lo que nunca es objeto; es el origen a partir del cual yo pienso y actúo, sobre el cual hablo en pensamientos que no son conocimiento de algo: “existencia” es lo que se refiere y relaciona consigo mismo y, en ello, con su propia trascendencia... El tiempo no es sólo transcurso, sino manifestación de la “existencia”, la cual se conquista en el tiempo por virtud de sus decisiones... La “existencia” es el ser de la libertad. El ser objetivo (mecanismo, vida y conciencia) es dado. Pero yo como “existencia” soy origen; desde luego, no origen del ser en general, sino origen para mí en la existencia empírica”. Por tanto, el hombre existe en la medida en que se rige y se hace a sí mismo por medio de sus elecciones libres; igualmente, en la medida en que se posee a sí mismo por la conciencia. 


Sartre consigna así que, en el hombre, “la existencia precede a la esencia”, razón por la que el hombre es libertad. Afirma Sartre: “La libertad humana precede a la esencia del hombre y la hace posible; la esencia del ser humano está suspendida de su libertad. Lo que llamamos “libertad” no puede, por tanto, ser distinguido del ser de la “realidad humana”. El hombre no “es” primero, para ser libre después, sino que no hay diferencia entre el “ser” del hombre y su “ser libre”. Sartre parte de la premisa de la nada. Afirma que el hombre es conciencia, que es acción libre, que es la nada, y tiene por finalidad llegar a un ser cerrado, incomunicable, donde ya no pueda caber la nada. Pero según el mismo Sartre el hombre está condenado a ser libre, esto es, a ser nada. De allí que la existencia del hombre carece de sentido pues nunca llegará a su finalidad. En 1942, Sartre termina su escrito “El Ser y la Nada sentenciando: “El hombre es una pasión inútil… El hombre es una cuerda entre la bestia y el sobrehumano, una cuerda sobre el abismo”. Por otra parte, Sartre sostiene que pensar en un ser trascendental, conciente de sí mismo, encierra un absurdo pues la conciencia nunca puede ser de sí misma sino de algo pasado. Afirma pues Sartre que la idea de Dios es un absurdo y concluye: “Dios no existe, todo está permitido”. Con tal aserto sartreano no hay pues diferencia entre lo bueno y lo malo. El hombre sólo tiene como única obligación moral el elegir constantemente ser lo que quiera ser, procurando necesariamente llegar a “ser en sí”, sin lograrlo jamás. El obrar inmotivadamente podría ser pues la única norma de moralidad o conciencia de buena fe. El existencialismo sarteano es por ende relativista pues no hay reglas de conducta moral que deriven de una ley moral natural. Precisa Sartre que el hombre es “el ser que no es lo que es y que es lo que no es”. El ser “en sí”, es el ser bruto, incapaz de tomar conciencia de sí mismo. Del ser “en sí” surge el ser “para sí”. Gracias a la conciencia se realiza el permanente paso del “en sí” en “para sí”. Entonces, como la conciencia es la proyección hacia adelante de uno mismo, ésta viene a ser, sin más, acción pura. Expresa Sartre: “La conciencia es acción y nada más”. De esta forma, el cesar de actuar implica la cesación del ser. Por extensión, el ser humano no es algo estático; el hombre es lo que ha resuelto ser y llega a ello mediante la autodeterminación. “El es su existencia; él es lo que él hace”. Por tanto, el paso del “en sí” al “para sí” no perfecciona al ser, sino que lo reduce a una constante acción que al desarrollarse en el tiempo se transforma en pura duración. Así, el ser es por consecuencia una permanente duración, un mero paso del “en sí” al “para sí”. Sartre sostiene que la noción de “condición humana reemplaza a la naturaleza humana… (es) otra forma de naturaleza humana; es una naturaleza – condición... que no se define simplemente como tipo abstracto de naturaleza, sino que se revela por algo mucho más difícil de formular por razones que... son históricas... es la historia quien hace a los individuos”. Enseña pues Sartre: “No hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla... El hombre no es otra cosa que lo que él se hacer... El hombre es ante todo un proyecto... nada existe previamente a este proyecto”. Sartre insiste: “El hombre es libre y... no hay ninguna naturaleza humana… No hay una naturaleza humana superior a él”.Entonces, para Sartre: “No hay una condición humana en general”. Sartre señala: “Dostoievski escribe: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido... El hombre es libre, el hombre es libertad”. Por tanto, “si he suprimido a Dios padre, es necesario que alguien invente los valores... nosotros inventamos los valores... la vida, a priori, no tiene sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada... el valor no es otra cosa que este sentido que ustedes eligen…. Si los valores son vagos, y si son siempre demasiado vastos para el caso preciso y concreto que consideramos, sólo nos queda fiarnos de nuestros instintos... lo que importa es el sentimiento: debería elegir lo que me empuja verdaderamente en cierta dirección”. En consecuencia, “ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer... Los límites no son ni subjetivos ni objetivos, o más bien tienen una faz objetiva y una faz subjetiva... no son nada si el hombre no los vive… En el punto de partida no puede haber otra verdad que ésta: pienso, luego soy”. Indica categóricamente Sartre: “Se trata de una moral de la libertad”. En síntesis, en el pensamiento de Sartre no hay una visión trascendente, el mismo existir no tiene sentido. En su novela “La Náusea”, Sartre sentencia: “Cuando el hombre se pregunta lo que es y considera el mundo que lo rodea, se siente invadido por un sentimiento irresistible de lo absurdo, de la náusea y de la angustia.” Agrega: “Sentimos lo que nos rodea como absurdo porque somos incapaces de explicar su existencia... todo lo que existe nos parece sin razón, sin un fundamento, sin meta. Bien podría no existir nada o que todo fuese distinto... ¿Por qué existimos nosotros mismos? No lo sabemos. En realidad: estamos de más”. Por voz del protagonista de “La Náusea” Sartre afirma: “Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros; cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto a los otros. De más: fue la única relación que pude establecer entre los árboles, las verjas, los guijarros... de más el castaño, allí frente a mí...”. Agregará Sartre: “Yo, flojo, lánguido, obsceno… removiendo melancólicos pensamientos, también yo estaba de más… Soñaba vagamente en suprimirme para destruir por lo menos una de esas existencias superfluas. Pero mi misma muerte habría estado de más… la carne carcomida hubiera estado de más en la tierra que la recibiese… Cuando consideramos la realidad desnuda, siento náuseas”. Sartre termina proclamando que el sufrimiento máximo es el vivir con los demás seres humanos. Sentencia Sartre: “El infierno son los demás… el verdugo es cada uno de nosotros para los demás”. No sin razón Jean Paul Sartre sentencia: “El mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sin el hombre”. Si bien después de la guerra Sartre rechazó el marxismo, después evolucionó y terminó admirando a la Unión Soviética (URSS) y, en 1954, llegó a sostener: “Existe en la URSS total libertad de crítica”. Para él, los actos cometidos por el comunismo soviético sólo eran “errores”. Es más, en referencia a la conducta brutal del comunismo soviético, Sartre sólo lo concebía como “los excesos de poder”. Es en este contexto que se producen las acciones del movimiento juvenil de mayo de 1968 en Francia. Sartre dirá: “Los estudiantes representan la única fuerza antiburguesa de nuestros fofos países occidentales... Para ellos... lo que se debe abolir es la estructura social misma, pues permite el ejercicio del poder”. En 1975 sentencia Sartre: “Todos los poderes se han eliminado porque cada individuo tiene plena posesión de sí mismo”.