6.4. Félix Guattari
Evidenciando
una expresa finalidad político revolucionaria y de acuerdo a los
parámetros del deconstruccionismo, Félix Guattari conforma un sistema
teórico - práctico de carácter estratégico destinado tanto a superar el
referente histórico del “socialismo real” como a definir una “nueva
política revolucionaria”. Rechazando toda disociación entre acción
social o política y práctica analítica, siguiendo el diseño y lógica de
Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Jean Francois Lyotard, y Michel
Foucault, Guattari procura la “fundación de otra política”, la cual debe
conducir a “pensar y vivir de otra manera”, además de permitir la
“recomposición del movimiento”. Félix Guattari, asumiendo la naturaleza
misma del poder del Estado y sus relaciones con el conjunto del campo
social, en función revolucionaria procede a configura una “cartografía” o
mapa de las correlaciones de fuerzas. Así, a partir de ésta, diseña un
“diagrama” o plan de acción de deconstrucción del poder sistémico
encarnado en el Estado.
Entonces, entendiendo que la palabra
“territorio” corresponde al concepto de poder, la estrategia
deconstruccionista de Guattari concibe el desencadenamiento de un
proceso de integral y permanente “territorialidad”,
“desterritorialización”, “reterritorialización” y nueva
“territorialización”. Este consiste en un proceso de apropiación -
expropiación de la subjetividad de los sujetos en orden a permitir la
destructuración del sistema de poder dominante, lo cual implica
conferirle nueva integridad ideológica o nuevo sentido a las cosas, para
su reintegración como nuevo poder. Comprendiendo la sociedad como
realidad polisemiótica, este proceso es realizado mediante la activación
y articulación de distintos “segmentos” o “movimientos” (imaginarios,
estéticos, sexuales, tecnológicos, económicos, etc.). Los “segmentos”
constituyen “fisuras” que operan desde los “pliegues” sistémicos como
“agenciamientos” o heterogéneos “coeficientes de libertad” que,
constituyendo partículas que actúan focalmente, producen “esquizes”, es
decir, cortes o quiebres del sistema de dominio. Su praxis de ruptura
produce un flujo de “transversalidades” que, en conjunto, conforman un
nuevo tipo de “andamiaje referencial”, el cual posibilita la formulación
de nuevas propuestas y la fundación de nuevas “composiciones de
existencia”. De esta forma, el sistema molecular constituye un devenir
que, en tanto proceso disipativo, deconstruye el orden molar dominante y
constituye uno sustitutivo. En este sentido, actuando desde la
“marginalidad”, los “agenciamientos” son acciones de “empoderamiento”
destinadas a realizar la “producción de liberación” y generan “flujos
semióticos y materiales que cambian la subjetividad” del sistema social.
Los “agenciamientos” van “construyendo” un “nuevo imaginario”, el cual
crea “nuevas subjetividades, nuevos deseos, nuevas conciencias (y)
nuevos comportamientos”. Esta praxis se dirige a forjar el progresivo
agotamiento y derrumbe de los viejos mitos de referencia, para crear
“conviviavilidades antropológicamente pertinentes”. De esta forma, sin
más se produce pues una “reapropiación - expropiación” de los términos
sociales y una liberación de significantes y significados. Se verifica
por tanto una “inversión” de principios y valores predominantes, proceso
que equivale a una suspensión y anulación del sistema de poder vigente.
El deconstrucionismo concibe así, no una acción de “destrucción del
poder”, sino una acción “performativa” de “deconstrucción del poder”. En
términos actuales, Félix Guattari sostiene que el fenómeno imperialista
del sistema de “capitalismo mundial integrado”, debe ser resistido,
confrontado, descompuesto y superado mediante una política de poder
plasmada en una estrategia de “revolución molecular disipada”. Se trata
de una “desterritorializacion del capitalismo sobre sí mismo”. El
deconstruccionista Félix Guattari sostiene que a este efecto se han de
constituir “nuevas máquinas de guerra revolucionaria” plasmadas en
nuevos “agenciamientos de deseo y lucha de clases”, capaces de superar
las “clausuras” sistémicas. Sosteniendo el deconstruccionismo que todos
los engranajes sociales - institucionales constituyen “puntos de
catástrofe” que actúan como “fisuras” o “quiebres” del sistema de poder
imperante, estos “nuevos aparatos de guerra” deben ejecutar una
“violencia fundadora”. Por tanto, en un marco de “nuevas alianzas”, se
han de “redefinir los derechos del hombre” y, bajo las consignas de la
diversidad y tolerancia, se procurará transformar esencialmente “las
relaciones cotidianas entre hombres y mujeres, las relaciones homo y
heterosexuales, las relaciones familiares, las relaciones entre adultos y
niños… la vida personal y el tiempo libre”. Con este objetivo, las
fuerzas revolucionarias proceden al “levantamiento de máquinas
revolucionarias políticas, teóricas, libidinales y estéticas”, cuyo
objeto es el control y dirección del “inconsciente social”, esto es, del
sistema cultural. Precisamente, estas “máquinas” son concebidas como
“agenciamientos colectivos de enunciación” que, utilizando los múltiples
“espacios de libertad”, actuarán “micro-políticamente”, vale decir,
local y cotidianamente, provocando “rupturas” que gradual, progresiva y
consistentemente van descomponiendo la maquinaria totalitaria dominante.
Proclamando que “la fuerza es el cuerpo”, se intentará romper la
predeterminación ideológica existente respecto de las jerarquías del
saber, del sexo, etc., provocando con ello una “perturbación del
funcionamiento normal” pues interrumpirán “los procesos de cooperación y
producción social” propios del sistema dominante. Entonces, por medio
de la afirmación de “flujos, territorios, máquinas y universos de
deseos” se produce una acción de “subversión” que va desplazando el
sistema de dominio y, simultáneamente, sustituyéndolo por una
“democracia radical” que en el tiempo conducirá a una “renovación de los
mecanismos constitucionales” y a una “refundación de la democracia”. De
esta forma, la acción de “revolución molecular disipada” impulsa
tranformaciones sociales y políticas a gran escala y permite configurar
un “nuevo modo de organización social y política”. Félix Guattari
aprecia que “la cisura terrorista de origen proletario de los años 70 se
ha vuelto… mortalmente peligrosa para el auge de los procesos
revolucionarios que habían comenzado a destotalizar, a
desterritorializar los estratificaciones del poder”. Sin embargo, a la
vez sentencia: “El problema del recurso a la fuerza no ha desaparecido
sin embargo de nuestro horizonte”. Indica así: “1848, 1870, 1917… La
revolución ha comenzado el 68… Además, el eterno Lenin: “En el principio
fue la acción”. Démonos prisa”. En síntesis, el deconstruccionista G.
Deleuze (1925 - 1995) definitivamente llama a: “Acribillar la razón...
regresar a una prerracional… (y) seguir la ley de no obedecer la ley”.
Sin más, George Bataille, quien articulando izquierdismo con un
esoterismo que amalgamaba gnosticismo, mística cristiana, hinduismo,
budismo zen, yoga, zoroastrismo, tantrismo y satanismo forzará la
superación del estructuralismo y proyección del deconstruccionismo, ya
sentenciaba en los años treinta: “Nuestra existencia es la condenación
de todo lo que es reconocido hoy, una exigencia interior quiere que
seamos igualmente imperiales. Lo que emprendemos es una guerra…”. De
hecho, Georges Bataille proponía como preparación a “una vehemente y
sangrienta revolución” el crear organizaciones cuyo fin fuera el éxtasis
y el frenesí, el sacrificio de animales, las torturas parciales y las
danzas orgiásticas de las religiones de fuego, sangre y terror. Centrado
en el erotismo donde las escenas de sexo debía provocar sensaciones de
repugnancia y horror, la exaltación de la crueldad llevaba Bataille al
límite extremo de la muerte en un “tormento de orgías… el goce de la
tortura… (y) la práctica de la alegría frente a la muerte”.