3.13. Emile Cioran
En
esta misma perspectiva, el rumano Emile Cioran (1911 – 1995), cual
“místico sin dogmas ni creencias, sin dioses… prosista demoledor” que
pretende “desfascinar” para hacer despertar y exaltar una intensa
retórica acerca “del inconveniente de haber nacido”. Cioran proclamará
sin más: “En mis ataques de optimismo, me digo que mi vida ha sido un
infierno, mi infierno… Toda utopía que comienza a realizarse parece un
sueño cínico… Todo proyecto es una forma camuflada de esclavitud… La
muerte es lo más sólido que ha inventado la vida… El hombre es
inaceptable”. Emile Cioran afirma: “La soledad es insoportable… Surge
entonces la rabia ante la impotencia, y la agresividad… Me siento solo
aún cuando no estoy solo… Nunca he pedido estar aquí y aún estando aquí,
sólo pienso en cómo salir, sin hacer ruido, sin que se note mi
ausencia, como si nunca hubiera estado. Y de esa manera, sentir la
ilusión de no haber existido nunca”. Cioran plantea entonces: “La resaca
y el cansancio hacen que esté tirado como un muerto en el sillón
mirando la tele aunque me importe una mierda lo que estén echando en
ella. Sin embargo, hoy me he levantado de muy mala leche, y con impulsos
homicidas y suicidas.
Ha aflorado mi odio a este mundo y a esta vida y a
mi mismo por estar en ella…. Tengo ganas de llorar pero no lo consigo,
la rabia me lo impidan, desearía golpearlo todo y tirarlo por la ventana
y luego yo detrás, pero vivo en un primero, ¡no vale la pena!. Odio y
rabia, tristeza y derrota, cansancio y resaca, todo esto a la vez es lo
que siento, y la verdad, levantarse así es asqueroso, o mejor dicho,
levantarse a un nuevo día es asqueroso”. Reclamará por tanto Cioran:
“Nos echan a este mundo, y nadie nos ha preguntado si queríamos nacer…
ingenuo pensamiento el que dice que la vida es un don, algo que
deberíamos agradecer cada día que nos despertamos y cada día que pasamos
y seguimos aquí... Yo pienso… que también puede ser una carga, una
pesada carga, que día a día algunos de nosotros llevamos encima sin
poder quitárnosla, pero deseando hacerlo… La sociedad tal como es ahora,
no me gusta, vivo en ella porque no me queda otro remedio, y porque al
mismo tiempo que la aborrezco, la necesito para subsistir. Pero no me
gusta… Deberíamos pararnos en seco y mirar atrás, mirar lo que vamos
dejando a nuestra espalda, recapacitar y meditar en si realmente estamos
siguiendo el camino correcto, o por el contrario, estamos destruyéndolo
todo a nuestro paso… Mi pesimismo, como le llaman los demás, o lucidez,
como le llamo yo, es una pesada carga que tampoco pedí llevar. Es
difícil vivir así… levantándome cada día, ir al trabajo y colaborar en
algo que no deseo que siga así, sino aniquilarlo. La aniquilación es
renovación, porque al final de ella, la vida (esa eterna inmortal)
vuelve a resurgir... Si tuviese el poder, destruiría al hombre,
limpiaría de la tierra su huella y la dejaría libre para que la
naturaleza recupere lo que siempre ha sido suyo… Porque no considero que
el hombre sea un ser superior… allí donde toca, la caga. Dejando un
montón de mierda a su paso”. Insiste Cioran: “¿Por qué estoy aquí?...
¿Por qué padres me obligasteis a nacer?... La vida es una mierda… La
sociedad nos impone una rutina, unas obligaciones, unas normas, unas
prohibiciones... Es difícil vivir, es un sinsentido, esto no es vida, y a
veces pienso que para vivir así, mejor no vivir… No sabemos cual es la
solución porque no la hay... en fin, vivo aburrido y escéptico. ¿La
amistad? ¿el amor? ¿la familia?, conceptos que poco me dicen ya…. El
hombre está condenado a no vivir en paz nunca…”. Emil Cioran aprecia
así: “No existe un dios, no existe un diablo, estamos solos ante nuestro
destino… El hombre es un gran fallo en la naturaleza… Cuando hace años
tuve la lucidez de intentar suicidarme, ese creo que fue el momento más
pleno y consciente de toda mi vida, el más real y más consecuente. Nada
hay en esta vida que pueda llenar este enorme e insaciable agujero negro
que anida en mi interior, todo se lo traga y desaparece como si nunca
hubiese existido. El vacío es mi sino y mi sentido de vivir… La vida no
es gran cosa… porque nada somos y en nada nos convertiremos, por los
siglos de los siglos hasta el final de esta mierda de mundo”. Precisa
entonces Cioran: “La gente me produce asco, tengo asco hasta de mi
mismo. Deseo una destrucción completa de todo lo humano, incluidos ellos
e incluido yo, ya que no soy especial ni mejor que ellos. Soy una
mierda más puesta en este mundo sin mi aprobación… Ningún sentido tiene
seguir sufriendo y siguiendo una rutina estúpida que no nos conduce a
nada. Mierda de vida, mierda de sociedad, mierda de gente, mierda de
sistema,... Mierda, mi palabra favorita, sólo ella es capaz de describir
sin esfuerzo mis pensamientos…”. Concluye por tanto Cioran: “Para ser
libre realmente, sólo hay una solución: la muerte. Aunque no haya nada
después de ella… es la única salida para ser libre, realmente libre. Se
terminan entonces las ataduras, trabajar, pagar, llorar, sufrir, reír,
soñar, enfermar, el miedo, el amor, el odio… Sólo necesito el método
adecuado y podré hacerlo, porque hasta ahora, he fallado… La consolación
por el suicidio posible amplía infinitamente esta morada donde nos
ahogamos… Quien no haya concebido jamás su propia anulación, quien no
haya presentido el recurso a la cuerda, a la bala, al veneno o al mar,
es un recluso envilecido o un gusano reptante sobre la carroña cósmica…
¿hay mayor riqueza que el suicidio que cada cual lleva en sí? ”. Emil
Cioran especifica: “Si las religiones nos han prohibido morir por
nuestra propia mano, es porque veían en ello un ejemplo de insumisión
que humillaba a los templos y a los dioses. Cierto concilio consideraba
el suicidio como un pecado más grave que el crimen, porque el asesino
puede siempre arrepentirse, salvarse, mientras que quien se ha quitado
la vida ha franqueado los límites de la salvación. Pero el acto de
matarse ¿no parte de una fórmula radical de salvación? Y la nada, ¿no
vale tanto como la eternidad? Sólo el existente no tiene necesidad de
hacer la guerra al universo; es a sí mismo a quien envía el ultimátum.
No aspira ya a ser para siempre, si en un acto incomparable ha sido
absolutamente él mismo. Rechaza el cielo y la tierra como se rechaza a
sí mismo. Al menos, habrá alcanzado una plenitud de libertad inaccesible
al que la busca indefinidamente en el futuro... Ninguna iglesia,
ninguna alcaldía ha inventado hasta el presente un solo argumento válido
contra el suicidio… la muerte como prueba de su madurez…nos falta… el
fasto antiguo del arte de perecer. Rutinarios de la desesperación,
cadáveres que se aceptan, todos nos sobrevivimos y no morimos más que
para cumplir una formalidad inútil. Es como si nuestra vida no se
atarease más que en aplazar el momento en que podríamos librarnos de
ella”. Aprecia finalmente Cioran: “Soy egoísta, dicen, y lo reconozco.
Sólo pienso en mí, no hago más que quejarme, sin pensar en que los demás
también sufren... Pues si también sufren y quieren acabar con esa
agonía, ¿qué coño estamos haciendo?, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y
lo cambiamos todo? o mejor, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y nos
autoexterminamos todos?... ¿Por qué me siento tan asfixiado? ¿por qué
tan aislado? ¿por qué tan agobiado?... ¿Quién me ha enseñado a ser así?,
¿por qué he elegido este camino de penuria y sufrimiento?... ¿Alguien
me podría ayudar?, sólo me gustaría ser idiota para no preocuparme
tanto, o ser tan inteligente que desde mi superioridad no me afecte
tampoco la mediocridad y la rutina… ¿Alguien emplea continuamente la
palabra “vida”? Sabed que es un enfermo… ¿Occidente? Una posibilidad sin
futuro”.