3.2. Arthur Schopenhauer
Desde
principios del siglo XIX, con la publicación de “El mundo como voluntad
y como representación” en 1818, Arthur Schopenhauer (1788 – 1861),
discípulo de Kant, se distancia del mundo de la razón, de la ciencia y
de la técnica, que para él es el mundo del egoísmo social, no para
volver a un orden social imposible, sino para invocar la vida y el
deseo, es decir, lo que es impersonal en la experiencia vivida y no lo
que es conciente y voluntario. Influenciado por el orientalismo
romántico y su idea del renunciamiento, Schopenhauer contrasta la fe
iluminista en la razón con la versión mítica de la sabiduría oriental.
Se trata de destruir el yo y la ilusión de la conciencia así como de
desconfiar de la ilusión de orden social que protege únicamente los
apetitos egoístas. Schopenhauer afirma así que el mundo, como
representación, es una creación de nuestro limitado yo. El mundo es por
tanto una ilusión y un sueño; es la proyección de nuestros temores y
esperanzas.
Concluye pues Schopenhauer que la única realidad es la
voluntad humana. Afirma: “El mundo no es más que mi voluntad”. Pero
observa que la voluntad subjetiva humana es la fuente de toda lucha, sea
por dinero, amor o poder y, a la vez, por tal razón es fuente de
nuestra angustia, desdicha y dolor, pues es un deseo siempre
insatisfecho. Si la realidad es manifestación de una fuerza ciega
infinita que se multiplica gradualmente en los individuos del mundo
ilusorio de la representación, el hombre, en cuanto que es la
individuación conciente de esa voluntad infinita, está destinado a
sufrir. Así, todo sentimiento positivo es dolor y el placer no es sino
ausencia de dolor. De allí que el ser humano debe aprender a abandonar
la voluntad, renunciando a ella para escapar de la “enfermedad”, esto
es, de nuestra vida en el mundo. No hay más liberación que la anulación
de la voluntad de vivir y del propio yo. Por tanto, según Schopenhauer,
la existencia es el mal y debe ser negada y suprimida desde sus mismas
raíces. El objetivo del sabio es alcanzar el Nirvana o “vacío”,
expresión de la liberación final de la voluntad y del deseo que conduce a
la extinción y a la muerte. Es un anularse a sí mismo, eliminar el
“Weltschmerz” o dolor por el mundo y perderse en la unidad cósmica.
Schopenhauer apunta su filosofía del renunciamiento tanto contra el
Iluminismo con su falso optimismo e inútil fe en la razón y el progreso,
como contra la tradición judeo – cristiana que aparece como aliada del
racionalismo. Ambas manifestaciones exhortan al hombre a luchar por su
salvación en este mundo, fuera por el racionalismo científico o por
adhesión a la ley religiosa. Sostiene entonces Schopenhauer que el arte
es el camino de salvación. Ello por cuanto el arte es un modo de conocer
el mundo de un modo inmune a los implacables deseos del yo. Mediante la
experiencia estética experimentamos de nuevo el mundo y momentáneamente
nos liberamos de la cárcel de la voluntad y el deseo. El arte, en
especial la tragedia y la música, proporciona la primera liberación, ya
que anula el yo, sumergiéndolo en la voluntad universal, en el eterno
dolor colectivo. Con todo, Arthur Schopenhauer consideraba que los
peores rasgos de la civilización occidental tienen raíces judías.
Schopenhauer cita la obra de Arthur de Gobineau y compartirá con él: “El
hombre es el animal malvado por excelencia”. Sentencia entonces
Schopenhauer: “El verdadero sentido de la tragedia es la comprensión de
que lo que el héroe expía no son pecados individuales, sino el pecado
original, la culpa de vivir… A nada se parece tanto nuestra existencia
como al resultado de un paso en falso y de unos apetitos merecedores de
castigo”. Precisará Schopenhauer: “Cada uno cazador, y cada uno cazado,
conflictos, penurias, miseria y angustia, gritos y llanto, y así va
adelante el mundo in saecula saeculorum, o hasta que se rompa un día la
corteza del planeta”. Sentenciará finalmente Schopenhauer: “Qué
naturaleza horrible es esta, a la cual nosotros pertenecemos… No debemos
alegrarnos de la existencia del mundo, sino afligirnos – que su no
existencia sería preferible a su existencia -: que él es algo que en el
fondo no debería ser… El delito mayor del hombre es haber nacido… La
vida no debería ser”.