Por: Alberto Buela
Con motivo de un largo reportaje que me hizo el muy buen politólogo
Arnaud Imatz para una revista parisina de historia, y como algunas de
mis respuestas me parecieron incompletas en el aspecto económico sobre
los tres siglos de dominación española sobre América, es que redactamos
el siguiente texto.
Es sabido que Cristóbal Colón llegó a las playas de Santo Domingo en
1492 y que por veinte años la explotación de América y los americanos
fue cruel y ruda. Es el famoso sermón del 21 de diciembre de 1511 de
fray Antonio de Montesinos en donde acusa a las autoridades españolas: “que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”,
que llama la atención del rey y del gobierno español sobre la situación
de explotación de los indios americanos, contraviniendo las órdenes
expresas de protección a la población nativa dadas por Isabel la
Católica.
Los próximos cuarenta años, hasta las juntas de Valladolid en
1550/51, España realiza el esfuerzo más grande que haya realizado un
pueblo en la historia de la humanidad: descubre, conquista, coloniza y
organiza política y económicamente un territorio de 20 millones de
kilómetros cuadrados.
Tomamos la fecha de las juntas de Valladolid de manera emblemática
porque son la culminación de un proceso de discusión sobre los justos
títulos que tiene España sobre América y las condiciones de los indios.
En realidad entraron en discusión los proyectos o modelos de qué hacer
con América. Y así Ginés de Sepúlveda va a sostener que el indio no es
intrínsecamente malo sino que es su cultura la que lo pervierte. La
conquista encuentra un fundamento moral. En contraposición Las Casas va a
sostener que las costumbres de los indígenas no son más crueles que las
del pasado de España. Aparece también el proyecto de Pedro de Gante y
sus escuelas y de Vasco de Quiroga y sus ciudades hospitales, que
consideran a América y a sus indios una especie de paraíso terrenal.
Finalmente tenemos el proyecto para América de Francisco de Vitoria y su
escuela de Salamanca con teólogos de la talla de Domingo Soto y Melchor
Cano que buscan una organización jurídica de América e inauguran el
derecho internacional público.
Esta última es la postura adoptada por Carlos V, que dicho sea de
paso, fue el único emperador en el mundo que se planteó seria y
detenidamente el tema de sus justos títulos. Tan así es que estando en
Barcelona estuvo a punto de renunciar a América.
Según el profesor colombiano Luis Corsi Otálora, especialista en
historia de la economía, América fue para España una sangría económica.
Y más allá de las inversiones puntualmente computadas y establecidas
por el profesor Otálora, vemos cómo los hechos históricos así nos lo
indican.[1]
España utilizó en América el sistema de monopolio comercial, esto es,
se presentó como dueño exclusivo del comercio con América, pero eso
nunca representó la dependencia comercial de América hacia España. Y
ésta ha sido la gran paradoja económica americana.
Porque América fue, desde poco menos que del principio de la
conquista y colonización, autárquica. Se bastó a sí misma en orden a la
producción de alimentos e industrias.
Durante el reinado de Felipe II se vino abajo el poderío marítimo
español con el desastre de la Armanda Invencible en 1588. Se produce una
segunda paradoja. Que España, la potencia mundial de la época, quedó
sin marina para defender sus colonias y al mismo tiempo marca el
comienzo del poderío inglés como “los espumadores de mares”.
Esta falta de poder marítimo español originó la creación del régimen
de “galeones”, enormes navíos que muy custodiados partían, generalmente,
de un puerto único (Santo Domingo en el Atlántico o Manila en el
Pacífico) a un puerto único, generalmente, Cádiz.[2]
Fue la forma que encontraron las autoridades españolas de defender el
tráfico comercial entre las colonias y la metrópoli del azote de los
piratas ingleses, holandeses y daneses que infectaban los mares.
Esta reducción del comercio hispanoamericano a una flota anual de
galeones redujo sin quererlo la dependencia de la economía americana
respecto de España.
A la dificultad del transporte se unió otra causa que fue la masiva
importación de oro americano que produjo en el mercado español
incremento desmesurado del valor de las mercaderías, pero como el oro
quedaba en pocas manos, el hambre y la pobreza se generalizaron en la
propia España.
Sin embargo, los economistas españoles de la época pensaron que la
suba del precio de las mercaderías se debía a la salida de productos de
España para América, con lo cual limitaron la exportación a lo
indispensable. Comienza América a autoabastecerse para satisfacer las
necesidades del mercado interno con la multiplicación de industrias.
Como ha afirmado el estudioso Alfonso López Michelsen, quien llegó a ser presidente de Colombia: “La
paz, la cultura y el progreso de nuestro continente durante los siglos
XVI, XVII y XVIII fueron el fruto de un intervencionismo de Estado
anti-individualista en toda la acepción del vocablo” [3]
El imperialismo inglés y la independencia americana
Hasta mediados del siglo XVIII los productos americanos competían con
los fabricados en Inglaterra pero con el surgimiento de la revolución
industrial (la aplicación de la máquina a vapor en la elaboración de
mercaderías, hilados y tejidos, sobre todo) hizo que se produjera más, y
a menos costo, con lo cual lo único que se necesitaba era encontrar
mercados de consumo.
En 1783 Inglaterra reconoce como Estado independiente a los Estados
Unidos que fija tarifas de aduana proteccionistas para sus industrias
por lo que respecto de América, a Inglaterra solo le queda Iberoamérica
como potencial mercado de consumo para la colocación de sus productos.
Desde comienzos del siglo XVII venía buscando la penetración o el
desmembramiento del imperio español en América desde un punto
exclusivamente militar pero sus acciones, en general, fueron rechazadas.
El fracaso más rotundo se produjo con la invasión por Cartagena de
Indias (Colombia) en 1741 cuando el almirante Vernon con una formidable
armada de 186 barcos (sesenta más que la Armada invencible), 2000
cañones y 24.600 combatientes, fue derrotado por Blas de Lezo con 6
barcos y 3600 hombres y el fuerte de San Felipe. Los ingleses perdieron
10.000 hombres y 1500 cañones Tuvieron 7500 heridos. Una veintena de
barcos quedaron inutilizados y muchos fueron incendiados por carecer de
tripulación.
En 1805 se produce la derrota naval franco española de Trafalgar que
deja los mares a manos de los ingleses. En 1806 y 1807 intentan la
conquista militar de Buenos Aires pero, una vez más fracasan. En 1807
asume como ministro de guerra británico Robert Stewart quien afirma: “hay que aproximarse como mercaderes y no como enemigos”.
Con motivo de la guerra de la Independencia de España contra los
franceses se firma en 1809 el tratado Apodaca-Canning que busca el apoyo
militar inglés y, a cambio, concede a éstos facilidades para su
comercio con América.
En julio de 1809 se llena el puerto de Buenos Aires de buques
ingleses llenos de mercaderías y el Virrey Cisneros y Mariano Moreno
(mentor de la independencia argentina) en representación de los
hacendados, abren el puerto americano al libre comercio con Inglaterra.
Las consecuencias son la destrucción de los talleres e industrias
locales, el empobrecimiento paulatino de la población, la declaración de
una Independencia ficticia, las interminables guerras civiles. En
definitiva, el enfeudamiento de Hispanoamérica al imperialismo inglés.
[1] Corsi Otálora, Luis: Bolivar: impacto del desarraigo, Ed. Tercer mundo, Bogotá, 1983. También: Independencia hispanoamericana ¿espejismo trágico?, Santiago de Tunxa, 2009
[2] Puede consultarse con mucho provecho el libro de José Javier Esparza La gesta española, Ed. Áltera, Barcelona, 2007
[3] Löpez Michelsen, Alfonso: El Estado fuerte, Ed. Populibro, Bogotá, 1966, p. 17