La enfermedad y la política
Resaltar negativamente la dolencia que alguien tiene para pisotear
espiritualmente su pensamiento, sus ideas y sus acciones, ha sido una
costumbre perversa a lo largo de estos años. Un mecanismo amoral que se
ha instaurado para derribar al contendiente, a quien dice algo tan
fuerte y concreto que no tiene posibilidad de ser refutado; logrando así
distraer la mirada ciudadana sobre el objeto de la polémica, para
prestar atención sobre cuestiones humanas y personalísimas, jugando con
el deseo perverso del ser humano por husmear detalladamente en la
intimidad del denunciante.
Esto no es nuevo, recordemos que en otro contexto, el odio hacia una mujer movió a seres humanos a escribir “viva el cáncer” en las paredes de la residencia presidencial de Av. del Libertador y Agüero en el Año 1952.
La frase estaba dirigida a la abanderada de los humildes, que moría por esa enfermedad a las 20 horas y 25 minutos del 26 de Julio de 1952 y por más que el reloj de la cúpula de la Iglesia San Agustín fue detenido a esa hora como muestra de luto de toda una nación, nada pudo borrar esa frase anónima, que mostraba el desprecio por un ser humano doliente, que tenía por toda culpa opiniones opuestas.
Hemos asistido a una serie de denuncias y confesiones sobre los dineros de los más íntimos allegados del matrimonio presidencial, donde aparecieron envíos de enormes caudales de dinero al exterior, cuentas en bancos extranjeros, empresas fantasmas y detalles de esos movimientos económicos confesados por sus protagonistas, se habló del peso en kilos del dinero como en el narcotráfico y las relaciones comerciales entre el poder y empresarios amigables.
Todos pensamos que la denuncia del periodista Jorge Lanata traería una respuesta por parte del gobierno, pero no fue así, no vino desde la Casa Rosada, sino de otro periodista, Luís Ventura, que no titubeó en afirmar que el denunciante es un consumidor de cocaína, tomando como referencia una confesión de aquel que describía la ya superada adicción a esa droga.
Esto no es nuevo, recordemos que en otro contexto, el odio hacia una mujer movió a seres humanos a escribir “viva el cáncer” en las paredes de la residencia presidencial de Av. del Libertador y Agüero en el Año 1952.
La frase estaba dirigida a la abanderada de los humildes, que moría por esa enfermedad a las 20 horas y 25 minutos del 26 de Julio de 1952 y por más que el reloj de la cúpula de la Iglesia San Agustín fue detenido a esa hora como muestra de luto de toda una nación, nada pudo borrar esa frase anónima, que mostraba el desprecio por un ser humano doliente, que tenía por toda culpa opiniones opuestas.
Hemos asistido a una serie de denuncias y confesiones sobre los dineros de los más íntimos allegados del matrimonio presidencial, donde aparecieron envíos de enormes caudales de dinero al exterior, cuentas en bancos extranjeros, empresas fantasmas y detalles de esos movimientos económicos confesados por sus protagonistas, se habló del peso en kilos del dinero como en el narcotráfico y las relaciones comerciales entre el poder y empresarios amigables.
Todos pensamos que la denuncia del periodista Jorge Lanata traería una respuesta por parte del gobierno, pero no fue así, no vino desde la Casa Rosada, sino de otro periodista, Luís Ventura, que no titubeó en afirmar que el denunciante es un consumidor de cocaína, tomando como referencia una confesión de aquel que describía la ya superada adicción a esa droga.
El haber tomado como referencia para la destrucción del adversario su enfermedad adictiva, es propia de aquellas personas que alejadas de lo moral utilizan cualquier argumento convincente pero falso, para desarticular y aplastar al oponente.
Despertamos, a partir de la nota de Ventura que el respeto, la moral y la honorabilidad han desaparecido o jamás estuvieron en el periodista y que no utiliza su pluma para reflejar la verdad, sino que la esgrime como arma letal que daña más que la cocaína, dado que la puñalada espiritual ha sido asestada por un “periodista sano”, tan “sano” como aquel que escribiera “viva el cáncer” a principios de los años 50.
Sin duda, Ventura, es un buen aprendiz de Aníbal Fernández, quien sabiendo mi condición de adicto recuperado, cuando me metió preso en 2008, esgrimió que lo hacía porque yo estaba totalmente borracho, haciendo mentir también al entonces Jefe de Prensa de la Policía Federal Argentina de apellido Rodríguez, lo que me sirvió para ganarle dos juicios penales.
Hoy, se cuida mucho desde el INADI las cuestiones discriminatorias y se sanciona con crudeza aquellas afirmaciones que dañan a las personas con cuestiones como la religión, la sexualidad, la clase social o el acoso; sin embargo hay un tema que aún no se ha abordado debidamente desde ese Instituto, la discriminación por enfermedad. La adicción es una enfermedad, el adicto es un enfermo que merece el respeto, máxime cuando ha tenido la fortaleza de hacerse cargo de su dolencia para el bien propio y de quienes lo rodean.
Buenos Aires, mayo 9 de 2013
Claudio Izaguirre
Presidente
Asociación Antidrogas de la República Argentina