De todas las pasiones que tenemos, la
necesidad de aparentar que sabemos algo prohibido es de nuestras
favoritas. La volatilidad de la información, la falta de versiones
creíbles y esa curiosa sensación de que siempre, siempre hay algo oculto
más allá de lo que nos muestran, ha llegado muchas veces a extremos en
que pareciera que vivimos en un estado de conspiración permanente. Es
cierto que acá puede pasar cualquier cosa, pero precisamente por eso es
que no es necesario convertirnos en novelistas policiales para darnos
cuenta que este país es joda.
Las
que antes eran leyendas urbanas transmitidas de boca en boca, hoy son
cadenas de mails provenientes “de primera mano”. La metodología es
básica: una supuesta información confidencial brindada con nombre,
apellido, título y, a veces, número de documento. La idea de agregar
nombre y apellido ya causa gracia, dado que ponen los datos de personas
que ni conocemos. Para darle más credibilidad, se le suma un número de
documento, como muestra de coraje. Como pareciera que con eso no
alcanza, se agrega un título acorde a la información brindada, porque
está claro que un dato del cuerpo humano es más creíble si lo cuenta
alguien que dice ser doctor, como también es mejor que un secreto
económico nos lo informe un empleado de algún banco, sin importar si es
Gerente General o el pibe que compra la yerba. Es algo así como no
creerle a una mujer que la pasa mal cuando menstrúa, hasta que nos lo
dice un pelado con zapán, pero que afirma ser ginecólogo. Sin embargo
nos pasa con un amigo en un bar que nos bate la posta “porque el cuñado
del primo de mi jermu labura ahí”, o con una cadena de correos
electrónicos. Una forma de transmitir spam de la que no se han salvado
ni Eduardo Galeano, ni Jorge Luis Borges, a quienes se les atribuyen
textos que nunca escribieron y, para peor, textos que tienen sus
verdaderos autores.
El problema del “no sabés lo que me
llegó” es que, si son realizados con la intención de ensuciar, le
chingan y feo. No hace falta hacer nada, el gobierno se ensucia sólo. En
la era de internet, pasar datos falsos por correo electrónico es como
venderle a un tachero un sánguche de fiambrín y decirle que es de
bondiola. Desde que no hay que ir al cine para que no nos infectemos de
HIV por unas jeringas que nos clavamos en el upite, hasta esos 10
centavos por mail reenviado que AOL donaría al único hambriento que
parece que existió en Haití, las cadenas han ido desinformando desde el
afán de informar del paranóico que las inició. En los últimos tiempos he
recibido varias, todas con información clasificada y Top Secret que,
vaya a saber uno por qué, terminaron tanto en mi casilla como en la de
mi tía Giuseppina y Marcelo, el encargado de mi edificio, y que van
desde una foto de Cristina comiéndole la boca a Boudou -la Presi, señora
de la seis décadas, con el cuerpo de la Agustina Kämpfer, cachorra de
treinta y pocos- a teorías conspirativas que colocan al asesinato de
Kennedy a la altura de una mentirita en el Envido.
Una de las verdades verdaderas es escrita
por un cura de La Plata que cuenta el desastre de la inundación de
abril, como si en el país nadie se hubiera enterado. El texto no hace
otra cosa que describir todo lo que sabemos -y ya sabíamos- que pasó, y
hasta pone en duda el número de muertos oficiales. El Padre Daniel
Quintar -Párroco de la Iglesia Santa Rosa de Lima, La Plata- nunca
escribió ese mail, suponemos que por tener cosas más interesantes para
hacer en una ciudad arrasada, que ponerse a pelotudear contando por mail
lo que todos veíamos por televisión. No hizo falta una tarea de
inteligencia para desmentir su firma: lo negó él mismo.
Otro correo copado, sostiene que Victor
Hugo Morales les pidió a varios productores de Expoagro que pusieran
cien lucas gringas para que el locutor yorugua dejara de hablar mal de
la muestra agropecuaria. Podría ser cierto, podría ser verso. Lo único
comprobable es que los valientes que firmaron el mail con nombre y
apellido, pusieron números de documento que corresponden a otras
personas.
Situación similar ocurrió con esa carta
que un tal doctor Raúl Vizcaino escribió no sabemos a quién, desde no
sabemos dónde, sobre la verdadera razón de la muerte de Néstor Kirchner,
afirmando ser testigo de un magnicidio. La idea era que un tipo que se
presenta como médico clínico, dice que recibió el cuerpo sin vida de un
expresidente -o sea, un no testigo de un no magnicidio- el cual
presentaba una herida de bala. Sin averiguar mucho, el texto hace agua
de entrada, partiendo de la base de que el médico que, supuestamente, ya
no está en el país por miedo, nos da su nombre, su apellido, su DNI,
pero no su matrícula. Asimismo, sostiene que tuvo que cambiar su nombre y
documento para salir del país de incógnito. Obviamente, el DNI
corresponde a otra persona. Ni se calentaron en fijarse que, si se llama
Raúl, díficilmente sea una mujer. Consultando el padrón electoral ,
surge que en el país viven cuatro personas con el mismo nombre y
apellido, tres de ellas, obreros, y el restante, jornalero. He leído que
otros plantearon el mismo interrogante, y la respuesta fue que “está
claro que el hombre cambió de nombre, lo dice en el mail”, con lo cual
uno se pone a pensar cómo es que hizo este buen hombre para terminar la
carrera de medicina si nos brinda el nombre y número de documento con el
que pretende ocultar su identidad.
Más lisérgico que este tipo de correos es
el hecho de saber que, hace tan sólo un par de meses, circulaba otro
mail con una versión distinta, en la que un Jefe de Gendarmería pedía
custodia y anonimato -como si fuera difícil averiguar quién era el Jefe
de Gendarmería en El Calafate el 27 de octubre de 2010- a cambio de
contar la verdad de la muerte del expresidente de mirada distinta. Más
graciosa resulta la lectura cuando el autor asegura que Néstor montó en
cólera porque Cristina le era infiel con el “entonces Jefe de Gabinete
Alberto Fernández”, cuando Alberto ya andaba paseando sus penas por los
estudios de televisión, su reemplazante -Sergio Massa- había vuelto a la
intendencia de Tigre y Aníbal Fernández ocupaba el trono. Y por si
fuera poco, el texto suma a la escena del crimen a Máximo, un custodio,
la mujer de De Vido, Rudy Ulloa, Alicia Kirchner y el gabinete de
asesores, toda gente que no tenía nada mejor que hacer un martes a las
seis de la mañana que estar pelotudeando en la casa de Cristina.
Esta
última versión viene con la firma de Carlos Belgrano. Cabe remarcar que
Belgrano es de escribir unos textos preciosos, de alto contenido en
materia de educación cívica -recomiendo ahondar en textos de aprendizaje
cívico como “Hay que tomar la Casa Rosada”- que otros locos lindos
publican en varios blogs en los que existen notas tan creíbles como las
“órdenes que le dio la Virgen María a la Presidente a través del vidente
Gustavo”. Convengamos que son gente que merece un poquito de reparo a
la hora de acreditarles algo de honestidad intelectual, más si tenemos
en cuenta que Carlos Belgrano también dirigió -dice que dirigió- una
carta a las Fuerzas Armadas para coordinar el “Operativo Taquito
Militar”, que consistía en que las fuerzas dejaran de cumplir órdenes
del Estado y, de paso, se sumaran a alguna marcha para presionar al
Ejecutivo. Eso sí, en resguardo de la democracia.
La razón por la que todavía funciona esta
forma de hacer correr por mail rumores salidos de la cabecita loca de
algún inestable emocional, es básica. Se juega con la duda que ya estaba
en nosotros y es ahí donde prende el truco. Nosotros dudamos de la
realidad, necesitamos creer que hay algo más allá que no nos es revelado
por culpa de alguna teoría conspirativa. No nos alcanza con saber que
Néstor era un enfermo cardíaco con problemas vasculares, que se dio de
alta sólo y se fue a un acto luego de una intervención quirújica, para
luego tomarse el palo a El Calafate sin su médico. La mayoría -los que
lo adoraban, los que lo puteábamos- veían en el expresidente tanto poder
que no pueden dimensionar fácilmente que muriera como cualquiera.
Si hay algo cierto es que vivimos en el
país de la inflación gubernamental y paralela, el dólar oficial y blue,
la inseguridad real y la sensación térmica, el país real y aquel que nos
pinta la Presi por Cadena Nacional. Que los precios de la canasta son
imbancables no me llegaron por mail, los vi en el súper anoche. Que
comprar dólares es más difícil que encontrar una propiedad patagónica
que no esté a nombre de Lázaro, no me llegó por mail, lo comprobé cuando
la Afip me dijo que no puedo. Que te podés cagar muriendo porque a un
amigo de lo ajeno se le ocurrió llevarse tus cosas y tu vida, no me
llegó por mail, lo leo en el diario todos los santos días. Que son un
seleccionado de bestias incompetentes, no me llegó por mail, lo vi
cuando murieron 51 personas estroladas al ir a laburar, lo veo cada vez
que revienta el sistema eléctrico y lo noto en cosas tan boludas como un
gabinete económico incapaz de fabricar un billete que sirva. Que
Cristina está más desconectada de la realidad que monja de clausura, no
me llegó por mail, pude comprobarlo -una vez más- en la Cadena Nacional
de anoche, en la que informó que todos los que aportamos pagaremos a
través del Anses la joda de la ausencia del Estado en La Plata, un mes
después, y sin siquiera hacer mención a que la “Cooperativa Néstor
Kirchner Vive en Nosotros” -no, no tiene remate- cobró una fortuna por
adelantado para limpiar el arroyo El Gato, laburo que nunca realizó.
O sea, con todo lo que hay para putear y
recontraputear al gobierno, con todo lo que hacen a la luz del día, con
todas y cada una de las cosas que vemos a diario, no hay necesidad de
esperar un mail con información Top Secret para creer que nos están
ocultando algo malo.