La suspensión del reciente fallo del Juez Griesa, que obligaba a
pagar U$S 1.300 millones a fondos que no ingresaron al proceso de canje y
sujetaba ese pago al cumplimiento de las obligaciones con los bonistas
tenedores de deuda reestructurada, abre un período para que la Argentina
rectifique errores y, también, para que el gobierno amplíe su visión
sobre el problema.
Una
perturbación seria en el proceso de la deuda externa pública tendría
efectos sumamente negativos sobre la deuda externa privada, virtualmente
el único canal de financiamiento del exterior que queda en pie.
Al 30 de junio de este año la deuda externa privada ascendía a U$S
71.200 millones (U$S 67.400 millones del sector no financiero y U$S
3.800 millones del sector financiero).
El stock de deuda privada del sector no financiero ha aumentado en
alrededor de U$S 15.000 millones desde el año 2009, suministrando a las
cuentas externas del país un ingreso importante. Esta deuda es
predominantemente a corto plazo, su vida promedio es de 1,6 años. Esto
significa que el mantenimiento y ampliación de ese stock están sujetos a
permanentes procesos de negociación privada con el exterior.
Del total de deuda del sector no financiero, la industria posee U$S
26.851 millones, el sector petróleo U$S 10.636 millones y el resto se
distribuye en virtualmente todos los sectores de la economía. Esa masa
de financiamiento es vital e insustituible por el sistema financiero
local. No existen los recursos y las tasas son considerablemente más
elevadas que el 2,5% que se paga en promedio por los préstamos del
exterior.
Más aún, del total de deuda externa privada, unos U$S 33.000 millones
se destinaron al financiamiento de exportaciones e importaciones, es
decir han contribuido a que la Argentina pueda colocar sus productos en
el exterior y a comprar en muchos casos insumos imprescindibles para la
producción o bienes que no es posible fabricar en el país.
La principal fuente interna de financiamiento del comercio exterior,
los préstamos en dólares del sistema financiero argentino se han
deteriorado severamente en el último año, debido al retiro de depósitos
en moneda extranjera que les servían de fondeo.
En octubre de 2011 el stock total de préstamos en dólares de los
bancos argentinos ascendía a U$S 9.847 millones y actualmente es de U$S
5.776 millones, es decir se ha reducido un 41% en tan solo un año,
además de que las tasas de interés aumentaron considerablemente.
El proceso económico de un país integrado comercialmente al mundo,
como la Argentina, requiere del crédito externo para complementar o
reemplazar el que se puede obtener localmente.
Además, el sector privado no puede utilizar las reservas
internacionales para financiarse, ni puede imprimir moneda local como lo
hace el gobierno nacional.
Nuestro pequeño sistema financiero no está en condiciones de
apalancar grandes proyectos de inversión, que normalmente requieren
equipo de capital y otros componentes importados. La escasez de
depósitos en dólares, como se mencionó, tampoco permite obtener
suficiente financiamiento para el comercio exterior.
La Argentina ya tiene una de las tasas de inversión extranjera
directa más bajas de América Latina, con un coeficiente de 1,9% con
relación al producto bruto interno.
En Chile ese índice es del 7%, en Uruguay del 5,6%, en Perú del 4,7% y en Brasil del 2,7%.
Cuidar el flujo de financiamiento externo privado es también una misión esencial del Gobierno. Convendría no olvidarlo.
POR: JORGE TODESCA