ORIENTE MEDIO: Siria lucha en nombre de la civilización
31/05/2015Oriente Medio, Política internacional
Todo occidente lamenta la caída de la monumental ciudad siria de
Palmira en manos de los terroristas del Estado Islámico. Pero presten
atención a cómo se produjo su caída relatada por el profesor Pablo
Sapag: “El fin de semana del 16 de mayo los yihadistas aprovecharon una
“ventana de sombra” ofrecida por las defensas antiaéreas sirias para que
los estadounidenses supuestamente realizaran una operación de castigo
aéreo al Estado Islámico…” pero en vez de bombadear al EI los EEUU
hicieron la vista gorda y permitieron la entrada de miles de yihadistas.
MM
Siria, entre Palmira y Qalamun
PABLO SAPAG M. / PÚBLICO
Profesor-investigador Universidad Complutense de Madrid y del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile
Mucho se ha movido en Siria en las últimas semanas. Sin embargo, no
todo ha ido en la dirección planificada y deseada por la alianza
yihadista-occidental que asedia el país árabe desde hace cuatro años.
Mientras esa coalición -menos contra natura de lo que a priori se pueda
pensar- se ha apuntado algunos tantos en la noroccidental provincia de
Idlib y en la muy visible ciudad de Palmira, los medios de comunicación
censuran los avances de la otra coalición en el frente occidental de las
Montañas de Qalamun. Allí el Ejército Árabe Sirio y el Hezbolá libanés
están dando buena cuenta de Jabat al Nusra y otros grupos.
En Idlib capital y la ciudad de Jisr al Shugour los avances
yihadistas fueron posibles después del agrupamiento de varias
organizaciones bajo el paraguas del Ejército de la Conquista. En
realidad, la marca blanca de Jabat al Nusra, una maniobra de camuflaje
que le ha permitido recibir ayuda de varias potencias regionales y
globales, sorteando así los hipócritas pudores estadounidenses y
europeos ante la posibilidad de ayudar directamente a Al Qaeda. Como han
probado el Gobierno sirio y la Fiscalía turca pero ocultado la prensa
islamista y occidental, el Ejército de la Conquista contó con apoyo
artillero desde Turquía, país del que las ciudades sirias hoy ya en
manos terroristas están a pocos kilómetros. De hecho, varias webs
yihadistas han reconocido que la “sala de control” de la operación
estaba en una Turquía miembro de la OTAN que ofreció paso franco a
chechenos, afganos, tayikos, saudíes, libios, tunecinos y europeos para
que participaran en una operación que inaugura una nueva etapa de
coordinación entre Turquía, Arabia Saudí y Qatar frente a Siria.
Poco después de esa maniobra que también logró la dispersión de las
fuerzas sirias, se produjo la caída de Palmira, situada en pleno
desierto y entre la zona densamente poblada y fértil de Siria y el Iraq
también en manos del Estado Islámico, otra mutación de Al Qaeda. Ocurrió
en dos fases. El fin de semana del 16 de mayo los yihadistas
aprovecharon una “ventana de sombra” ofrecida por las defensas
antiaéreas sirias para que los estadounidenses supuestamente realizaran
una operación de castigo aéreo al EI. La oleada de miles de yihadistas
-imposible de no ser detectada en pleno desierto por los aviones y
satélites de EE UU- fue frenada en primera instancia. Sin embargo, días
después el Gobierno sirio ordenó, como en Idlib y Jisr al Shugour, la
retirada para evitar más bajas producidas por esas extrañas
coincidencias, en realidad operaciones bien planificadas, coordinadas y
consentidas por sus muchos enemigos –esos mismos días Obama se reunía en
Camp David con los monarcas absolutos del Golfo Pérsico-. El revés
militar se ha compensado en parte en términos propagandísticos, al
quedar en evidencia los métodos del EI y la incapacidad absoluta pero
difícilmente casual de la coalición con la que EE UU dice querer frenar
al EI. Al menos por unos días, Palmira ha permitido romper el bloqueo
informativo con el que los medios occidentales han ocultado
sistemáticamente el genocidio al que desde hace cuatro años se somete al
pueblo sirio.
Mientras los occidentales derraman lágrimas de cocodrilo por Palmira,
el Ejército Sirio y sus aliados también nacionalistas y
antimperialistas de Hezbolá han lanzado una gran operación en las
montañas de Qalamun, que separan Siria de Líbano. Su avance ha sido
arrollador, liberando en dos semanas 500 kilómetros cuadrados que
durante año y medio han estado en poder de Jabat al Nusra. Damasco se
garantiza así la seguridad y un corredor vital con el Líbano. De paso
manda un mensaje claro dentro y fuera. La última línea de resistencia es
la franja occidental del país donde vive el 80% de la población y por
lo mismo donde más visible es la multiconfesionalidad de la sociedad
siria, esa milenaria coexistencia entre cristianos y musulmanes de
distintas denominaciones solo garantizada por el estado aconfesional
sirio. De paso fuerza a las potencias que la asedian a hacerse cargo de
las consecuencias del “caos creativo” con el que EE UU, Francia y sus
comparsas se han empeñado en diseñar un nuevo Oriente Medio fragmentado
en mini estados confesionales como Israel o el EI controlados con mando a
distancia desde Washington o París. La externalización de servicios a
través de subcontratas que cambian de nombre –“rebeldes moderados”,
Jabat al Nusra, EI, Ejército de la Conquista, etc.- y dirigidos por
aliados regionales caracterizados por su islamismo radical ha traído
estos resultados. Ahora, sin embargo, el paisaje está mucho más claro.
Más allá de ruinas, petróleo y gas, para Siria las opciones son solo
dos: civilización o barbarie. Hasta el final.