La alabanza rotunda a la destrucción de todo lo que un día fuimos…
Redacción
P.a.F
En nuestra triste cotidianidad se multiplican los monumentos al
mal gusto. La degradación, la mediocridad, la chabacanería, los vicios y
los odios de que nuestro tiempo ha hecho gala conocen cada día
numerosos actos de enaltecimiento por parte de nuestros semejantes, y a
los que suscriben nos provocan serias arcadas. Los hallamos en las
infelices vidas de jóvenes y adultos con alma de viejos corrompidos; en
sus berridos y salidas de tono pequeñoburguesas; en su lenguaje; en sus
cantos y bailes de epiléptico endemoniado; en su colocón pacifista; en
las existencias decadentes y suavonas de quienes se empeñan en negar el
ethos social y político del hombre; en su total desarraigo; en sus
miradas altivas, paternalistas; en sus lujos y caprichos, puestos por
encima de un bien común que sustituyen por el falaz «interés general»;
en sus balidos de oveja —con perdón para ellas— al servicio del discurso
del sistema que les ampara; en su extravagancia pueril; en su carpe
diem; en sus llantos de borracho vacío y desamparado, sin sustento ni
horizonte, clamando por más sedante.
Ocurre que, a veces, esos monumentos se materializan y erigen
como columnas grotescas en medio de la debacle, para quedar como
testimonio de esta loa a las ruinas, de esta alabanza rotunda a la
destrucción de todo lo que un día fuimos y ahora intentan negar a
marchas forzadas.
Como todos sabéis, en Córdoba hemos hallado la última muestra.
Nuestra querida Diputación ha tenido la genial idea de exhibir en su
sede un engendro ya por todos conocido, para gozo y regocijo del
progrerío patrio y llorera plañidera de las señoras de visón,
principales culpables de haber apoyado durante décadas a la inútil y
casposa derecha. La exposición Maculadas sin remedio supone la más grave
de las ofensas hacia Dios y la Santísima Virgen María; desde el cartel
anunciante, pasando por un insulto a La Piedad con sexos invertidos y
«oraciones» blasfemas, hasta nuestra Madre manchada con regla e incluso
masturbándose.
Después de ser descubierta y denunciada por integrantes de esta
casa, las figuras públicas que tanto nos merecemos han alzado la voz:
unos, anticatólicos, abortistas, socialdemócratas culturetas, y, eso sí,
muy capillitas cuando toca, han invocado a su ideólogo Laclau para
reivindicar el significante vacío de la «libertad de expresión» y
oponerse a la «intolerancia»; otros, burguesitos liberal-conservadores,
patrioteros, igualmente abortistas y depravados pero súper «católicos»
y, por supuesto, cofradieros, se han echado las manos a la cabeza para
ver si lavan un poco la conciencia, eso sí, «mostrando su rechazo al
acto vandálico sufrido por una de las obras de la muestra» (¿qué
esperabais? Parece que defender a una madre frente a un ataque
repugnantemente ofensivo y violento es, de repente, condenable). Al
observar el juego de esta calaña en campaña no podemos evitar acordarnos
del Apocalipsis 3:15-19: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni
caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y
no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca».
A nosotros nos cansa. Nos cansa este juego macabro y sucio, este
baile de zombis, este rito tan cordial y refinadamente bárbaro. Nos
agota que los unos necesiten recrearse en la inmundicia para sentirse
«modernos», que frivolicen con conceptos otrora sagrados como el arte o
la cultura para hacer burdas ofrendas al mal y a la fealdad; nos agota
que los otros pongan el grito en el cielo cuando han hecho de su vida un
pretexto para lo mismo, que se acuerden ahora de Dios y de su Madre
cuando los han negado mil veces, los han sesgado y los han utilizado
para legitimar su tibieza, su liberalismo, leyes LGTBI, políticas
antifamilia, corruptelas, confort y egoísmo. Nos consume este momento en
que las gentes se complacen en reírse de los muertos, alimentar
rencores y envilecerse; y nos asquea indescriptiblemente que ellos,
vosotros, modernísimos todos, tratéis incluso de convencernos de que
hemos llegado al culmen de nuestro desarrollo como seres, cuando somos
menos humanos, más pobres, más inútiles y más esclavos; y no hemos hecho
otra cosa que arrojarnos al abismo sin billete de vuelta.
Llegados a este punto, ¿por qué algunos seguimos luchando, si
sabemos que sólo un milagro podría cambiar esta situación tan
nauseabunda? ¡Precisamente porque creemos en el milagro! El Jefe no nos
ha puesto aquí por casualidad; daremos la batalla hasta el final,
mientras por nuestras venas aún corra una sola gota de amor y Fe.
Después de haber llevado a cabo todos los trámites pacíficos de
recogida de firmas —ya vamos por casi 90.000—, de haberlas entregado
junto con centenares de cartas particulares al presidente de la
Diputación, de habernos concentrado pacíficamente y rezado rosarios en
desagravio…
EXIGIMOS, SIN PACTOS NI MEDIACIONES PARLAMENTARISTAS, EL CIERRE INMEDIATO DE LA EXPOSICIÓN BLASFEMA «MACULADAS SIN REMEDIO»