PSICOLOGÍA EMPÍRICA. La sensibilidad interna. 5/13
Además de
los cinco sentidos externos, por medio de los cuales funciona la
sensibilidad externa como facultad de percepción o conocimiento, existen
otros mediante los cuales [236] funciona la sensibilidad interna, tanto
la afectiva, como la perceptiva o cognoscitiva. Aunque hay diversidad
de opiniones sobre el número de los sentidos internos cognoscitivos,
nosotros los reduciremos a cuatro, que son: sentido común, imaginación, estimativa natural, y memoria, de los cuales trataremos con la posible brevedad y claridad.
§ I. Del sentido común.
El
sentido común, como sentido interno, es aquella facultad o potencia
mediante la cual percibimos sensiblemente en nosotros las sensaciones de
los sentidos externos y su distinción.
De esta definición se infiere:
1º Que el
sentido común, en cuanto constituye uno de los sentidos internos, tiene
por objeto las sensaciones externas y su distinción. De aquí es que su
función propia es percibir de una manera experimental y sensible las
varias sensaciones que se realizan en y por medio de los sentidos
externos.
2º Que el sentido común, como
uno de los sentidos internos, no debe confundirse, ni con lo que llama
ordinariamente consentimiento común de los hombres, ni tampoco con el
sentido íntimo o conciencia; pues éste abraza o se extiende a toda clase
de actos, funciones y afecciones del alma, ya sean estas sensibles, o
ya sean puramente intelectuales, al paso que el primero se limita a las
solas sensaciones pertenecientes a los sentidos externos.
3º Que el
sentido común es una facultad perteneciente al orden sensible y no al
orden puramente intelectual; porque la naturaleza y condición de una
facultad o potencia se reconoce con relación a su objeto. Siendo, pues,
el objeto propio del sentido común las sensaciones externas, y
consistiendo su función en percibirlas o experementarlas como distintas,
a pesar de su existencia en el mismo sujeto, es evidente que esta
facultad se halla encerrada dentro del orden sensible. [237] Así es que
san Agustín atribuye este sentido común a los animales, no obstante que
estos carecen de entendimiento: Sensus interior inest et bestiis, quibus intelectus non inest.
Por lo
que hace a la existencia y realidad del sentido común, la experiencia y
observación psicológica la demuestran con toda claridad. Cuando al mismo
tiempo veo un palacio, gusto un pedazo de azúcar, y oigo un trozo de ópera, siento o
percibo sensiblemente estas tres sensaciones de una manera simple y
simultánea, y a la vez siento que son sensaciones distintas o
diferentes. En cada uno de los tres sentidos externos sólo hay una
sensación que le es propia y peculiar, y sin embargo, yo siento a la vez
las tres sensaciones, y las siento como distintas a pesar de sus
simultaneidad o coexistencia. He aquí la función propia del sentido
común (1).
{(1)
El siguiente pasaje de santo Tomás resume en pocas palabras lo que
dejamos expuesto sobre este sentido interno. «Praeter quinque sensus
externos, qui cognoscunt propria sensibilia, datur etiam alius sensus
internus, qui dicitur sensus communis, qui discernit sensibilia
quorumcumque sensuum ad invicem, et ad quem referuntur, sicut ad
communem terminum omnes aprehensiones (perceptiones vel sensationes)
sensuum». Sum. Theol. 1ª P., cuest. 78, art. 4º.}
El órgano
propio de este sentido interno debe colocarse en aquella parte del
cerebro en la cual se reúnen y concentran los diferentes nervios que van
a parar a los órganos externos, los cuales, con el auxilio de estos
nervios, comunican con el cerebro y pueden trasmitir hasta él las
impresiones que reciben de los cuerpos. Una vez colocado el órgano de
este sentido, o sea el sensorio común, como le apellidaban los
antiguos, en la parte o sitio indicado del cerebro, es fácil concebir
cómo y por qué le pertenece percibir o sentir las varias sensaciones
realizadas en los sentidos externos, que se hallan en comunicación
directa con el sensorio u órgano cerebral que les sirve de centro común y
general.
Esta
situación relativa del órgano del sentido común tiene [238] además la
ventaja de facilitar la inteligencia y explicación de los fenómenos
relativos al sueño y la vigilia.
Sabido
es, en efecto, que este doble estado del hombre se halla íntimamente
relacionado con las modificaciones o disposición de los órganos
correspondientes a los sentidos, los cuales se hallan impedidos o ligados en
sus funciones a consecuencia de aquellas modificaciones o disposiciones
orgánicas. En el estado de vigilia, los sentidos se hallan expeditos en
sus funciones: en el estado de sueño, por el contrario, los sentidos se
encuentran entorpecidos en sus funciones, y sus órganos como obstruidos
y ligados. Ligamen sensuum, llama santo Tomás al sueño, y solutio sensuum, a la vigilia.
Si se
pregunta, pues, cuál es la causa determinante inmediata del sueño,
podría decirse con bastante fundamento, que es el impedimento o ligación temporal
del sensorio común; porque hallándose éste en íntima y directa relación
con los órganos de los sentidos externos, como su centro común, parece
natural que el impedimento del mismo determine el entorpecimiento o
impedimento de los sentidos externos.
Si se
tratara de investigar y señalar las causas remotas o mediatas del sueño,
podrían tal vez hallarse, ya en la debilidad o disipación del fluido
existente en los nervios sensorios, como acaece tal vez en los sujetos
atacados de ciertas enfermedades o de debilidad; ya, por el contrario,
en la abundancia o exceso de vapores, que irradiando del estómago,
recargan y oprimen, por decirlo así, con su peso los órganos externos e
internos.
Sobre la
base de las indicaciones consignadas en orden a las diferentes causas
del sueño, no sería difícil formular una teoría más o menos completa que
sirviera para explicar o dar razón de la variedad de fenómenos que se
observan en dicho estado (1). [239]
{(1)
Cuando el impedimento de los sentidos o sea el sueño, trae su origen de
la abundancia o exceso de vapores que irradian o suben [239] del
estómago, santo Tomás explica algunos de los principales fenómenos que
en aquel estado se observan, en los siguientes términos, que pueden
suministrar alguna luz y abrir el camino a los que quieran meditar sobre
esta clase de fenómenos: «Secundum dispositione hujusmodi
evaporationum, contingit esse ligamentum sensus, majus vel minus. Quando
multus fuerit motus vaporum, ligatur non solum sensus, se etiam
imaginatio, ita ut nulla appareant phantasmata, (imágenes o
representaciones sensibles), sicut praecipue accidit cum aliquis incipit
dormire post multum cibum et potum. Si vero adhuc magis motus sedetur,
apparent phantasmata ordinata, sicut maxime continuare solet in fine
dormitionis, et in homnibus sobriis et habentibus fortem imaginationem.
Si autem motus vaporum fuerit modicus,
non solum imaginatio manet libera, sed etiam sensus communis ex parte
solvitur, ita quod homo judicat interdum in dormiendo, ea quae videt
somnia esse, quasi dijudicans inter res et rerum similitudines: sed
tamen ex aliqua parte remanet sensus communis ligatus, et ideo licet
aliquas similitudines discernat a rebus, tamen semper in aliquibus
decipitur. Sic igitur, per modum quo sensus solvitur, et imaginatio in
dormiendo, liberatur judicium intellectus, non tamen ex toto. Unde illi
qui syllogizant, cum excintatur, semper recognoscut se in aliquo
defecisse.»}
§ II La estimativa y la memoria.
A) La estimativa.
La
experiencia y la observación revelan y demuestran, que no solo el hombre
sino los animales se hallan dotados de la facultad de percibir y
reconocer en los cuerpos lo que es útil o inútil, nocivo o favorable,
con otras cualidades o propiedades de las cosas sensibles.
Al ver
ciertos reptiles u otros animales, cuando la oveja ve al lobo, la liebre
al galgo, la golondrina que ve la paja, &c., el hombre y los
animales no solamente perciben y ven el color, figura, extensión de
estos objetos, sino que perciben y reconocen respectivamente que son
dañinos, útiles, enemigos, [240] &c. La facultad que sirve para
percibir y reconocer en los objetos materiales la existencia de estas
cualidades, es lo que se llama estimativa natural, como si dijéramos, judicativa naturalis; porque
su objeto y función propia es reconocer o juzgar instintivamente acerca
de las razones o cualidades de útil o dañoso, amigo o enemigo,
contrario o favorable. Y téngase presente que este acto propio de la estimativa, no solo es juicio instintivo, sino además singular y concreto objetivamente,
lo cual basta para establecer y manifestar la distancia que separa este
juicio, del juicio como acto del entendimiento o de la razón; toda vez
que éste no solo es un juicio racional y no instintivo como aquel, sino que puede ser universal y abstracto objetivamente.
Una cosa es percibir y conocer las razones universales y abstractas de
utilidad, daño, amistad, enemistad, &c., y otra muy diferente
percibir el cuerpo A o B como útil, nocivo, &c. Esto no excede el
orden sensible; lo primero es propio del entendimiento.
No es sola la experiencia sino la razón también la que demuestra la existencia y realidad de este sentido interno que llamamos estimativa. Los
movimientos de inclinación y de aversión hacia los objetos, y en
general todo movimiento o función perteneciente a la parte afectiva,
presupone necesariamente algún conocimiento del objeto a que se refieren
los movimientos afectivos. En tanto amamos o aborrecemos, en tanto
sentimos inclinación o aversión, &c., hacia un objeto, en cuanto lo
percibimos como bueno o malo para nosotros. Luego los movimientos o
manifestaciones afectivas que se revelan en los animales, que aman a sus
hijos, huyen de sus contrarios, evitan lo que les puede perjudicar,
&c., suponen algún conocimiento de las cualidades del objeto, en
relación con estos movimientos o actos del orden afectivo.
B) La memoria sensitiva.
Además de la memoria intelectual, o
sea de la facultad que tiene nuestro entendimiento de conservar y
retener las ideas o conceptos universales y puramente intelectuales, es
preciso admitir en los animales, y por consiguiente en el hombre, una
memoria destinada a conservar y retener las representaciones [241] de
los objetos percibidos por los sentidos, objetos que, como dejamos dicho
varias veces, son siempre materiales y singulares, lo cual basta para
reconocer que esta memoria sensitiva es tan distinta de la intelectual, como lo es la sensibilidad de la razón, el juicio instintivo de la estimativa del juicio racional y universal del entendimiento, y en general el orden sensible del orden inteligible.
Por otra
parte, la existencia de esta facultad en los animales que carecen de
entendimiento, bastaría para demostrar y poner fuera de toda duda que no
se debe confundir la memoria sensible con la del orden intelectual. No
creo necesario detenerme en probar que los animales conservan y
reproducen o hacen presentes las cosas pasadas, y por consiguiente que
tienen verdadera memoria con respecto a cosas y actos singulares,
sensibles y concretos, pues esto lo observamos cada día en la mayor
parte de ellos, y principalemente en los domésticos.
Prescindiendo
de la situación frenológica de la memoria, o sea la parte del cerebro
en la que existe o debe colocarse su órgano propio, es indudable que
reside y obra mediante algún órgano corporal, lo mismo que los demás
sentidos. De las cualidades especiales de este órgano, ya en sí mismo,
ya con relación a los demás y al temperamento o complexión general del
individuo, dependen probablemente las diferencias que se observan en
esta facultad, y la clasificación y denominaciones varias con que
acostumbramos designarlas. Así decimos que tienen memoria.
a) Tenaz, los
que retienen y conservan con vigor las cosas pasadas, de manera que
difícilmente olvidan lo que una vez percibieron, ya sea con los
sentidos, ya sea con el entendimiento.
b) Fiel, los
que conservan y retienen las cosas con exactitud, relativa no sólo a lo
principal del asunto u objeto, sino con respecto a las circunstancias y
detalles.
c) Feliz, los que sin hacer esfuerzos, y de una manera casi espontánea, reproducen y recuerdan las cosas pasadas.
d) Fácil, los
que con prontidud y sin violentar la [242] atención, fijan o imprimen
en su interior los objetos, y principalmente los que leen u oyen.
Cuando se
reúnen todas o la mayor parte de estas dotes con una fuerza poderosa de
atención y asociación de ideas, resulta la memoria vasta y feliz, o mejor dicho, esos fenómenos raros que presenta de vez en cuando la humanidad y que atestigua la historia.
§ III La cogitativa y la reminiscencia.
A) La cogitativa.
Lo que en los animales se llama estimativa natural, recibe en el hombre la denominación especial de cogitativa, en
razón a que en el hombre ésta facultad no solo percibe lo útil, nocivo,
contrario en los objetos singulares, sino que discierne estos objetos
por medio de una comparación imperfecta y como espontánea, pero relativa
y circunscrita siempre a objetos sensibles singulares. A causa de esta
incoación o ensayo de juicio comparativo que compete a la estimativa en
el hombre, los antiguos Escolásticos le daban algunas veces el nombre de
razón particular, ratio particularis (1), lo cual se debe tener
presente para no confundir esta razón particular con la razón
propiamente dicha o del orden puramente intelectual. La cogitativa,
pues, o razón particular, es la misma potencia o sentido interno que se
llama estimativa, a la cual solo añade una perfección accidental según
se halla en el hombre.
{(1)
«Quae in aliis animalibus, dice santo Tomás, dicitur aestimativa, in
homine dicitur cogitativa, quae per collationem quandam hujusmodi
intentiones (las razones de útil, dañoso, contrario, &c.), adivenit;
unde etiam dicitur ratio particularis.» Sum Theol.,, 1ª p., cuest. 78, art. 4º.}
B) La reminiscencia.
a) Una
cosa análoga sucede con respecto a la memoria. [243] Lo que en los
animales es y se llama memoria, apellidase en el hombre reminiscencia, la
cual, aunque en el fondo y esencialmente no se distingue de la primera,
envuelve una perfección verdadera y real que no se halla en aquélla.
b) La
memoria es la facultad de conservar y hacer presentes las cosas pasadas:
la reminiscencia es la facultad de inquirir de una manera racional y
refleja o voluntaria las cosas pasadas, reproduciéndolas cuando se
hallan más o menos borradas de la memoria o sujetas al olvido. A la
memoria pertenece conservar y reproducir espontáneamente y sin esfuerzo
lo pasado; a la reminiscencia pertenece sacar a luz o reproducir, lo que
se halla más o menos olvidado, por medio de la concentración voluntaria
de la atención y con el auxilio de la asociación de ideas, lo cual
constituye la base principal del movimiento racional y reflejo que lleva
consigo la reminiscencia (1).
{(1)
«Reminiscencia, escribe santo Tomás, nihil est aliud quam inquisitio
alicujus quod memoria excidit. Et ideo reminiscendo venamur, id est,
inquirimus id quod consequenter est ab aliquo priori, quod in memoria
tenemus; puta, si quarit memorari id quod fecit ante quatuor dies
meditatur sic: hodie feci hoc, heri illud, tertia die aliud, et sic
secundum consecuentiam motuum suuetorum pervenit resolvendo in id quod
fecit quarta die.» De Memor. et Remnisc., let. 5º.}
En una palabra: la memoria es
el sentido interno así apellidado, que funciona dentro de su órbita
propia, que es el orden sensible. La reminiscencia es ese mismo sentido
interno o facultad sensible que funciona bajo el imperio y la influencia
del entendimiento y la voluntad, como facultades de un orden superior.
c) La
asociación de ideas, la cual, según queda indicado, constituye el
elemento principal de las funciones propias de la reminiscencia, no es
otra cosa más que una colección o conjunto de ideas que se llaman y
suscitan las unas a las otras en virtud de determinadas relaciones que
entre sí tienen. Por [244] ideas debe entenderse aquí, no solo las
ideas propiamente dichas, sino toda clase de conocimientos y de
fenómenos internos.
d) Esta asociación de ideas se dirá arbitraria, cuando
la relación entre dos o más depende de nuestra voluntad, cono es la que
existe entre las palabras articuladas y las cosas por ellas
significadas. Será natural, cuando una idea llama y suscita otra a
causa de la conexión o enlace que la misma naturaleza establece entre
ellas. Los filósofos no convienen entre sí cuando se trata de señalar
los géneros y el número de relaciones que sirven de base a la asociación
natural de ideas. Sea de esto lo que quiera, a nosotros nos basta
consignar que las principales relaciones para dicha asociación de ideas,
son: la semejanza, la causalidad, la contigüidad de espacio o de tiempo, la oposición o contrariedad, la razón de medio y fin.
La
asociación de ideas, en combinación o unión con la fijeza y
concentración de la atención, la cual viene a ser como el buril de la
memoria, sirven de base a lo que se llama mnemónica, o arte de auxiliar y perfeccionar la memoria.
Observación
Lo que se acaba de exponer acerca de la cogitativa con
respecto a la estimativa, y de la reminiscencia con respecto a la
memoria, no solo se halla en armonía con lo que en nosotros y en los
animales observamos en orden a estas facultades concretamente, sino que
tiene además en su favor un poderoso argumento de analogía, tomado de lo
que en las plantas y animales observamos. Sabido es, en efecto, que en
aquéllas y en éstos existe una facultad o fuerza de nutrición que guarda
en las dos sustancias perfecta analogía, especialmente por parte de lo
que se llama circulación, la cual constituye una de las funciones
principales de la facultad nutritiva. Sin embargo, esa analogía no
impide que la circulación de la sangre sea una función más perfecta y
noble por su naturaleza y en virtud de las demás fuerzas o potencias
orgánicas y sensitivas de que se halla acompañada en los animales, que
la circulación de la savia en las plantas. Una cosa análoga [245] sucede
con respecto a las facultades o potencias que nos ocupan. La estimativa
y la simple memoria de los animales, se convierten en el hombre en
cogitativa y reminiscencia, a causa de su afinidad y relaciones con las
demás facultades peculiares y propias del hombre.
Y he dicho a causa de su afinidad y relaciones con las demás facultades del hombre, porque,
en nuestra opinión, el origen real y la razón a priori de esta especie
de transformación, debe buscarse en la doble afinidad que existe entre
estos dos sentidos internos y las facultades puramente intelectuales en
el hombre. La memoria y la estimativa tienen, en primer lugar, con el
entendimiento y la voluntad una afinidad que podemos llamar cosmológica; porque
ocupan el último lugar subiendo en la escala de las facultades
sensibles, y consiguientemente se hallan subordinadas naturalmente a las
superiores o intelectuales, cuando con ellas se juntan. Tienen además
con éstas una afinidad que llamaré psicológica, afinidad
consistente en la común radicación en un mismo sujeto y principio, toda
vez que unas y otras proceden de la sustancia simple, una e idéntica del
alma racional. O mucho nos equivocamos, o esta doble afinidad entre los
dos sentidos internos expresados, y las facultades intelectuales, con
la subordinación consiguiente y natural de los primeros o las segundas,
explica filosóficamente y contiene la razón suficiente a priori de
ese grado de perfección especial que la estimativa y la memoria
adquieren en el hombre, convirtiéndolas o transformándolas en cogitativa
y reminiscencia.
§ IV La imaginación.
Existencia y funciones de la imaginación.
Imaginación (etimológicamente viene de facere imagines, imaginum confectio),
tomada en general, es aquella facultad mediante la cual reproducimos y
representamos de nuevo en nuestro interior las cosas sensibles que antes
hemos percibido o experimentado. La experiencia interna nos revela y
[246] demuestra suficientemente que existe en nosotros esta facultad,
toda vez que podemos representarnos y como percibir de nuevo los objetos
sensibles que alguna vez hemos percibido con alguno de los sentidos,
aunque no se hallen presentes, y también los fenómenos internos, como el
dolor o la alegría, &c., experimentados en tal circunstancia u
ocasión. Todo hecho singular y sensible relacionado con nuestra
conciencia, cae por consiguiente bajo el dominio de la imaginación.
La experiencia psicológica nos enseña también que la imaginación en el hombre abraza dos funciones importantes: 1ª representar simplemente las cosas sentidas anteriormente, es
decir, reproducir y percibir de nuevo los objetos o fenómenos sensibles
por medio de sus especies o representaciones sensibles: 2º formar representaciones de nuevos objetos sensibles; es
decir, combinar las representaciones o especies antes recibidas,
modificándolas en diferentes sentidos y de modos varios, hasta
representar objetos o cuerpos sin realidad objetiva. Por razón o a causa
de esta última función, conviene a ésta facultad en rigor el nombre de imaginación (facit imagines) con el cual es designada generalmente: por razón de la primera función le conviene más bien el nombre de fantasía (phantasmata, apparitiones),
porque es una aparición o reaparición de las especies o imágenes de los
objetos. Sin embargo, los filósofos, y aun el vulgo, suelen usar
indistintamente de estos dos nombres.
Distinción entre la imaginación y el entendimiento.
Uno de
los errores más trascendentales, y al mismo tiempo más generalizados en
la filosofía moderna, es la identificación de la imaginación con el
entendimiento, o sea su clasificación entre las facultades
intelectuales. Apenas hay filósofo, sin excluir aquellos que hacen
profesión de escribir bajo las inspiraciones del criterio católico, que
al tratar de la imaginación, no la enumere y clasifique en términos más o
menos explícitos entre las facultades intelectuales (1), confundiendo
[247] lastimosamente el orden sensible con el orden intelectual, y
abriendo la puerta, tal vez de una manera inconsciente a las teorías
sensualistas.
{(1)
Véase en prueba de esto, y solo como ejemplo entre los [247] muchos que
pudiéramos citar, la definición que de esta facultad nos presenta el
Sr. Gutiérrez, no obstante el criterio eminentemente católico que
generalmente domina en su obra: «La imaginación, según su valor
filosófico, es la facultad intelectual de combinar las diversas ideas existentes en nuestra inteligencia disponiéndolas de tal modo que no tengan ningún tipo igual en la naturaleza y sean una verdadera creación.» Curso Compl. de Filos. Elem., t.
1º, pág. 267. Prescindiendo de que esta definición es por de pronto
incompleta, puesto que solo atribuye a la imaginación la facultad de
combinar, o sea la segunda función arriba indicada, las palabras
subrayadas indican suficientemente la confusión e inexactitud de ideas
que reina en la definición. La denominación de facultad intelectual debe
reservarse al entendimiento al entendimiento y la voluntad, si no se
quiere confundir lastimosamente el orden sensible con el orden
intelectual, borrar la distinción esencial y primitiva entre las
facultades de conocimiento que competen a los animales y las especiales o
propias del hombre como ser racional, y abrir finalmente la puerta al
sensualismo.
Por otra parte, las ideas pertenecen al entendimiento y no a la imaginación, sobre todo cuanto se trata de ideas existentes en la inteligencia. Las
ideas que existen en la inteligencia sólo pueden ser combinadas por
esta inteligencia o razón, y no por la imaginación, cuya fuerza de
combinación solo puede aplicarse a las especies o representaciones
sensibles y singulares, que constituyen su objeto.}
Porque la
verdad es, que para todo hombre de sano criterio y severa razón,
admitir que la imaginación es una facultad intelectual equivale a borrar
para nosotros la diferencia innata, esencial y primitiva que separa la
sensibilidad de la inteligencia, el conocimiento sensible del
conocimiento inteligible, el animal del hombre. La razón, el sentido
común, y sobre todo la experiencia y la observación nos revelan que los
animales, al menos los más perfectos, se hallan dotados de imaginación o
fantasía, como se colige evidentemente del fenómeno de los sueños, que
se observa en ellos frecuentemente mientras duermen. Por otra parte, los
fenómenos de la memoria sensitiva que indudablemente poseen, se hallan
íntimamente ligados con la imaginación como facultad [248] de reproducir
las representaciones de los objetos ausentes o hechos pasados. Luego
existiendo en los animales la imaginación al menos en cuanto a su
función primera y fundamental, enumerarla entre sus facultades
intelectuales, equivale a negar que exista distinción o diferencia
esencial y primitiva entre las facultades de conocimiento pertenecientes
al animal y las que pertenecen al hombre como ser inteligente. El paso
desde esta doctrina a las teorías de Locke y Condillac, es por demás
fácil y lógico.
Hay
todavía otra razón que demuestra hasta la evidencia que la imaginación
es una facultad puramente sensible y no una facultad intelectual, y es
la diferencia radical y absoluta que existe entre la operación y objeto
de la imaginación, y la operación y objeto del entendimiento, y en
general de toda facultad del orden intelectual, como es la voluntad que
puede apetecer o amar el bien universal. Sabido es, en efecto, y todos
los filósofos convienen en ello, que el carácter distintivo del
conocimiento intelectual, y por consiguiente de las facultades
pertenecientes a este orden, es la universalidad y también la
inteligibilidad pura objetiva, o sea la espiritualidad del objeto; es
decir, que las facultades intelectuales, por una parte, pueden percibir y
representar su objeto por medio de ideas universales, y por otra,
pueden percibir objetos insensibles, inmateriales, espirituales, y por
consiguiente puramente inteligibles. Así vemos que nuestro entendimiento
forma y posee las ideas del triángulo en general, de la extensión, de
la sustancia, de la virtud, &c., ideas universales por parte de su
valor o representación objetiva, en las cuales se prescinde
completamente de las condiciones singulares y de los individuos. La
observación psicológica nos enseña también que nuestro entendimiento
puede conocer y posee de hecho conocimientos más o menos completos
acerca de Dios, de los ángeles, del alma racional y de otros objetos
puramente espirituales. Ahora bien, la misma experiencia interna y la
observación psicológica, que descubren y nos revelan los caracteres de
universalidad y de inmaterialidad en las funciones y objeto de las
facultades intelectuales, nos descubren [249] y revelan a la vez, que
estos dos caracteres no se encuentran en las funciones y objeto de la
imaginación. Toda representación imaginaria, todo objeto percibido o
representado por esta facultad, todo ejercicio, en fin, de la
imaginación, van acompañados de singularidad y materialidad. La
imaginación jamás nos representa un triángulo en general, sino un
triángulo singular y determinado, o sea con tal color, tal magnitud, tal
especie de ángulos, &c. Jamás nos representa la verdad, la
relación, el ser u otras razones objetivas independientes de toda
materia; porque las representaciones imaginarias que formamos de estas
cosas, lo mismo que las que formamos de objetos concretos o sustancias
espirituales, como Dios y los ángeles, sabemos muy bien que no
corresponden a la realidad de esos objetos. Más todavía: es digno de
notarse que hasta en estas mismas representaciones, con las cuales la
imaginación hace esfuerzos desesperados, por decirlo así, para seguir al
entendimiento, se observan los caracteres de materialidad y
singularidad, pues siempre van acompañadas de determinada extensión,
figura, color, &c., lo cual constituye una prueba más de que la
imaginación es una facultad esencialmente sensitiva y no intelectual, y
que su actividad propia se halla encerrada y contenida dentro de la
sensibilidad, cuyos límites y caracteres fundamentales no le es dado
traspasar en ningún caso. Luego es absolutamente incontestable que la
imaginación es una facultad perteneciente al orden sensible, o sea una
manifestación de la sensibilidad, y que por consiguiente, los que la
enumeran o clasifican entre las facultades intelectuales, sientan una
doctrina contraria a la recta razón y a la experiencia, peligrosa en sus
tendencias y en las deducciones a que se presta, y muy poco en armonía
con la enseñanza y el espíritu de la filosofía cristiana (1). [250]
{(1)
Uno de los pocos filósofos modernos que han reconocido la diferencia
esencial y absoluta que existe entre la imaginación y las facultades
intelectuales, considerando a la primera como una facultad sensible, es
nuestro Balmes, que establece esta doctrina en [250] varios lugares de
sus obras. He aquí uno de ellos: «La idea del triángulo es una,
necesaria, constante, la misma para todos; su representación sensible es
múltiple, contingente, mudable… Concentrémonos dentro de nosotros y
notaremos que al pensar en el triángulo flotan en nuestra fantasía
figuras triangulares de varias formas y tamaños. Si queremos imaginarnos el
triángulo en general nos es imposible, pues que por necesidad se nos
presenta de cierto tamaño, grande o pequeño, de una especie determinada,
como rectángulo, oblicuángulo, acutángulo, obtusángulo, equilátero,
isósceles o escaleno. Estas propiedades particulares no pueden ser
eliminadas todas de la figura imaginada, cual sería menester para la idea general… Considerada la representación imaginaria en diferentes sujetos, todavía crece la multiplicidad y variedad.» Filos. Elem. Ideol. pura, cap. 1º.}
Y es
digno de notarse que hasta el krausismo que tanto alardea de
espiritualismo, nos dice por boca de uno de sus principales adeptos, que
«la imaginación es una facultad del espíritu, o mejor dicho, es un
grado particular de aplicación de la facultad fundamental de pensar.»
{(1) Ahrens, Curso de Psicología, trad. por Lizárraga, t. II,
página 110}. Sabido es que para el krausismo el espíritu es un ser
enteramente distinto del cuerpo, no ya solo en el concepto de ser
material, sino en el concepto de ser animado, según que «atribuimos al
cuerpo (humano) un alma, como razón de su actividad y de su
sensibilidad» {(2) Ibid, t. 1, pág. 161}. Siendo incontestable
que los animales poseen imaginación, necesario será concederles también
espíritu y pensamiento, si la imaginación es una facultad del espíritu y un grado particular de la facultad de pensar. No
hay para qué añadir que esto conduce lógicamente a negar la distinción
esencial entre el hombre y el animal, y la diversidad de su destino
final. Tampoco hay necesidad de advertir, que esta doctrina krausista
abre la puerta y da la mano a la teoría darwinista de la evolución o
transformación.
La fuerza
de la lógica es tan poderosa, y la verdad cristiana es tan racional,
que toda teoría psicológica que se pone en contradicción con la
psicología cristiana, o se pierde en [251] las regiones de un idealismo o
escéptico, o teúrgico, o degenera prontamente en materialismo más o
menos explícito. Sólo así se comprende que ciertos krausistas hablen en
los términos que suelen hacerlo, de las evoluciones y transformaciones
de la vida y de la humanidad, después de sus profesiones de fe
espiritualistas y místicas. Sólo así se comprende que Ahrens, después de
identificar la imaginación con la facultad de pensar, y después de
clasificarla entre las facultades del espíritu, haya escrito las
siguientes palabras: Las facultades corporales por su parte, como
no están ya sujetas por la actividad dominante del espíritu (habla del
estado de sonambulismo magnético), se desarrollan con su energía
natural; la sensibilidad, la imaginación, la memoria y la conciencia propia del cuerpo se manifiestan con toda su fuerza y en toda su extensión {(1) Ahrens, Curso de Psicología, trad. Por Lizárraga, t. 1, p. 278}. La imaginación que aquí es una de las facultades corporales, se convertirá después en una facultad del espíritu (2).
{(2)
El que se tome el trabajo de leer la obra citada de Ahrens, verá que la
contradicción de ideas y conceptos que dejamos consignada en el texto,
no es la única que se encuentra en sus páginas. También se observará que
el filósofo krausista se expresa, a veces en términos que no rechazaría
la escuela materialista más avanzada. Tal es, por ejemplo, el pasaje en
que nos habla de la electricidad activa producida por los nervios activos de la voluntad, la cual electricidad «se reuniría con la electricidad pasiva que procede de los nervios pasivos del sentimiento.»}
Si se
quisiera investigar el origen de esta inexactitud de ideas tan
lamentable como universal que se observa en la filosofía moderna, no
sería difícil descubrirla en la confusión que resulta de no analizar y
separar en las obras que se consideran como productos y efectos de la
imaginación, lo que corresponde a esta facultad en sí misma, de lo que
en las mismas corresponde a la razón o inteligencia. Solemos considerar
como productos de la imaginación, las obras de pintura, de escultura, de
poesía, de música, &c., pero este modo de considerar estas obras,
así como estas locuciones, aparecen [252] y son en realidad inexactas,
cuando se someten al examen severo de la razón. Esta clase de
producciones solo pueden ser atribuidas a la imaginación en el sentido
de que ésta, especialmente cuando se halla dotada de determinadas
cualidades, ejerce notable y directa influencia sobre ellas; empero no
debe perderse de vista: 1º que esta misma influencia se ejerce y aplica a
las obras del arte bajo la dirección de la razón y el imperio de la
voluntad: 2º que por notable e importante que sea la influencia de la
imaginación en esta clase de obras, lo es mucho más indudablemente la
que corresponde a la razón o inteligencia. ¿A qué quedarían reducidas
las obras de Miguel Angel, de Rosini o de Homero, si estos hombres, al
concebirlas y ejecutarlas, se hubieran hallado reducidos a la
imaginación únicamente, o privados de la razón? La imaginación por sí
sola, lo más que hacer podría sería reproducir o imitar con más o menos
fidelidad los objetos de la naturaleza percibidos por los sentidos;
empero la combinación artística de los detalles y de las formas, y sobre
todo la concepción del ideal, que constituye lo esencial y principal en
las obras del arte, pertenece a la inteligencia y no a la imaginación.
En
resumen: en las obras o producciones que se apellidan productos de la
imaginación hay una parte menos principal que corresponde a esta
facultad, y otra más principal e importante que corresponde a la razón o
inteligencia. La imaginación reproduce y representa los tipos
naturales, que son como la materia primera para las concepciones
artísticas, y sobre todo sirve de auxiliar poderoso a la razón para
formar nuevos tipos o representaciones sensibles no existentes en la
naturaleza, especialmente cuando se halla dotada de viveza, energía,
facilidad, &c. La razón es el agente y causa principal, no solamente
porque se sirve de la imaginación como de instrumento y auxiliar para
la representación concreta y la ejecución de la obra, sino
principalmente porque la concepción adecuada y completa de ésta y el
ideal que constituye el ser íntimo y como el alma de esta clase de
obras, pertenece exclusivamente a la razón o inteligencia. [253]
Corolarios
1º El
objeto de la imaginación son las especies o representaciones sensibles
de objetos singulares y materiales, ya sean éstas simples o compuestas.
Llamo representaciones simples o primarias, las que representan
algún objeto según es percibido de antemano por alguno de los sentidos
externos: y representaciones compuestas o secundarias, las que
forma la imaginación combinando las simples y modificándolas de diversas
maneras bajo la influencia y dirección de las facultades propiamente
intelectuales, o sea del entendimiento y de la voluntad.
2º El
ejercicio y funciones de la imaginación se hallan más sujetas a nuestra
voluntad que las sensaciones externas. La razón es que las sensaciones
se refieren siempre a algún objeto externo que es causa de las mismas, y
consiguientemente se hallan sujetas a condiciones determinadas y
necesarias en orden a la magnitud, presencia del objeto, disposición del
medio y del órgano, &c., al paso que las funciones de la
imaginación tienen por objeto y materia de ejercicio las
representaciones preexistentes dentro de nosotros, y por consiguiente
más sujetas al imperio e influjo de la voluntad.
3º La
imaginación no contiene solamente las representaciones o imágenes
relativas a la vista, como pretenden Addison y Reid, sino que abraza
especies o representaciones de los objetos, o de las cualidades y
modificaciones percibidas por los demás sentidos, como lo manifiesta la
experiencia.
4º La
imaginación nada puede percibir o representarse sin que esta
representación haya entrado de antemano por alguno de los sentidos. Aun
en las nuevas combinaciones que hace la imaginación bajo la influencia y
con el auxilio de la razón, observamos que la representación total
resulta de la agregación y modificación de representaciones parciales o
simples que la imaginación reúne, separa o modifica. Por otro lado, el
ciego de nacimiento, por ejemplo, no puede tener representación
imaginaria de la luz o los colores. Este corolario constituye una prueba
más de que la imaginación es una facultad esencialmente sensible y no
intelectual; puesto [254] que sus funciones se hallan completamente
subordinadas o sujetas a las representaciones sensibles, concretas y
singulares, recibidas de los sentidos externos.
§ V Ventajas e inconvenientes de la imaginación.
Para reconocer la importancia y utilidad de la imaginación en el hombre, bastará tener presentes las siguientes observaciones:
1ª La
imaginación es como el origen próximo de nuestros conocimientos
intelectuales, y por consiguiente de la ciencia humana. La experiencia y
la observación psicológica demuestran que nuestra inteligencia, en su
origen, no contiene ideas o conocimientos actuales, y sí solo una
actividad o fuerza innata para producirlos. Claro es que esta actividad
necesita de alguna materia, o mejor dicho, de objetos con los cuales se
ponga en contacto para producir o adquirir las ideas y conocimientos de
que carece; y esto se verifica por medio de la sensibilidad, a la cual
pertenece excitar y poner en acción a la inteligencia. Ahora bien: la
imaginación es sin duda alguna la facultad más noble entre las que
pertenecen a la sensibilidad, y la que más se aproxima al entendimiento
como facultad de percepción o conocimiento. Ella es, por lo tanto, la
que excita la actividad intelectual de una manera más directa e
inmediata, y sobre todo la que suministra en sus representaciones
materia propia y próxima y para la elaboración de las ideas y
conocimientos intelectuales: en este sentido, y bajo este punto de
vista, la imaginación puede y debe llamarse origen y causa de la
ciencia.
2º Otra
ventaja y utilidad de la imaginación es ponernos en comunicación con las
cosas ausentes en tiempo y espacio. En efecto; las representaciones
imaginarias constituyen presentes a nuestras conciencia los objetos
ausentes, y van acompañadas de la percepción concreta del tiempo en que
se realizaron las sensaciones o afecciones contenidas en la
representación imaginaria. El ejercicio de la imaginación [255] envuelve
o lleva consigo el ejercicio de la memoria sensitiva, tomando esta
última facultad en cuanto abraza o se refiere a todos los fenómenos de
la sensibilidad, y no precisamente en cuanto se refiere o limita a las
percepciones propias de la estimativa o cogitativa, según la
consideraban algunos de los Escolásticos.
3ª La
tercera ventaja, acaso la más importante de la imaginación, es favorecer
el desarrollo del conocimiento intelectual y la constitución de la
ciencia, facilitando la claridad, orden y distinción de las ideas. A
este resultado contribuye la imaginación por dos caminos principalmente:
1º por parte del lenguaje, o sea de la relación entre las concepciones o
ideas puras de la inteligencia y el lenguaje articulado. La
representación imaginaria de la palabra excita, fija y determinada idea o
cosa significada en la inteligencia: 2º por parte de la relación entre
las ideas abstractas y universales y las representaciones sensibles.
La
experiencia nos enseña, en efecto, que las ideas demasiado universales,
abstractas, y puramente inteligibles, van acompañadas regularmente de
cierta confusión y como vaguedad indecisa que nos impiden formar
concepciones exactas, claras y precisas de los objetos a que se
refieren. La misma experiencia u observación psicológica nos revela a la
vez, que esa indecisión y oscuridad desaparecen más o menos cuando
procuramos determinar, contraer y fijar esas ideas abstractas y
universales, por medio de representaciones imaginarias, las cuales dando
cuerpo, por decirlo así, a aquellas ideas, hacen más claros y
accesibles a nuestra inteligencia los objetos a que se refieren. De aquí
la práctica y la utilidad de los ejemplos en la enseñanza. Cuando
observamos que alguno no penetra bien la fuerza de una razón, el alcance
de una síntesis, la verdad de una regla, la exactitud de una idea,
&c., nos esforzamos en darle cuerpo, y en hacerla sensible y clara
por medio de ejemplos o aplicaciones singulares.
4ª Ya
dejamos indicado que la imaginación ejerce notable influencia sobre las
bellas artes. Esta influencia puede [256] ser mayor o menor en los
diferentes individuos, según las condiciones especiales de organización
que dan origen a determinadas cualidades o dotes de esta facultad.
Cuando a una imaginación adornada de dotes especiales para las obras de
arte, se une en el mismo individuo una inteligencia dotada de poderosa
intuición artística, o de cualidades en armonía con las de la
imaginación, aparecen entonces los grandes pintores, músicos, &c.
Al lado
de estas ventajas, la imaginación presenta algunos inconvenientes y
peligros, entre los cuales no es el menor el que resulta de la propiedad
que tiene de funcionar simultáneamente con la inteligencia o razón. La
experiencia nos enseña que el ejercicio de la actividad intelectual,
siquiera tenga lugar con respecto a ideas y objetos puramente
inteligibles y espirituales, como la verdad, el ser, la relación, Dios,
los ángeles, &c., va siempre acompañado del ejercicio de la
imaginación que hace esfuerzos por seguir a la razón. Y de aquí el
peligro de confundir las ideas y concepciones de la razón pura con las
representaciones imaginarias. Aquí debe buscarse también el origen de
esa confusión entre la imaginación y la inteligencia por parte de muchos
filósofos modernos, según dejamos consignado.
Otro
inconveniente de la imaginación, principalmente cuando se halla dotada
de cierto grado de viveza, energía y fecundidad, es inducir a formar
juicio de la realidad objetiva de las cosas por la representación
imaginaria y sensible de las mismas. Sucede con frecuencia que cuando la
imaginación no es dominada y dirigida por la fría y severa razón, el
hombre toma como norma el juicio acerca de la realidad y naturaleza de
las cosas las representaciones de aquélla. Aquí es donde ordinariamente
tienen su origen las hipótesis gratuitas, los sistemas inventados a priori y
las teorías arbitrarias para explicar los fenómenos de la naturaleza y
los hechos históricos, bautizando después con el pomposo nombre de
filosofía de la historia, lo que no es otra cosa en el fondo que una
hipótesis gratuita, sin más base que las ficciones y combinaciones
arbitrarias de la imaginación.