Siempre me he llevado bien con los hippies (uso esta palabra quizás a falta de otra más abarcativa). Cuando tenía una librería de viejo, eran los únicos con los que podía ponerme a hablar de cosas interesantes, tales como hinduísmo, budismo, ecología. Los "fachos" eran sinceramente insoportables, siempre prestos a reprimir a alguien por cosas que no les concernían y a buscar el "lado bueno" del capitalismo.
Claro que no estábamos de acuerdo en un par de cosas, pero con respeto. 


Ese par de cosas solían ser el tema de la identidad, en especial en lo racial (aunque todos los hippies son blancos, me consta) y en la percepción de la violencia. Tampoco puede decirse que eso que se ha dado en llamar: el hippismo sea todo lo mismo.
Cualquiera con algunas inquietudes y una cierta cultura, sabe muy bien que el romanticismo europeo, y todos los procesos político culturales del fines del siglo XIX estaban emparentados con lo que en siglo XX se llamo hippismo.
Siempre he sostenido que los fascismos han sido un conglomerado de elementos disímiles bajo la conducción de un sólo líder. Suprimida esa conducción, cada uno de esos elementos ha vuelto a su origen, desagregado ya del fenómeno político.
Con muchos de esos elementos propios de la "tercera Posición", francamente no concuerdo. Pagano, identitario, comunitarista y libertario, prefiero mil veces charlar que con un hippie que con un reaccionario.