lunes, 27 de mayo de 2019

Los elementos religiosos del peronismo (7a. parte)

Los elementos religiosos del peronismo (7a. parte)

En un sentido absolutamente coincidente, otra opinión trasluce un esfuerzo valorativo de esa misma característica:
En el movimiento peronista no sólo hubo bajas pasiones y apetitos puramente materiales. Hubo un genuino fervor espiritual, una fe pararreligiosa en un conductor que les hablaba como a seres humanos y no como a parias.
Sus principios políticos se conformaron de tal modo con un sentido sacro que auroleaba la idea de nación.

La doctrina justicialista representaba la esencia misma de la argentinidad y la solidaridad de una hermandad humanista con su propio trabajo. El presidente constitucional general Perón era el conductor y numen de esta hermandad. Ha construido una nueva era con alma propia, y la comunidad argentina se desenvuelve por sí misma, sin tutelajes europeizantes y fiel a nuestras mas caras tradiciones.
Aún hoy -y aunque la realidad actual es muy distinta de la década del cincuenta-, puede advertirse este significado pararreligioso del movimiento y de sus elementos configurantes.
Los mensajes fueron litúrgicos. Rocamora dijo: "Llegamos aquí como peregrinos" y se refirió a Eva Perón como "La señora de los milagros". Cafiero, que ofreció diez minutos de exégesis del peronismo, recordó a Perón como "un caudillo y un apóstol".
Esta realidad ha llevado a definir a Perón como el profeta de una religión vernácula. La figura del jefe del movimiento adquirió entonces un valor absoluto, expresado en el slogan repetido hasta el infinito por la multitud enfervorizada, proclamando la entrega de la propia vida en el altar del líder mesiánico. El poder volvía a recuperar así una vez más su primigenio carácter divino propio del monismo político-religioso.
Hubo en el peronismo una estructura religiosa, en la que el líder era el Ser Supremo, y por lo tanto infalible, lo que implicaba adherir incondicionalmente a sus decisiones, que no admitían discusión. Como suele ocurrir cuando el raciocinio deja paso a la sensibilidad, sus adeptos consideraron que poseían la verdad absoluta, lo que implicó creer que fuera del movimiento no había salvación.
Pedro Badanelli -sacerdote cismático al que nos referiremos en las conclusiones- relaciona los contenidos de la nueva religión política con los de la religión cristiana al afirmar que
El peronismo ha engendrado cual el Evangelio, una mística.
El mismo Perón así lo expresaría, parafraseando a Carlos Pellegrini:
El peronismo más que un partido es una mística.
O bien:
Les he dado una organización, una doctrina y una mística.


En la mística predominan la dinámica del exceso y la sabiduría de la desmesura, que se identifican con la figura de Evita. La gran predicadora de la nueva religión fue sin duda Eva Perón.