La otra democracia: Cuando el alcalde era elegido por sorteo o insaculación
Mañana domingo, España está llamada a las urnas para elegir la formación de todas las corporaciones municipales y,
por consiguiente, sus alcaldes. Se trata de una elección basada en la
ley electoral que rige el proceso de selección de todos los
representantes políticos. Y aunque este sistema, consolidado, se utiliza
desde hace mucho tiempo, no es tan antiguo como podría suponerse.
Desde mediados del siglo XV, y a lo largo de más de 200 años, los representantes municipales de la mayoría de poblaciones de la Corona de Aragón eran elegidos mediante sorteo, más concretamente por el procedimiento conocido como la insaculación,
consistente en extraer una de las bolitas previamente introducidas en
un saco. De esta manera se elegía a los “bailes y cónsules”, los
equivalentes a los actuales alcaldes y concejales, términos que se
adoptaron en Catalunya finalizada la guerra de Sucesión.
Los gremios locales proponían a los aspirantes, escogidos por el procedimiento de la insaculación
A nuestros días ha llegado
diversa documentación histórica que atestigua esta singular rifa. En el
archivo municipal de Castelló d’Empúries se encuentran varios escritos
donde se recoge la descripción detallada de algunos procesos celebrados a
comienzos del siglo XVIII. En ellos es posible descubrir que se
usaba una bolsa de tela azul llamada bolsa de batlle que se depositaba
dentro de una cajita con cinco cerraduras con distintas llaves, caja que custodiaba también las otras bolsas destinadas a la elección de los cónsules y demás oficiales.
Para Josep Maria Torras,
catedrático de Historia Moderna de la Universitat de Barcelona, “la
insaculación era un proceso garantista que evitaba la manipulación de la
elección, a la vez que velaba por la voluntad popular representada por
la base social”.
El historiador destaca la
seriedad y respeto con los que se custodiaba el material. La necesidad
de abrir la caja con cinco llaves distintas significaba que todos los
poseedores debían estar presentes durante el momento de la elección y
dar fe del correcto funcionamiento del proceso.
La base social quedaba
plasmada por un representante elegido por cada uno de los gremios que
tenían derecho a ofrecer un candidato para el cargo. Así, la
saca contenía los nombres propuestos por las diferentes comunidades
profesionales en pequeños trozos de pergamino de cuatro por cuatro
centímetros dentro de unas bolitas que, posteriormente, se sellaban con
cera caliente para evitar su manipulación.
Torras explica que, aunque el
recipiente formal fuera la bolsa de tela, el utensilio que finalmente se
usaba para extraer el nombre era una palangana llena de agua. “Ahí un
niño vertía las bolitas y, al flotar, quedaban a la vista de todos los
presentes”, lo que aseguraba la transparencia del proceso.
Este método comenzó a utilizarse a mediados del siglo XV en la mayoría de poblaciones de la Corona de Aragón
Según reza en el documento de
1708 de la villa ampurdanesa, en Castelló d’Empúries, el procedimiento
de elección aún se complicaba un poco más, ya que en algunas poblaciones
bajo jurisdicción señorial el noble se guardaba el derecho final de
escoger al ganador. Es decir, al crío se le exigían tres nombres que
acabarían componiendo la terna del alcalde y el conde de Empúries elegía
al que más se ajustaba a su agrado.
eMarisa Roig, archivera municipal de Castelló d’Empúries, relata que el
proceso de insaculación para los cargos públicos del municipio se
efectuaba cada año y para ello se conjuraba el Consell General de la
Universitat en el edificio de la Llotja del municipio la vigilia del
domingo de Ramos. “En el
caso de Castelló, los batlles eran oficiales del conde y ejercían en su
nombre la jurisdicción en la villa y, como el resto de bailes de la
Corona, además tenían funciones judiciales”, explica Roig. Unas
competencias fuera del alcance de los alcaldes actuales.
La insaculación se practicó en la Corona de Aragón hasta la instauración del decreto de Nueva Planta.
Algunos pueblos se hicieron los remolones y siguieron clandestinamente
eligiendo a sus representantes por este procedimiento varios años
después. Sólo los municipios de territorios bajo señorío pudieron seguir
con esta tradición.
Martí Paola. Fuente La Vanguardia