PSICOLOGÍA EMPÍRICA. Las facultades apetitivas o afectivas. 6/13
Noción y clasificación general de las facultades afectivas
Obsérvase
generalmente en los tratados de filosofía, al hablar de las facultades o
potencias afectivas del hombre, una confusión análoga a la que hemos
indicado con respecto a las facultades de conocimiento. Así como al
tratar de éstas, vemos a muchos filósofos prescindir de la línea
divisoria primitiva y esencial que existe entre el orden sensible y el
orden intelectual, así también los vemos hablar de voluntad, de
actividad libre y espontánea, de instintos, de deseos, de sentimientos y
pasiones, sin separar y distinguir de una manera rigurosa y precisa lo
que pertenece al orden sensible de lo que pertenece al orden puramente
intelectual; de aquí lo contradicción en sus opiniones, y sobre todo la
lastimosa confusión e inexactitud de ideas que se revelan en su doctrina
y clasificación de estas facultades.
Como base
lógica y científica de una teoría racional sobre la naturaleza y
funciones de esta clase de facultades, expondremos con la posible
brevedad la noción y clasificación general de las facultades afectivas o
apetitivas, en las siguientes observaciones.
1ª La
experiencia interna nos enseña que cuando percibimos o conocemos algún
objeto como bueno o conveniente para nosotros, este conocimiento excita
en nuestro interior una especie de tendencia o movimiento de inclinación
hacia dicho objeto, y que por el contrario, resulta un movimiento de
aversión o apartamiento, cuando aprendemos o conocemos algún objeto como
contrario o malo. Esta facultad [258] que tiene el alma de inclinarse y
tender hacia el objeto bueno y de apartarse o rehuir del objeto malo o
contrario, constituye la facultad apetitiva y también afectiva;
porque su fuerza propia se manifiesta y funciona por medio de
movimientos o actos afectivos, y no por actos cognoscitivos, cuya
existencia presupone naturalmente, como condición necesaria y hasta como
regla y medida de sus funciones: porque la experiencia y observación
psicológica demuestran que el movimiento afectivo resultante en el alma,
está en relación y proporción con el objeto conocido y con el modo con
que es conocido.
2ª De
aquí se infiere legítimamente que así como existen en el hombre dos
clases o especies de conocimientos esencialmente diferentes entre sí,
cuales son el conocimiento sensible y el conocimiento intelectual, así
también es preciso que existan en el hombre dos clases de apetitos o
movimientos afectivos esencialmente distintos entre sí, a saber: una
facultad afectiva o inclinación consiguiente al conocimiento sensible y
en armonía con la naturaleza y condiciones propias de este género de
conocimiento, y otra facultad afectiva, apetito o inclinación,
consiguiente al conocimiento intelectual y en armonía con la naturaleza y
condiciones propias del mismo. Luego es preciso admitir dos clases o
especies de facultades afectivas o apetitivas, o sea una facultad
afectiva perteneciente al orden sensible, y otra facultad afectiva
perteneciente al orden intelectual puro. A la primera llamaban los
Escolásticos con bastante propiedad apetito sensitivo; la segunda es la voluntad o sea el apetito racional.
3ª La
razón y la experiencia demuestran de consuno la existencia de esta doble
facultad afectiva. Es innegable que los brutos se hallan sujetos a
pasiones o movimientos afectivos, puesto que experimentan, a no dudarlo,
las pasiones o afecciones de amor, de deseo, de ira, de temor, &c.
Hallándose, pues, en el hombre todas las manifestaciones de la
sensibilidad que se hallan en los brutos, claro es que éste se halla
sujeto a pasiones o afecciones análogas a las que hemos señalado u
observamos en los brutos, afecciones que son como el resultado natural y
espontáneo del conocimiento sensible, [259] o sea del ejercicio de las
facultades cognoscitivas de la sensibilidad en orden a sus objetos
propios que son las cosas materiales, sensibles y singulares.
Por otro
lado, no es menos incontestable que el hombre, por medio del
entendimiento o razón pura, conoce objetos universales y espirituales,
que se hallan por consiguiente fuera del alcance de la sensibilidad como
facultad de conocimiento. Luego la inclinación o repulsión, o sea los
actos afectivos consiguientes y relativos a este conocimiento puramente
intelectual, son esencialmente superiores y distintos de los actos o
movimientos afectivos resultantes y relacionados con el conocimiento
sensible, así como este género de conocimiento es distinto esencialmente
del conocimiento puramente intelectual. Ciertamente que sería muy poco
filosófico decir que el amor de Dios, o de la virtud, el aborrecimiento del vicio, el deseo de la gracia, el temor del pecado, no son afecciones o actos esencialmente distintos del amor, deseo, temor, &c.,
como movimientos de la sensibilidad respecto de objetos materiales y
singulares percibidos por los sentidos. Identificar o confundir estos
dos géneros de movimientos o actos afectivos, sería lo mismo que borrar
la línea divisoria entre el orden sensible y el orden intelectual, y dar
la razón a la filosofía sensualista y materialista.
4ª Sin
embargo, así como la imaginación y la memoria, sin dejar de pertenecer
al orden sensible, alcanzan en el hombre un poder y perfección que no
tienen en los brutos, a causa de su afinidad cosmológica y psicológica
con las facultades intelectuales, y sobre todo por la influencia que la
razón y la voluntad ejercen sobre ellos, así también el apetito
sensitivo o sea la facultad sensible afectiva, se hace capaz de producir
y produce manifestaciones, superiores a las que se hallan en los
brutos, a causa o en virtud del imperio e influjo de la voluntad y de la
razón sobre dicho apetito sensitivo, al cual, por este motivo, llama
santo Tomás con mucha exactitud filosófica racional por participación, rationalis per participationem. Esto
explica porqué en la sensibilidad afectiva del hombre observamos mayor
número y mayor perfección de actos o [260] movimientos afectivos. Así
vimos que en el bruto y en el hombre existe el amor de los hijos, pero
en el último éste amor es más noble y más perfecto que en el primero,
porque es determinado bajo la influencia de las facultades superiores y
va acompañado del conocimiento racional del objeto. De aquí resulta que
este amor en el hombre, aunque es acto o movimiento de la sensibilidad y
pertenece a ella en el fondo, puede decirse al mismo tiempo racional o
intelectual, en cuanto al modo de ser y condiciones que lo acompañan,
modifican y perfeccionan; en una palabra, es un movimiento o afección rationalis per participationem, según la expresión profunda y gráfica a la vez de santo Tomás.
5ª Luego
toda filosofía cristiana, y toda filosofía que no quiera verse obligada
por la fuerza de la lógica a admitir las tendencias y conclusiones del
sensualismo, debe fundar y establecer la teoría de las facultades
afectivas del hombre, sobre las siguientes bases:
1ª En el
hombre existen dos facultades afectivas esencialmente distintas, una que
pertenece al orden sensible, en la cual conviene, en cuanto a la
sustancia o al fondo, con los brutos; y otra perteneciente al orden
intelectual, y por lo mismo propia y peculiar al hombre: la primera
puede llamarse sensibilidad afectiva para distinguirla de la perceptiva o de conocimiento, y acaso mejor, con los Escolásticos, apetito sensitivo: la segunda es la voluntad, que los antiguos apellidaban también apetito racional.
2ª Las
afecciones pertenecientes al orden intelectual, o sea los actos y
movimientos afectivos de la voluntad, son esencialmente distintos de las
afecciones pertenecientes a la sensibilidad, como son esencialmente
distintos también el conocimiento intelectual y el conocimiento sensible
que dan origen respectivamente a esos actos o afecciones.
3ª La
sensibilidad afectiva del hombre, en virtud de su afinidad cosmológica y
psicológica con la razón y la voluntad, y especialmente en virtud de la
influencia que estas dos potencias superiores ejercen sobre ella y sus
manifestaciones, puede producir o dar origen a movimientos y afecciones
[261] que, aunque sensibles en sí mismas y por parte de su principio
propio e inmediato, que son las facultades del orden sensible,
participan al propio tiempo alguna perfección y modo de ser de las
facultades intelectuales o superiores, de manera que semejantes
afecciones pudieran apellidarse mixtas de sensibles y racionales, porque
no son ni puramente sensibles, ni puramente intelectuales.