PSICOLOGÍA EMPÍRICA. El apetito sensitivo o la sensibilidad afectiva. 7/13
1ª El
apetito sensitivo es el principio de los movimientos afectivos de la
sensibilidad, que se llaman pasiones en el lenguaje filosófico. Porque
aquí no se toman las pasiones por el movimiento desordenado o deseo
intenso y vehemente de alguna cosa, como lo toman muchos modernos, sino
por el movimiento natural y espontáneo de la sensibilidad afectiva hacia
alguna cosa, percibida como buena o mala, conveniente o contraria.
Aquí, pues, se trata de las pasiones consideradas en sí mismas, secundum se, prescindiendo
del desorden moral que puede acompañarlas en el hombre, y de la
vehemencia que pueden adquirir por la repetición de actos u otras
causas.
2ª Las
pasiones del hombre y del bruto convienen en el fondo, en cuanto que en
el uno y en el otro existen afecciones varias o movimientos afectivos de
la sensibilidad que envuelven inclinación o aversión hacia
objetos sensibles. Empero existen al propio tiempo notables diferencias
entre unas y otras, de las cuales son las principales las siguientes: 1ª
las pasiones en los brutos son los movimientos afectivos consiguientes
al conocimiento puramente sensible: en el hombre son determinadas y van
acompañadas con frecuencia del conocimiento intelectual que percibe el
objeto de la pasión, percibido al propio tiempo o previamente por la
imaginación u otros sentidos; es decir, que los movimientos [262]
afectivos o pasiones, en el hombre suponen un conocimiento más perfecto
del objeto a que se refieren, ya por la influencia que el entendimiento
ejerce sobre la imaginación y demás sentidos internos, ya porque todo
objeto percibido por las facultades sensibles puede ser conocido
simultáneamente y con mayor perfección por el entendimiento puro.
De
aquí resulta la 2ª diferencia, a saber: que las pasiones en el hombre
son más numerosas, más complejas y más elevadas que la de los brutos;
pues es consiguiente y lógico que la multiplicidad y elevación de
conocimiento que en el hombre da origen y determina las afecciones de la
sensibilidad, produzca en ésta manifestaciones más numerosas y
complejas que las que resultarían del conocimiento puramente sensitivo.
He aquí la razón suficiente y filosófica porque existen en el hombre
ciertas pasiones que, o no existen en los brutos, como la ambición, la
avaricia, &c., o sólo existen en un estado rudimentario, como el
tedio, la aflicción, la vergüenza, &c.
La
tercera diferencia, que viene a ser un corolario legítimo de las dos
precedentes, consiste en que las pasiones, en virtud de la relación y
subordinación que tienen al entendimiento y voluntad, pueden ser
moderadas y dirigidas en sus movimientos por estas facultades
superiores: en otros términos, las pasiones en el hombre son capaces de
educación moral, porque el apetito sensitivo, del cual son
manifestaciones, participa la racionalidad a causa de la influencia que
sobre él ejercen las facultades intelectuales, o sea la voluntad y la
razón. Y esto mismo es lo que expresó santo Tomás con su acostumbrada
concisión, diciendo: appetitus sensitivus est rationalis per participationem.
3ª En
atención a lo que dejamos expuesto, podremos decir que el apetito
sensitivo es la facultad o fuerza afectiva sensible, mediante la cual
nos movemos interiormente en orden al bien o mal sensible, previo a su
conocimiento, o por los sentidos solos, o por éstos y por el entendimiento a la vez. Las
últimas palabras convienen al apetito sensitivo en el hombre solamente;
las restantes convienen a la sensibilidad afectiva, [263] o sea al
apetito sensitivo en cuanto es común al hombre y los brutos.
4ª El
bien y el mal, que son objeto del apetito sensitivo, pueden ofrecerse a
éste, o simplemente bajo la razón de bien o de mal, o bajo la razón de
bien y mal difíciles de conseguir o de evitar. De aquí la división que hacían los Escolásticos del apetito sensitivo, en apetito concupiscible y apetito irascible. El primero dice relación al bien o mal sensibles en sí mismos, secundum se, y
prescindiendo de la dificultad de alcanzarlo o evitarlo: el segundo se
refiere a los bienes o males en cuanto van acompañados de dificultad, sub ratione ardui.
Esto
supuesto, indicaremos las principales manifestaciones de la sensibilidad
afectiva, que constituyen lo que en lenguaje filosófico se llama
A) Pasiones del apetito concupiscible.
Que son el amor, el deseo, el deleite o gozo sensible, a las cuales corresponden con respecto al mal sensible, el odio, la fuga y la tristeza. Estas afecciones, como pasiones, no
deben confundirse con los actos análogos de la voluntad, relativos a
algún objeto en cuanto conocido por la razón pura, actos que pudiéramos
llamar afecciones inteligibles, para distinguirlas de las sensibles, que constituyen las pasiones.
Es muy
difícil explicar con palabras, ni definir con exactitud estas
manifestaciones de la sensibilidad, porque son fenómenos y hechos que se
sienten y experimentan más bien que se explican: diremos, sin embargo,
que
a) El amor-pasión es la complacencia del apetito en el bien sensible;
puesto que es una especie de adhesión e inclinación de la sensibilidad
al objeto que los sentidos, y especialmente la imaginación, presenta
como buenos, o agradables, o capaces de producir placer con su posesión.
El amor, por consiguiente, viene a ser la unión afectiva entre el sujeto y la cosa amada, unión producida por la percepción de la bondad sensible o relativa a la sensibilidad.
b) El deseo, como pasión, es el movimiento afectivo de la sensibilidad hacia un bien ausente o no poseído. El
deseo se [264] distingue, pues, del amor: 1º porque éste envuelve la
simple complacencia en el bien que le sirve de objeto, prescindiendo de
que este se halle presente, o ausente o no poseído: el deseo se refiere a
algún bien ausente o no poseído, porque no se desea lo que ya se tiene:
2º el amor incluye la unión afectiva con el objeto: el deseo es más
bien una tendencia al mismo, y como conato o esfuerzo para llegar hasta
él.
c) El deleite o placer, que también suele apellidarse gozo, alegría, satisfacción, &c., es la afección que resulta en la sensibilidad de la posesión del bien sensible; o en otros términos, la fruición producida o determinada por la posesión del bien sensible. Entre los efectos del deleite o gozo-pasión se enumeran: 1º la dilatación del corazón y
la aceleración de los movimientos vitales, que pueden llegar hasta
producir el desfallecimiento, síncope y aun la muerte, a ser ciertos
algunos hechos históricos: 2º impedir el uso expedito de la razón concentrando en la fruición la actividad del alma: 3º deseo de sí mismo, porque la experiencia del placer produce el deseo de su repetición.
d) La naturaleza del odio o aversión, de la fuga, que viene a ser un movimiento de concentración interna como rehuyendo y apartándose del mal, y de la tristeza o
dolor, se reconocen fácilmente, teniendo presente que son los
movimientos de la sensibilidad afectiva contrarios a los que se acaban
de exponer.
B) Pasiones del apetito irascible.
Cinco son las pasiones principales del apetito irascible.
a) La esperanza, que tal vez sería mejor llamar confianza (fiducia),
reservando el primer nombre para el acto análogo de la voluntad, viene a
ser una afección mediante la cual el sujeto se pone el relación y como
en contacto con algún bien futuro y difícil de conseguir.
b) La audacia, o
animosidad, puede decirse que es la erección y como insurrección del
ánimo para superar y vencer un mal grave. La audacia siempre se refiere a
algún mal grave, al menos relativamente; porque los males leves o
considerados como tales, no excitan ni levantan la energía y [265]
fuerzas del alma, como se verifica en la audacia, a consecuencia de la
percepción o aprehensión de algún mal grave que amenaza.
c) La ira es el movimiento del ánimo contra el mal presente, o
sea para rechazar el mal recibido o el daño inferido. Así como la
audacia se refiere a un mal que amenaza, pero que no ha sobrevenido aún,
así la ira se refiere al mal o daño en cuanto inferido ya y presente en
el sujeto. De esta pasión, como de la más aparente y visible, toma su
nombre el apetito irascible. A la esperanza y la audacia corresponden en
sentido contrario la desesperación y el temor.
Observaciones
1ª Aunque
estas once manifestaciones del apetito sensible constituyen las
pasiones primarias o fundamentales, no quiere decir esto que sean las
únicas pasiones del hombre. Ya dejamos indicado que la combinación o
concomitancia del conocimiento intelectual y del sensible en el hombre
por una parte, y por otra la subordinación de la sensibilidad afectiva a
la inteligencia y la voluntad, determinan ciertas manifestaciones
afectivas de la sensibilidad peculiares al hombre, cuales son la avaricia, la vanidad, la ambición, con otras análogas.
2ª Debe tenerse también presente, que las pasiones primarias dan origen a otras que podemos llamar secundarias, y
que vienen a ser efectos de las primeras. El amor, por ejemplo, produce
o da origen al celo, a la languidez, &c. El deseo da origen en
determinadas circunstancias al tedio o disgusto, a la inquietud o
ansiedad, &c. Muchos filósofos modernos suelen enumerar mayor
número de pasiones que los antiguos Escolásticos; pero si se tiene
presente esta observación y la anterior, no será difícil conciliar esta
diversidad de opiniones sobre el número de las pasiones.
3ª Con respecto al modo con que las pasiones modifican o influyen sobre el sujeto, pueden dividirse en exaltantes, o que dilatan y dan vigor al alma, y deprimentes, o
sea las que debilitan y abaten. Pertenecen a las primeras el amor, el
deseo, el placer, la esperanza, la audacia y la ira: a la [266] segunda
clase pertenecen el odio, al menos bajo algún punto de vista, la fuga,
la tristeza, la desesperación y el temor. Esta clasificación, adoptada
por los médicos modernos, lejos de oponerse, se halla en completo
acuerdo con la noción de las pasiones que dejamos expuesta, y que
coincide con la doctrina de santo Tomás sobre la materia.