domingo, 12 de mayo de 2013

ARGENTINA UN PAIS DE FICCIÓN

Como Bananas de Woody Allen

10-05-13 00:00

Por Fernando Gonzalez Director Periodístico fgonzalez@cronista.com
Bananas es una de las mejores películas del genial Woody Allen. Es una sátira de un país latinoamericano con algo de Cuba y algo del prejuicio estadounidense medio que en 1971 existía sobre la región. En la mitad del filme, el líder guerrillero triunfante pronuncia su primer discurso tras la toma del palacio y dicta sus primeras medidas: la población deberá cambiarse la ropa interior todos los días y ponerse los calzones por encima de los pantalones para que el gobierno pueda comprobarlo. Así describe Allen esa suerte de locura que se apodera de algunos gobernantes cuando llegan al poder y después quieren aferrarse al mismo de cualquier manera.
El espíritu bananero de Allen pareció contagiar a la Argentina de los últimos tres días. El giro de 180 grados que protagonizó la Presidenta sumió a la población en un estado de confusión que recuerda las peores etapas de estas tres décadas de democracia. La batalla cultural de la pesificación, que el kirchnerismo adoptó como marketing, fue arrojada al tacho de basura con una facilidad asombrosa. Se derrumbó 24 días antes de cumplir un año. El blanqueo apurado que lanzó el Gobierno lleva las huellas de la desesperación. Los ciudadanos antipatria que compraron dólares en las cuevas; los que viajaron a Colonia para obtener dólares en los cajeros automáticos y los que los mantienen en el exterior ahora pueden traerlos para disfrutar de nuestro sorpresivo paraíso fiscal.
La frustración de apoderó de los argentinos que siempre pagaron sus impuestos o llenaron trámites interminables para recibir unos pocos dólares que les permitieran viajar al exterior. Como en el cambalache discepoliano, todo es igual, nada es mejor. La pesificación resultó finalmente lo que se sospechaba. Un ardid que ningún funcionario defendió cuando el dólar blue atravesó la barrera temible de los diez pesos.
El fenómeno de las explicaciones públicas del equipo económico llevaron también la marca en el orillo del branding bananero. Axel Kicillof defendió la redolarización de la economía con la misma vehemencia y con la misma soberbia que había defendido la pesificación hace apenas un año. Echando culpas a todos los gobiernos anteriores y sin que se le escapara jamás una autocrítica, el tono de voz del viceministro recordó jornadas tensas que en el pasado reciente supo protagonizar Domingo Cavallo. Tiene dificultades severas para la gestión, pero Kicillof probó ayer en el Senado que le sobran palabras para ser un legislador de los que defienden cualquier causa, al estilo del insuperable Miguel Pichetto.
El problema de los países bananeros es que, a la larga, no son tomados en serio por sus vecinos ni por sus habitantes. Algo va mal si los funcionarios no resuelven los problemas reales; si la oposición no formula propuestas creíbles; si se pasa por encima de los jueces y las leyes se cambian sólo para acomodarlas a los caprichos políticos o económicos del momento. La Argentina todavía está a tiempo de escapar de esa trampa en la que caímos tantas veces. Pero tiene que empezar a transitar un camino muy diferente. Con más sensatez, más eficacia y más honestidad. Con menos pobreza, menos inflación y menos bolsos con plata de origen desconocido.
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