Creado el Miércoles, 01 Mayo 2013
  
  
  
  
   
    Publicado por Roberto Briend
   
 
 
 
 
    
 
Por Emilio Cárdenas
Londres. 
Un grupo de ilois, los habitantes originales de la isla Diego García, 
protestan frente al parlamento británico. Foto: Reuters / Andrew Winning
Island of
 Shame ("La isla de la vergüenza"), libro de David Vine, tiene 
relevancia para todos los argentinos por su vinculación directa con la 
conducta de Gran Bretaña, la potencia colonial alguna vez ocupante de la
 isla denominada Diego García. Se trata de la primera investigación 
académica -completa y bien documentada- acerca de lo que efectivamente 
sucedió, hace cuatro décadas, en esa isla emplazada en el océano Índico,
 entre África e Indonesia. Diego García, con su forma de arco, es en 
rigor la más grande de un conjunto de sesenta y cuatro pequeñas islas 
que conforman un gran atolón de coral.
El 
interés en el trabajo de Vine se acrecienta en especial cuando acabamos 
de ser testigos de un ilegal referendo de autodeterminación en las islas
 Malvinas, en función del cual sus habitantes ratificaron que no tienen 
otra identidad que la británica. Esto supone haberse autoexcluido como 
parte que reclama una individualidad propia, distinta de la de la 
potencia colonial ocupante, en las futuras conversaciones sobre la 
soberanía de las islas Malvinas. Lo que naturalmente no quiere decir que
 los habitantes de las Malvinas no debieran ser tenidos en cuenta cuando
 de discutir el futuro de las islas se trata. Lo que llegará en algún 
momento. Pero no serán ya una pretendida tercera "pata", presuntamente 
autónoma, en las conversaciones sobre la soberanía de las islas. Porque 
se proclamaron lo que siempre fueron y todos sabíamos que eran: 
británicos.
La obra 
de Vine desenmascara con claridad el cinismo y la increíble "doble 
moral" de Gran Bretaña, que, pese a ser consciente de que la población 
de Diego García tenía ciertamente derecho a la autodeterminación, optó 
por desalojarla sin contemplaciones de la tierra en la que vivía, para 
poder construir allí una gigantesca base militar estadounidense, de 
importancia estratégica y geopolítica. Desde allí, recordemos, se 
organizaron recientemente algunas de las más cruciales operaciones 
militares estadounidenses, como las que ocurrieron en Irak y Afganistán.
Gran 
Bretaña -según lo prueba Vine a lo largo de una investigación muy 
documentada, extensa y a la vez minuciosa- expulsó con la más absoluta 
crueldad a todos y cada uno de los habitantes de Diego García. Esto es, a
 los llamados: "ilois", palabra que en idioma "creol" local quiere decir
 "isleños". Lo hizo sin titubear un solo instante frente al enorme costo
 humano que los ilois debieron pagar. Manejando, según demuestra 
acabadamente Vine, el tema de modo sigiloso, al hacer los británicos el 
"trabajo sucio" por exigencia de los estadounidenses, para que los 
hechos no llegaran a conocimiento del Comité de Descolonización de las 
Naciones Unidas sino luego de que hubieran sido consumados.
Los ilois
 (también llamados "chagosianos", expresión que viene de la palabra 
"chaga", que en creol quiere decir "llaga") habían llegado a Diego 
García en 1783. Allí estuvieron por espacio de dos siglos, hasta que los
 británicos (sin consultarlos para nada) decidieron su expulsión masiva.
 Para lo que inventaron el llamado "Territorio británico del océano 
Índico" en 1965, establecido por "decreto imperial", de modo de no 
advertir de lo que sucedía siquiera a su propio Parlamento.
Cuando 
los ilois comenzaron a ser deportados, unos dos mil de ellos residían en
 el atolón. Trabajaban en plantaciones de coco y tenían una existencia 
pacífica, tranquila, casi idílica, sin soñar seguramente cuál sería, de 
pronto, su trágico final.
El 
proceso que condujo a su deportación masiva por parte de Gran Bretaña 
fue realmente duro. Tremendo, más bien. Hasta sus perros fueron -relata 
Vine- asesinados con gas frente a ellos. Para que no dejaran rastro 
alguno de su presencia en Diego García y poder así entregarla a los 
estadounidenses "deshabitadas", como se habían comprometido con el 
presidente John F. Kennedy.
La obra 
de Vine describe -precisa y detalladamente- las distintas tropelías 
cometidas por los británicos para "limpiar" de gente a Diego García. 
Primero, no dejaron regresar a la isla a quienes habían salido 
-absolutamente desprevenidos- de ella para atender en el exterior sus 
problemas de salud, en la vecina Mauritius o en las Seychelles, o para 
hacer turismo o visitar a amigos o familiares. Jamás pudieron regresar.
Luego 
fueron, paso a paso, desabasteciendo la isla de alimentos, medicamentos y
 de los servicios más básicos y elementales, de manera de hacer 
imposible seguir habitándolas. Para concluir, cerraron los hospitales, 
escuelas y dispensarios.
Los 
últimos ilois que, pese a todo, permanecieron en Diego García fueron 
finalmente empujados a embarcar en una nave (la última), repleta en 
exceso de pasajeros, a empujones y con falsas promesas de compensación. 
Para no retornar más a su tierra.
El libro 
relata una historia de horror, que denuncia la hipocresía de quienes, de
 pronto, se proclaman ante el mundo como presuntos campeones del 
principio de "autodeterminación" cuando lo invocan a favor de los 
propios británicos, pero que lo ignoran -y hasta pisotean- cuando ese 
recurso corresponde a terceros.
Desde su 
expulsión por los británicos, los ilois han quedado sumidos en la 
miseria. Son apenas unos miles refugiados, abandonados por todos. Sin 
peso geopolítico alguno.
De nada 
sirvieron los brevísimos debates que pudieron provocar en el Congreso de
 Estados Unidos, en 1975. Ni las denuncias de las organizaciones no 
gubernamentales. Ni las acciones judiciales hasta ahora entabladas.
Todas las
 puertas se cerraron para ellos. Una tras otra. No obstante, para los 
ilois, la lucha no ha terminado. Por esto hablan de "la lit chagossien" 
("la lucha chagosiana"), que todavía alimenta sus esperanzas de poder 
alguna vez regresar a lo que saben es su propia tierra.
Nadie 
renuncia a su propia identidad. A dejar de ser lo que es. Aun cuando una
 potencia sostenga, mendazmente, que los ilois nunca existieron.
 

 
