Esta nota de nuestro colaborador Jorge Raventos nos llegó antes de conocerse el resultado, sorprendente para muchos, de los comicios internos del Partido Justicialista de Santa Cruz.
El rotundo triunfo obtenido en ellos por el gobernador Daniel Peralta sobre sus adversarios declarados e irreconciliables de La Cámpora, a pesar de haber sido abiertamente ayudada ésta por todo el poderío del aparato político del gobierno nacional, es un hecho que puede marcar un quiebre en la ruta que conduce a las elecciones parlamentarias de octubre próximo.Es posible que ya nada sea como antes, porque el kirchnerismo ha sido derrotado por márgenes inimaginables nada menos que en su reducto íntimo, su patio trasero. Santa Cruz era la provincia que los Kirchner manejaban por control remoto desde la Casa Rosada, como si fuera su coto de caza. Hoy los ha vencido un hombre como Peralta, que pertenece al riñón del peronismo real, el de siempre, quien tiene además la escuela de su madre, Nélida Cremona de Peralta, una militante “clásica”, de “las de antes”… salida de las filas de quienes defendieron al gobierno constitucional de Isabel Perón hasta el último minuto, y también después.
Ése no es un dato menor.
Nuevos vientos pueden correr en el partido del viejo General.
Veremos si ello se concreta.
La Dirección
Con la música de fondo de la guerra entre el poder central y el
gobierno de Daniel Scioli, el peronismo se apresta a organizar sus
fuerzas para dar la batalla por la provincia de Buenos Aires, donde se
definirá este año la suerte del ·proyecto K”. Mientras el gobernador
resiste las presiones cristinistas para “alinearlo”, la semana próxima
un amplio arco peronista bonaerense se reunirá con Roberto Lavagna, Hugo
Moyano y José Manuel De la Sota.
La presión sobre Daniel Scioli no cesa. De un lado, las operaciones
para ahogar financieramente a la provincia de Buenos Aires, sea
negándole el apoyo que reclama, sea bloqueándole los caminos hacia el
endeudamiento en el mercado. A esos dispositivos se suman las huelgas
sistemáticas de gremios afines al gobierno K, algunas ramas de los
estatales y, sobre todo, los docentes. Como frutilla del postre, los
picaneos verbales de voceros del poder central. Florencio Randazzo
cuestionó la manera en que Scioli maneja el conflicto docente; el
vicegobernador Mariotto le imputa mala gestión y “proyectos personales”;
en fin, Julio De Vido le dispara parabólicamente: “la lealtad declamada
no sirve para nada; no sirve estar acá y a los 5 minutos, sacarse una
foto con el peor detractor del modelo” (no está claro si el “peor
detractor” aludía al ex vicepresidente de Cristina Kirchner, Julio
Cobos, o a su ex jefe de gabinete, Alberto Fernández, con quienes el
gobernador se ha reunido).
Antes de estos golpes hubo otros. A principios de año, nada menos que
Amado Boudou había hablado de “cobardía” e “hipocresía” para referirse
al comportamiento político de Scioli. Da la impresión de que el poder
central está desafiando a Scioli y quiere empujarlo a una lucha en el
barro.
El gobernador elude por ahora ese desafío: “No me van a hacer pisar el palito con provocaciones”, dice.
Pese a que estaba visiblemente molesto con las medidas de fuerza
gremiales tras el aumento salarial decretado del 22,6 por ciento, el
mandatario bonaerense se reunió durante tres horas el miércoles 27 con
los sindicatos en la sede del ministerio de educación bonaerense. Scioli
trató de moderarlos: “Sigamos la conversación con los chicos en las
escuelas”, les propuso. Pero ellos hicieron saber que insistirán con las
huelgas: ratificaron otras 72 horas de paro después del receso oficial
que dura hasta el 3 de abril, con lo que se consumarían once días de
huelga desde el inicio de clases, un mes atrás. “Los principales
afectados son cuatro millones y medio de chicos que pierden sus clases y
sus familias”, insiste el gobernador, que ya había definido la
seguidilla de huelgas como “salvajes” e “intimidatorias”. Alberto
Pérez, su jefe de gabinete, había caracterizado las medidas de fuerza
como “destituyentes”.
Desde el cristinismo más virulento, la diputada Diana Conti corrigió:
“No queremos echar a Scioli, sino alinearlo. Debe acatar las órdenes de
Cristina Kirchner, que es quien conduce”.
El gobernador consiguió el martes una declaración de apoyo de 89
intendentes de la provincia, que reclamaron que las clases se
desarrollen con normalidad. El gobierno central contestó el miércoles:
el ministro De Vido reunió a treinta intendentes que no firmaron
aquella declaración y les prometió fondos y obras. Para la provincia, ni
un peso.
La tensión entre el poder central y la provincia tiene un motivo
evidente: Scioli, que consigue óptimas marcas en la opinión pública,
declaró oportunamente que quiere ser candidato a presidente en 2015. Y
el cristinismo pretende –pero hasta ahora no puede- sacarlo de la
cancha, forzarlo inclusive a dejar la gobernación para encabezar este
año la lista de diputados oficialistas. “Voy a cumplir con mi mandato
hasta el final – responde a Scioli-. No soy un improvisado, soy el
gobernador más votado de la provincia”.
El tono del gobernador empieza a cambiar, se vuelve más
ostensiblemente enérgico, pero todavía evita culpar de sus males a la
presidente aunque es desde las filas del gobierno central que lo
hostigan y lo acusan de “jugar para el enemigo”: cuestionan que se
entreviste con Julio Cobos, que juegue al fútbol con Mauricio Macri, que
haya hablado bien del Papa Francisco antes de que la Casa Rosada
adoptara ese temperamento y, hasta denuncian (lo reiteró esta semana
Diana Conti) que “juega encubiertamente por la línea de De Narváez”.
.Aunque la política parezca en la superficie impregnada por las
brisas de paz que soplan a partir de la consagración del cardenal
Jorge Bergoglio como papa Francisco, llega desde sus sótanos la
agitación que precede a las grandes batallas.
Mientras la presidente habla y tuitea repartiendo mensajes piadosos
como estampitas, sus funcionarios trenzan incansablemente para limpiar
la Justicia (empezando por la Corte Suprema) de elementos “hostiles”,
contabilizan argumentos irrefutables ante intendentes y gobernadores
para que apoyen la re-reelección de La Señora y le hagan el vacío a
Scioli, y operan sobre todo el escenario estimulando divisiones en las
fuerzas opositoras, procurando disciplinar las propias (y también
algunas otras que preferirían ser neutrales).
Pero los sordos ruidos no se dejan oír sólo en los campamentos del
oficialismo. Las corrientes que resisten al kirchnerismo también se
preparan para momentos decisivos. Empezando por el peronismo.
Se lanza el peronismo bonaerense
La semana próxima se pondrá de manifiesto el tejido que las
corrientes del peronismo no-K están preparando para encarar la madre de
todas las batallas: la elección en la provincia de Buenos Aires.
Ya parece claro que el oficialismo será derrotado en octubre en
cuatro de los cinco distritos mayores: Capital, Córdoba, Santa Fé y
Mendoza. De ahí que el gobierno apueste todas sus fichas en la provincia
de Buenos Aires, el distrito que alberga el 40 por ciento de los
votos. Allí necesita imprescindiblemente una victoria rotunda para
mantener viva la idea de la reelección de la señora de Kirchner. El
peronismo ortodoxo hace los mismos cálculos que el gobierno y está
produciendo un esfuerzo para unir bajo el mismo techo todas sus
expresiones bonaerenses.
Después de la comida en casa de Hugo Moyano, que diez días atrás
reunió al anfitrión, a Roberto Lavagna y al gobernador de Córdoba José
Manuel De la Sota, los tres comensales se dedicaron a trabajar sobre la
provincia de Buenos Aires. Aunque ninguno de ellos excluye a priori a
los dos jugadores peronistas más cotizados del distrito (Daniel Scioli y
Sergio Massa), son concientes de que estos se mueven con tiempos
propios y que aún no han madurado su decisión de actuar por fuera del
oficialismo. Intuyen, sin embargo, que por lo menos contarán con ayuda
de ambos por detrás de las líneas para conseguir el objetivo de todos,
que Roberto Lavagna sintetizó en la frase “Hasta aquí llegaron”: frenar
la ofensiva oficialista para cambiar la Constitución y permitirse la
re-reelección de la Presidente.
Scioli y Massa: todavía no
Aunque Massa y Scioli no estarán, pues, en el tejido que se
presentará a principios de abril, es probable que haya amigos de ellos
sentados a la mesa que tenderá el trío que comió cordero patagónico en
lo de Moyano. Y también habrá allí otros actores fundamentales:
gremialistas de peso, intendentes, parlamentarios, dirigentes (mujeres y
hombres) del conurbano y del interior bonaerense.
Tanto el gobierno como el peronismo que se posiciona frente a él
conocen las últimas encuestas, según las cuales la candidata a encabezar
la lista oficialista bonaerense –Alicia Kirchner, portadora de
apellido- aparece cabeza a cabeza con Francisco De Narváez (en algunas
encuestas unos puntitos arriba, en otras, unos puntitos abajo). El
peronismo ortodoxo no necesita esperar a que Scioli o Massa decidan
jugarse abiertamente en esta elección: ya tienen un candidato en
condiciones de dar la pelea y ganarla.
Especialmente porque esta vez la victoria ni siquiera consiste en
salir primero (algo que De Narváez ya consiguió en 2009 enfrentando a un
Kirchner que no era Alicia), sino simplemente en minimizar la cosecha
de diputados y legisladores que puede conseguir el oficialismo en la
provincia. Con eso basta para ponerle punto final a la etapa
kirchnerista: el Frente para la Victoria ha confesado –en este caso con
sinceridad- que no tiene otro candidato viable para la presidencia.
Ciertamente, si la coalición oficialista se encuentra ya en estado de
centrifugación, no lograr el objetivo que buscará en las urnas no hará
más que acelerar ese proceso.
¿Qué hará Macri?
Es probable que otras fuerzas se sumen al esfuerzo del peronismo no-K
por derrotar al gobierno en su frágil ciudadela bonaerense. El Pro de
Mauricio Macri, que quiere llegar a 2015 como una fuerza estructurada,
si no en todos, al menos en los principales distritos, evalúa si no le
conviene asociarse a la empresa que tejen De la Sota, Lavagna y Moyano.
El Pro no tiene candidatos bonaerenses de gran arrastre como para
entreverarse en una elección que seguramente se polarizará. ¿No le
resultaría más redituable compartir con el peronismo el triunfo de
frustrar los planes rereeleccionistas de la Presidente?
Macri podría sospechar que ese triunfo beneficiará a posibles
competidores suyos en 2015 (De la Sota, el propio Lavagna; Scioli, que
sin duda se vería muy aliviado si se clausuran las ilusiones del entorno
K). Pero el 2015 está lejos y la eventualidad de aquella competencia no
limita las acciones o las estrategias actuales de los otros jugadores
de esa carrera. Sucede que todos ellos comprenden que la elección de
2013 más que el primer tiempo de la de 2015 es la condición para que
dentro de dos años haya una verdadera competencia, haya cancha,
reglamentos y fair play garantizados. “Esta es una elección de poner
límites, no de poner presidentes”, como resumió un cuadro intelectual
del peronismo. “El 2013 es de sacar, más que de poner”
Radicales, socialistas, centroizquierda
Si bien puede preverse que el peronismo y el kirchnerismo sean los
protagonistas principales del encuentro electoral de este año, en modo
alguno son ellos los únicos jugadores. Los terceros no son de palo.
El radicalismo probablemente será el triunfador en la elección
mendocina, el socialismo es gobierno en Santa Fé y, gane o no gane en su
provincia, su caudal electoral contribuirá a morderle parte del
electorado de centroizquierda al oficialismo.
Radicales y socialistas trabajan para construir un espacio común, lo
cual es menos sencillo de lo que podría preverse: el socialismo ya
cuenta con socios en el FAP (Frente Amplio Progresista) que se resisten a
una alianza con la UCR: el partido de Binner se debate entre tejer por
un lado y no destejer por otro. En la Capital, otro agrupamiento peleará
por un lugar: el que están edificando Fernando Solanas y Lilita Carrió.
Solanas también es un candidato que le arañará votos al oficialismo
capitalino, que parece condenado a repetir la candidatura de Daniel
Filmus (que no deja de ser una postulación digna pero esmerilada por las
reiteradas derrotas) o a tentar suerte con Martín Sabatella: ni uno ni
otro candidato potencial del gobierno tiene historia peronista; ambos
comparten un pasado en las juventudes comunistas.
En fin, si en abril, con la música de fondo del hostigamiento
cristinista a Scioli, se pone en marcha el armado del peronismo
alternativo, todo el vasto planeta anti-K se sentirá estimulado a
perfeccionar su performance y quizás pueda empezar a hablarse de
oposición.
Será un milagro. Muchos se sentirán tentados de atribuirlo a Francisco.
Francisco
En rigor, la consagración del papa argentino, un acontecimiento de
alcance global que excede largamente la escena doméstica, empezó ya a
irradiar su influencia en el terreno local. Su convocatoria al diálogo
sincero y a la reconciliación es especialmente escuchada en un país
agotado por la confrontación sistemática y hastiado de presiones,
escraches, agresión y hostigamientos.
La Iglesia argentina, como un eco del mensaje papal, exhorta al
diálogo. Su presencia y testimonio constituyen, objetivamente, un límite
a esas conductas. El nuevo arzobispo de Buenos Aires, sucesor de Jorge
Bergoglio en la diócesis, monseñor Mario Poli, advirtió que la relación
con el gobierno nacional se planteará con respeto, pero también con la
“debida distancia y diferencia”. Al César, lo del César y a Dios lo que
es de Dios.
El papa vendrá al país en diciembre, a observar los primeros
resultados de esta siembra. Él es el guía espiritual de los cientos
de millones de católicos del mundo y también una referencia
insoslayable para los otros cientos de millones de seres humanos de
otras creencias y modos de pensar pero, en cualquier caso, la Argentina
sigue siendo su hogar y América latina su casa grande.
En su misión de alcance universal mirará seguramente un poco más esos
espacios de sus afectos y preocupaciones primeras; y probablemente
buscará la ayuda de hombres de ese origen. Uno de ellos quizás sea otro
rioplatense, el oriental Guzmán Carriquiri, uno de los pensadores
católicos más influyentes en la Iglesia latinoamericana (otro, de pareja
importancia, su amigo Alberto Methol Ferré, también uruguayo, murió
cuatro años atrás). Carriquiri se convirtió en 2011 en el primer laico
elevado a la condición de secretario de la Comisión Pontificia para
América latina. Hoy hay quienes conjeturan que el papa argentino puede
llegar a concretar con él otro nombramiento inédito y transformarlo en
secretario de Estado de la Santa Sede. En cualquier caso, Francisco
tendrá sin duda muy cerca a Carriquiri en su pontificado.