POR JOSE BENEGAS
¿Qué cosa nueva dijo Miriam Quiroga, la ex secretaria de Néstor
Kirchner? Sus declaraciones son la ratificación de un testigo directo de
todo lo que sabía quien quisiera estar informado fuera del aparato de
difusión del Gran Hermano desde hace años. Para la historia puede
parecer poco importante, desde el punto de vista del impacto masivo es
la desnudez del rey.
Pero Miriam Quiroga dice más que lo que dice. Sobre la Argentina
oscurantista K, el tiempo que ha llevado que escándalos que explotan en
países civilizados y aquí ni se trataban en la televisión abierta, habla
de un cúmulo de inconductas y complicidades sobre las que habrá que
reflexionar muchos años. No solo hubo mucha gente tapando y arreglando,
sino otros que parecían muy "objetivos" que jugaban a estar en el medio
como si eso fuera una virtud y no una agachada más. Una versión
argentina de la objetividad consistente en ignorar los acontecimientos,
es decir mentir, para no mostrarse enemistado con el poder. Adquiriendo
el formato elegido por el kirchnerismo: contar lo que hacen es ser
enemigo. Lo que termina siendo una profecía autocumplida, porque el
kirchnerismo trata como tal a todo el que cuenta lo que pasa. No está
nada mal ser enemigo de esa forma de estigmatizar, robar y mentir, sobre
todo si no se es agresor. Difícil de vender
eso de que haya que mentir o lavar la información, para ser serio.
El segundo dato es que ahora los "arrepentidos" hacen algo más que
pasarse a la oposición para tratar de volver al poder. Esto es, cantan,
cuentan, denuncian. Importa poco si Miriam Quiroga hace un discurso
sobre la moralidad pública, aporta a la reparación contando lo que sabe.
Mientras que hay otra categoría de ex kirchneristas que hacen lo
contrario. No nos informan de nada, solo se ponen a criticar impostando
una moralina contra todo eso de lo que fueron parte, dejaron pasar o
ignoraron, cuando no fueron directos protagonistas.
El ex jefe de gabinete Alberto Fernández tal vez sea el caso extremo.
Acaba de declarar que nunca vio nada como lo que vio Miriam Quiroga a
pesar de que tenía su despacho adyacente al de Kirchner. Él es uno de
los que de invocar una moral fascista, según la cual por ejemplo los
porteños éramos unos desubicados por votar distinto al resto del país,
pasó a contarnos en qué consisten las virtudes republicanas de las que
carece la presidente. Y ese cambio sin contar nada.
Al menos podría aportar pormenores acerca de cómo fue el acto de censura
contra Julio Nudler en Página 12 por querer mencionar cuestiones que lo
involucraban a él mismo. O si no, los términos de la epifanía K que
logró producir en el célebre protagonista del neologismo "protocolizar",
dado que él se lo llevó a Kirchner.
La tercera, pero no la menos importante revelación de Miriam Quiroga es
la inauguración con bombos y platillos del final de época. Se rompió el
cerco. Parecerá raro lo que voy a decir pero creo que los kirchneristas
de a pié fueron peores víctimas de esta etapa que todos nosotros. Fueron
ellos los que no vieron otra alternativa que agacharse, obedecer,
repetir disparates y simular. Son los que aceptaron ser esclavos y no es
que no tengan responsabilidad, pero el precio que pagaron fue alto por
más que lo quieran comparar con las pequeñas contraprestaciones de un
sistema clientelar. Lo interesante es que el ambiente opresivo que los
mantenía en silencio está roto. Los "locos" empiezan a escapar del
manicomio.
Es importante percibir estas diferencias entre los kirchneristas, porque
si va a empezar algo nuevo, aunque no tengamos motivos para tener
expectativas de tiempos dorados, habrá que considerar el daño hecho a
los esclavos del sistema más o menos conscientes de que lo fueron.
Sería necesario contar con una norma del "arrepentido" con las
condiciones en las que se podrá proteger a los que sin formar parte de
la cúspide de las responsabilidades estén dispuestos a aportar los datos
que permitan recuperar el patrimonio público e inaugurar una etapa
normal de vigencia de la ley y recuperación de principios de
convivencia.