Por Dr.Prof. Antonio Caponnetto
La
nena tenía todo para llegar adonde llegó. Una ascendencia familiar alvearista;
un padre procesista y pusilánime, unas vacaciones en Punta, un colegio bilingüe
y caro, un Yatch Club para aprender a navegar, un instructor de esquí en
Bariloche, unas vacaciones en Florianópolis, unos dinerillos para trotar por
Europa. Y tenía —y sigue teniendo— un Rafael Braun para que la inspirara y
sostuviera espiritualmente.
Con
tales antecedentes, ¿a quién podría sorprender que consintiera en que se
basureara a su padre, impidiéndosele llevarla al altar?; ¿a quién que
abandonara a su patria, exhibiéndose impúdicamente en medio de la opulencia
cuando sus conciudadanos gimen?; ¿a quién que renegara de la Iglesia Católica,
para abrazar el protestantismo?; ¿a quién que renunciara a educar a sus hijos
en la Fe Verdadera?; ¿a quién puede sorprender incluso, que opte por vivir a
gusto en un país en el que la degeneración y la contranatura tienen plena
aceptación legal, mientras se escandalizan de nuestra represión militar al
marxismo?; ¿a quién llamará la atención que se emparente con la alta alcurnia
masónica de la Casa de Orange, homicida de católicos?
El
tilingaje nativo tuvo su princesa para festejar “lo grande que somos los
argentinos”. No faltó un imbécil que pidiera la asistencia en Amsterdam de la
fanfarria del Regimiento de Patricios, ni señoras y señoros encandilados por la
gracia y el ropaje de la Mínima. Pero la Iglesia —¡ay, nuestra Santa Madre y
sus pastores!— la que primero debió hablar y sancionar, amonestar y prevenir,
dilucidar y distinguir, calló con culpa y cobardía. Y aceptó —sin llamarlo al
orden— el protagonismo del desdichado Braun; un heresiarca no menor ligado al
progresismo marxistoide de Criterio, como para que no quedasen dudas de la
ninguna incompatibilidad entre el protestantismo y la, por ellos llamada,
“Iglesia Conciliar”. Si para tales tipejos da lo mismo el apareamiento
transitorio, el ritual vudú del connubio, el magnum sacramentum o el trámite
luterano.
No
somos profetas para anticipar futuros, por módicos que estos sean. Todo puede
sucederle a la muchacha; desde rectificar sus graves torceduras de rumbos hasta
escaparse con el guardaespaldas; desde consolidar sus desarraigos fieros hasta
hallar prematura fama y muerte accidentada. Si significara algo para ella, le
recomendaríamos la lectura del Infierno del Dante, con sus círculos bien
dispuestos para dar albergue a los traidores de toda especie.
Más
realistas y modestos, le recordamos una cancioncilla que habrá escuchado alguna
vez en sus correrías: “Qué va a ser de ti, lejos de casa. Nena, qué va a ser de
ti”.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista