Sacheri martir
En algunos comentarios a nuestra entrada sobre la martiriomanía
se ha señalado un punto sobre el que quisiéramos extendernos un poco ahora, que
es la posibilidad de “que el asesinato político coincida con el odio a la fe o
a la virtud cristiana”. O bien, dicho de otro modo, la dificultad de reconocer y
probar que en el asesinato de un cristiano comprometido en la actividad política
ha existido un motivo verdaderamente martirial.
Sin
pretensión alguna
de dar un juicio autoritativo y conscientes de las dificultades
probatorias que entraña todo proceso de martirio, a diferencia del caso
Mugica, pensamos que la
muerte Carlos Sacheri
está rodeada de un conjunto de circunstancias que
nos llevan a creer que estamos ante un verdadero martirio. Transcribimos
fragmentos de un libro que relata los pormenores del asesinato de
Sacheri y un
comunicado de los victimarios, cuya numeración entre corchetes indica
las diecisiete veces que se nombra a Nuestro Señor Jesucristo con
distintos términos y las siete
veces que habla de “Cristo Rey”. El comunicado trasunta un profundo odio
a
la fe y las virtudes cristianas.
“Así ocurrió su muerte, el 22 de
diciembre de 1974, según lo cuenta su hijo mayor. Acababan de salir de Misa y
regresaban al hogar junto con su mujer y sus siete hijos: José María el mayor, de 14 años (autor del relato), María
Marta, Cecilia María, Pablo María, Inés María, María Cecilia, María del Rosario
y Clara María, la menor, de 2 años, más tres amiguitos.
Fue un domingo a la
mañana temprano. Mi madre pasó a buscarnos, con Clara la más chica, a mi padre
y a mis otros cinco hermanos, a la salida de Misa y nos dirigimos hacia casa.
Vivíamos en la avenida del Libertador. Tuvo que detenerse para esperar que
pasen unos autos que venían por la otra mano. Yo estaba distraído. Escuché un
estampido muy fuerte y pensé instantáneamente, en décimas de segundo, que había
estallado un petardo, ya que era 22 de diciembre; faltaban tres días para
Navidad. Miré hacia la derecha y vi la cara de un hombre que hoy, pese a que
han pasado más de veinte años, la tengo perfectamente grabada en mi mente. Iba
en un Peugeot 504 celeste. Cuando de pronto escucho el grito de mi madre y veo
a mi padre con la cabeza inclinada, sangrando; todos en derredor bañados en
sangre. En el asiento de adelante íbamos mi madre, mi padre, Clara, la más
pequeña de todos, que tenía entonces dos años, en su falda, y yo del lado de la
puerta. En el asiento trasero venían mis otros hermanos con unos amigos.
Enseguida llevaron a mi padre al Hospital de San Isidro. Allí estuvo unas pocas
horas en terapia intensiva, al cabo de las cuales murió”.
* * *
Los asesinos hicieron llegar este comunicado a la revista Cabildo en la persona de Ricardo Curutchet, su director, y a las familias de las víctimas:
"Sr. Director de la revista Cabildo don Ricardo Curutchet. ¡Presente!
Carísimo hermano en Cristo Rey: [1] nos dirigimos a Ud. con la confianza
que nos dan los dos contactos mantenidos con la comunidad nacionalista católica
y la revista Cabildo, su más digno exponente, en las personas de los
queridísimos aunque extintos profesores Jordán B. Genta y Carlos A. Sacheri.
Nos guía la certeza de que seremos atendidos por Usted con la caridad cristiana
[2] que ilumina cual antorcha sagrada, su cosmovisión escolástica, virtud ésta
enseñada por Cristo [3] y de la que fueron devotos fervorosos Santo Tomás y San
Agustín. No pretenderemos referirnos a las circunstancias del fallecimiento de
los profesores nombrados, sólo haremos mención de algunos detalles que los
rodean.
Enterados de la ferviente devoción que los extintos profesaban a Cristo
Rey, [4] de quien se decían infatigables soldados, nuestra comunidad ha
esperado las festividades de Cristo Rey [5] según el antiguo y nuevo “ordo
missae” y ha permitido que los nombrados comulgaran del dulce Cuerpo de su
Salvador [6] para que pudieran reunirse con Él [7] en la gloria, puesto que en
este Valle de Lágrimas eran depositarios de la Santa Eucaristía.
[8] Como información fidedigna le comunicamos, un tanto apenados, que el
difunto Sacheri no comulgó ese aciago domingo en el que concurrió por última
vez a la prolongación del sacrificio de la Cruz. Nuestro
enviado le dio esa oportunidad, pero, oh... desatino, él no supo aprovecharla y
lamentamos que esté pagando sus culpas veniales en el purgatorio (no queremos
pensar que haya caído al Fuego Eterno).
Como sabemos que Ustedes y sus allegados también profesan con tan sagrada
unción una devoción sublime al reinado de Cristo en la Tierra [9], nos vemos en la
obligación de solicitar las fechas que guarden alguna relación con esa
festividad sagrada, puesto que según el “ordo missae” no figura en el año
litúrgico otra festividad similar en lo inmediato. Para su comodidad nos
permitimos sugerirle el Domingo de Ramos, en el que Cristo, [10] montado
humildemente en un jamelgo, es coronado victoriosamente Rey [11] de los Cielos
y de la Tierra. Para
tranquilidad suya le aseguramos que nos comunicaremos con Usted o... con alguno
de sus “soldados de Cristo Rey”, [12] quizás de manera un tanto repentina y no
exenta de violencia, cuando se hallen en estado de Gracia y hayan participado
del Cuerpo y de la Sangre
de Nuestro Divino Redentor. [13]
Por este sagrado motivo le sugerimos que no haga diagramar la próxima
tapa de su digna revista, pues le ahorraremos el trabajo de buscar el tema, tal
cual lo hemos hecho en los dos números anteriores y hasta le adelantamos el
original (hoja aparte). Esperamos que tenga oportunidad de decirnos si es de su
agrado; si así no fuera queda a su criterio diagramarla, pero recuerde, el tema
lo pondremos nosotros. Esperamos no haber abusado de su valioso tiempo y nos
atrevemos a pedirle que interceda ante Dios, con el diálogo de los justos, por
la salvación de nuestras almas. Nos despedimos ofreciendo a Dios Padre, por
Cristo, [14] con Cristo [15] y en Cristo [16] todo el honor y toda la gloria de
nuestras acciones, por los siglos de los siglos. Amén.
Fdo. Ejército de Liberación. 22 de Agosto”.
Tomado de:
Hernández, H. Carlos Alberto Sacheri. Orden social y esperanza cristiana. Mendoza (2012), passim.