lunes, 6 de mayo de 2019
LA ECONOMÍA POLÍTICA, CAMUFLAJE
DEL LIBERALISMO Y DEL MARXISMO
La presente
nota es respuesta a una consulta doctrinaria en torno a temas que hoy día
continúan en boga; firmada por “Doctor Fidelis” (¿ seudónimo del Padre
Castellani ?); publicada en “Dinámica
Social”, aprox.1960.
El capital es simplemente trabajo humano acumulado” Es un error craso,
como usted pensó. Si lo ha oído decir el 1º de mayo a los obreros (ausentes)
por un obispo, y está “seguro de que no me engañaron mis orejas”, es un error
lo mismo. En eso, ese obispo no es infalible.
Ni siquiera el dinero es “trabajo acumulado”. Hay dos determinaciones
en él, además de la de “trabajo”. Mucho menos en el “capital”, en donde
interviene un tercer factor determinante. Karl Marx dijo eso. No le haga caso:
en eso sabía tanto como el obispo.
El dinero es signo abstracto de valor. El valor de los productos
resulta de: 1º) el trabajo, 2º) la prez natural de la cosa trabajada y 3º) su
apetencia actual (causa extrínseca). El “capital” añade una determinación libre
de emplear el dinero en la producción, no en abstracto sino en cual o tal
producción; de ahí su carácter “moral” que ignoró la economía individualista.
¿Se asombra usted de encontrar teoremas
de Marx en boca de un católico? ¡Helás!, se encuentran en la mayoría de los
tratados de “economía política”. La
actual “ciencia económica” tuvo un nacimiento turbio. Nació como un camuflaje
del liberalismo. Stuart Mill suministró los materiales y muchos “teoremas” a
Marx. Marx hizo de la economía un camuflaje del socialismo. Naturalmente,
mientras se mantenga a estos dos “filósofos” como las bases de la “ciencia”, la
economía política irá toda errada.
De ahí provienen muchos errores, incluso en los católicos; por ejemplo,
que el marxismo contiene un análisis económico que constituye una verdadera
contribución a la ciencia. Es un error, de donde salen otros muchos, hasta
llegar al de “la mano tendida”. La economía marxista es tan errónea como es
perversa su inspiración esencialmente “dialéctica”, es decir materialista. De
ahí sale lo que se oye a veces a algunos católicos “sociales”, por ejemplo, que
“la Iglesia
no tiene doctrina económica” –que no la debe tener, porque no es de su
competencia-, que los sabios católicos deben desentrañar de los “economistas”
las líneas de fuerza de una Economía estrictamente científica y no contraria a
la fe. Contra este bolazo, ya León XIII reivindicó altamente varias veces en la Rerum
Novarum : “la
soberana autoridad de la
Iglesia sobre todos estos problemas económicos sociales” (# 41),
simplemente porque son en el fondo problemas morales.
Una cosa es que las Encíclicas sociales no sean tratados completos de
Economía o Sociología (error contrario en que dan algunos devotos, que creen
saber sociología porque han leído cuatro Encíclicas) otra cosa es que las
Encíclicas “sean todas falsas”, sin contener ningún principio permanente. Las
Encíclicas son instrumentos pastorales, que contienen de ciencia la parte que
“hic et nunc” conviene a la práctica; y
así, por ejemplo la
Quadragéssimo Anno
corrige y completa la Rerum Novarum; y puede ser
corregida y completada a su vez, al mudarse de las circunstancias ambientes.
Falta estudio en este país ¡Qué triste!
Recuerde que la Economía Política,
salvo pocas pero insignes excepciones, es un disfraz del liberalismo hasta 1870
más o menos; y después se vuelve un disfraz del marxismo. Las pretendidas “leyes”
de Stuard Mill no son leyes; la independencia de la ciencia económica, la Ley de Oferta y Demanda, el
Plusvalor, la Ley
de Crecimiento de Salarios, la Ley
de Lucha de Clases, la de Esclavización Progresiva del Proletariado, etc, son
errores refutables, no ya “teoremas” ni menos “axiomas”, como pretenden. Todo
esto lo puede encontrar en un manual un poco antiguo pero muy sólido de Llovera.
El “Libre Juego de la Concurrencia”,
clave de la Economía Manchesteriana,
mereció de Pío XI esta dura y exacta calificación: “De esta ilusión como de una fuente contaminada,
es de donde han surgido todos los errores de la ciencia económica individualista”.
Stuart Mill yerra por falta de filosofía, es empirista: yerra desde el
principio. El problema es ésta: o la producción, la circulación y el reparto de
bienes están sometido a leyes físicas
y los cambios de precios y salarios a la mitológica “Oferta-Demanda” (como hemos explicado en Dinámica Social otra vez)
o bien están sometidos a leyes morales.
En el primer caso la moral es una utopía. En el segundo ella es una realidad
que ciertamente puede ser pisoteada, más no por eso preside menos rigurosamente
el mecanismo de estos fenómenos
económicos. La economía política no puede ser llevada “científicamente” sino a
la luz de los principios morales, o sea de la esencia misma de la especie
humana.
En una reunión de la J.O.C.,
oí defender esta proposición: existe una necesidad
moral de una solución justa del problema social y por otra parte una incapacidad física de resolverlo de
parte de las clases patronales. Bien mirado, eso significaría negar simplemente
a los patrones el libre albedrío y la potestad de someterse a la Ley de Dios: original
interpretación del “Vae vobis
divitibus…”. Eso repugna a la experiencia, incluso a mi propia experiencia:
existen en este país (y sin duda en todos) patrones que obedecen a la Ley de Dios en el trato con
los obreros; incluso en algún caso heroicamente: a saber, viviendo más
estrechamente que ellos, y trabajando más que ellos.
No le escriba al monseñor de marras, como se propone; y mucho menos, no
le envíe esta carta. Puede hacerla
correr, empero entre los jóvenes estudiantes de su grupo.+
Doctor Fidelis.