jueves, 2 de mayo de 2019

Políticos ladrones.






Políticos ladrones. Por Cosme Beccar Varela

Los políticos se consideran beneméritos de la patria, autorizados a cobrar una “comisión” (además de sus opíparos sueldos) por sus buenos servicios. Los mal pensados le llamamos a eso: ROBO, pero casi todos le llaman “corrupción”. Esta última palabra es un atenuante para designar el robo porque corromperse es algo en lo que incurren los buenos cuando dejan de serlo entregándose a cualquier vicio. Los políticos no son “corruptos” porque nunca fueron buenos. Fueron malos desde el preciso instante en que resolvieron dedicarse a la política con la intención primordial de hacerse ricos y de gozar del abuso de poder, con todos sus lujos y comodidades. Por eso sería más correcto llamarlos “ladrones” y no “corruptos”.
Eso es lo que reveló el contador de los Kirchner, Víctor Manzanares, cuando relató una conversación con el secretario de Néstor Kirchner, Daniel Muñoz, a cuyas órdenes (o sea, las de Kichner) movía “bolsos con millones de dólares”. Según Muñoz : “Acá nadie robó nada. Esto es la comisión que se le cobra a la patria por hacer las cosas bien” (“Clarín”, 22/4/2019).

Esta frase me hizo acordar a lo que le oí decir hace varios años a un personaje destacado de los tiempos de Menem acerca de las cantidades con las que se quedaban los integrantes de ese gobierno substraídas de sus respectivos presupuestos públicos. Según relató ese personaje -que sigue siendo importante y muy considerado por el “establishment” hasta el punto de que pasa por “derechista”- al enterarse de un “manotazo” excesivo de otro integrante de ese gobierno, le dijo a Menem: “Mirá, Carlitos, yo comprendo que un funcionario se quede con un 5% y hasta un 10% del presupuesto que maneja. ¡Pero más de eso no!”.
Yo me quedé atónito de que ese personaje reconociera semejante atrocidad, tanto más que él manejaba varias centenas de millones de dólares desde su encumbrado cargo. Había otras dos señores en la mesa del almuerzo en el que oí esta declaración inaudita. La pregunta que me vino inmediatamente a los labios fue: “¿Y vos con cuanto te quedabas?”. Pero no lo dije. Sabía que me respondería que él no se había quedado con nada, lo cual obviamente hubiera sido una mentira difícil de refutar y hubiera creado una violencia innecesaria en el pacífico almuerzo al cual me había invitado un inocente amigo.
Esta anécdota prueba que la costumbre de cobrar “comisiones” por los “servicios a la patria” viene de muy lejos. El tan admirado general Julio A. Roca, por ejemplo (para no entrar en mayores honduras que nos llevarían a Rivadavia y sus negocios con la mina del Famatina) cobraba ya esas comisiones por medio de su hermano Ataliva, hasta el punto de que se creó un verbo, “atalivar”, para designar la acción de embolsar esas retribuciones subrepticias usando para ello las ventajas del poder político y aún la violencia si llegaba el caso, como cuenta el pobre Electo Urquizo en sus memorias de aquellos tiempos (“Memorias de un pobre diablo”, Ediciones Culturales Argentinas, Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, 1983, pag. 187).
Es decir, los políticos (los cargos públicos de los tres poderes constitucionales son ocupados por “políticos” aunque no se los llame tales), salvo prueba en contrario, son todos ladrones, de poco o de mucho, depende de su audacia y su desfachatez, caracteres estos que fueron llevados a su auge por Perón y sus “discípulos” de todos los partidos, desde 1946 hasta la fecha. Entre ellos, Macri, que hace unos pocos años, siendo Intendente de Buenos Aires dijo paladinamente (con perdón de los paladines): “Cada día soy más peronista”.
Por lo tanto, este gobierno y sus integrantes, como lo prueban sus desaguisados económicos y su misteriosa impunidad (los jueces kirchneristas los sobreseen con la misma desvergüenza que a sus antecesores), son parte de esa “academia política” del desfalco, la malversación y el aprovechamiento del poder.
Los ciudadanos de a pie no tienen de qué quejarse porque los votaron a todos ellos, de todos los partidos, y los seguirán votando. La única manera que tendrían de eximirse de ese reproche sería si cada uno de ellos hubiera resuelto con energía y coraje romper el monopolio de las candidaturas que tiene la “dirigencia” corrupta e inepta y hubieran intentado llevar al gobierno a un argentino de bien que lo ejerciera con honradez, inteligencia y buenos principios. No ha sido nunca así y no sólo eso, sino que esos “buenos patriotas” jamás apoyaron a un argentino de bien, ni lo apoyarán, porque saben que no tiene posibilidades de ganar precisamente porque ellos no se las dan y porque se refugian en la cínica teoría del “mal menor” y votan por aquel que dice que va a ser honrado, aunque haya cien pruebas de que nunca lo ha sido ni lo será.
La prensa en general es parte de la comedia bufa de la “corrupción”, como si esa fuera la única lacra del país. Es así que nos atosigan todos los días con páginas y páginas con los mismos nombres y los mismos cuentos, sin que nada de eso haya servido para limpiar las inmundos “establos de Augías” que son los ambientes políticos. Esa farsa de la prensa, del gobierno y de los jueces es una enorme estafa a la opinión pública a causa de la cual, la opinión pública no es obra del pensamiento del público sino de quienes lo manipulan desvergonzadamente para que no pueda reaccionar.
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