Las razones-pretextos de Occidente
Irán, la destrucción necesaria
Ante la
visita histórica del presidente Barack Obama a Israel, es conveniente
ver con una mirada lúcida las fuerzas que impulsan, no sólo a Israel
sino también a todo el sistema occidental, a implementar una guerra
contra Irán. La Red Voltaire propone a sus lectores los primeros
capítulos de un ensayo del analista francés Jean-Michel Vernochet
publicado en francés por la editorial Xenia, en diciembre de 2012, bajo
el título Irán, la destrucción necesaria.
El problema no es el Islam
Irán, o sea el pueblo iraní, sigue estando por ahora parcialmente
fuera o en la periferia del sistema-mundo regido por los dogmas
económicos del ultraliberalismo estadounidense. Es una vulgata
neocapitalista que se abrió camino en 1962, en Chicago, con Capitalismo y libertad,
la obra fundamental del Premio Nobel Milton Friedman. Este autor es
considerado como el teórico mayor del anarcocapitalismo, el equivalente
de Karl Marx en el materialismo histórico. Se trata, sin embargo, de
configurar una episteme neoliberal que Irán se niega a avalar del todo
ya que el derecho islámico prohíbe el préstamo con interés (aún cuando
se toleran ciertas excepciones), mientras que el capitalismo moderno
descansa esencialmente en la deuda, especialmente con tasas variable y
en condiciones de usura. Además a Irán se le antojó intentar vender su
crudo en euros o por oro, lo cual provocó una respuesta inmediata: el
embargo petrolero sobre las ventas iraníes de hidrocarburo que se puso
en vigor el 1 de julio 2012.
Por supuesto, era intolerable para Estados Unidos que un Estado diera
semejante ejemplo y que se negara a acatar la ley de los mercados, es
decir a endeudarse hasta lo insostenible, como hacen dócilmente las
democracias occidentales supuestamente gobernadas por el principio
aristotélico del «bien común». Esto desemboca en el sistema oligopólico que conocemos, el cual impera sobre «masas»
anónimas reducidas a la pasividad frente al crimen organizado en las
bolsas financieras por cárteles financieros y mafias de iniciados de
todo tipo que organizan el saqueo de las naciones y la extorsión de los
pueblos para desgracia de nuestro planeta nuestro, ya en peligro de
verse pronto reducido a un desierto de concreto, extensiones áridas
agotadas por cultivos a escala súper industrial y a océanos cubiertos de
desperdicios plásticos que van y vienen según las corrientes marinas y
los caprichos meteorológicos. Todo esto podría parecer excesivo en
tiempos de calma chicha, pero la increíble sucesión de escándalos que
actualmente sacuden el mundo financiero (Barclays, HSBC, Liborgate y
demás) confirman que no estamos exagerando.
En realidad, este nuevo orden internacional al que se quiere someter a
Irán se vale de reglas del juego definidas y establecidas en EEUU. Son
reglas orientadas siempre en el mismo sentido, destinadas a agarrotar
las defensas naturales y culturales (entre otras) de los pueblos para
disolverlos en el gran caldero mundialista, después de desvitalizarlos, o
sea desarmarlos física y moralmente.
Algunos días antes del asalto estadounidense, el presidente Saddam
Hussein hizo destruir ante los observadores de la ONU la totalidad de
sus misiles de corto alcance para demostrar su buena fe. Exactamente el
1º de marzo 2003, Irak, bajo supervisión de la comunidad internacional,
procede a la destrucción de misiles Al-Samud 2, que alcanzan a
más de 150km, la distancia prevista por los acuerdos de desarme
concluidos después de la derrota iraquí el 28 de febrero 1991. Veinte
días después, el 20 de marzo, los anglo-estadounidenses emprenden la
operación «Libertad de Irak», dando paso a 12 años candentes para los recién liberados de la ex dictadura baasista.
De la misma forma, el guía libio Khaddafi renunció en 2004 a su
programa nuclear, simultáneamente abrió su país a las empresas
anglosajonas y en 2007 liberó a las enfermeras búlgaras (presas bajo
acusaciones fantasiosas) detenidas durante 8 años en territorio libio.
Khaddafi creía haberse congraciado nuevamente con sus nuevos amigos
occidentales, los mismos Cameron y Sarkozy que acabaron con su vida, con
su régimen y con los ahorros de su país. Y lo hicieron con cobertura de
una OTAN disfrazada de misión «humanitaria». Los únicos que no
han bajado la guardia ni han entregado su armamento son los norcoreanos y
Washington tiene mucho cuidado en no provocarlos … ¡ya sabemos por qué!
La reducción de Irán, que se pretende conseguir desde hace una
década, apunta a aniquilar su soberanía y su independencia, lo cual nada
tiene que ver con la propaganda acerca de lo retrógrado de una
teocracia que obliga a las mujeres a llevar un pañuelo de cabeza, lo
cual hacen con mucha elegancia, por cierto…
El problema que preocupa a Occidente no es el Islam: con todo lo
arcaico que pueda ser, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido se
entienden muy bien con el Islam de Arabia Saudita y Qatar, porque estos
les proporcionan el anhelado petróleo. El problema son las riquezas
naturales de Irán, gas, petróleo, cobre, que son instrumentos de
poderío. Es decir, instrumentos que permiten llevar adelante políticas
autónomas que escapan a la gran planificación de los mercados y de los
estados mayores impuestas a través de la diplomacia del garrote, tal
como la encarna el CentCom. No perdamos de vista que comercio y fuerza
armada se sitúan en el prolongamiento uno del otro como simples «momentos» de un mismo concepto.
Agreguemos a todo lo anterior la localización de Persia en el punto
de encuentro entre el Asia Menor y el Asia Central, con lo cual Irán
ocupa una posición clave en las rutas estratégicas de drenaje de las
energías fósiles desde el Asia Central y la Cuenca del Mar Caspio hacia
salidas al mar: Mar de Omán, Golfo Pérsico, Mediterráneo oriental, Mar
Rojo vía el Golfo de Aqaba para el control de los abastecimientos de
China a través del Xinjiang y últimamente en el dispositivo de cerco (containment) que la superpotencia estadounidense y sus aliados europeos imponen con vistas a contener el espacio euroasiático, el llamado Heartland, según Mac Kinder.
- Irán ocupa una posición clave en las rutas estratégicas de drenaje de las energías fósiles y sería esencial en el containment que Estados Unidos y sus aliados europeos tratan de imponer al espacio euroasiático.
Reducir las capacidades de autonomía soberana de la República
Islámica de Irán, he aquí el objetivo final. Recortarle las alas e
integrarla a un dispositivo cuyos centros serán primero Londres y
Washington, pero también Bruselas y Frankfort, afectando la naturaleza
teocrática del régimen, la cual no es sino un blanco secundario de la
fría vindicta occidental. El término vindicta es el indicado para
traducir la idea de que si bien hay una determinación racional para
justificar el proyecto, ésta se autoalimenta hasta convertirse en una
pasión…
Hay que recalcar que el ultraliberalismo convive con el integrismo
religioso, wahabita especialmente, desde Harry St. John Bridger Philby,
negociador del tratado de Juddah concluido entre Ibn Saud y el Reino
Unido en 1927. Este pacto es el que fija el destino común de los
anglo-estadounidenses y Arabia Saudita, extendiéndose después a Qatar y a
sus enormes yacimientos petrolíferos.
Volviendo a la vindicta occidentalista, ésta va mucho más allá de un
simple anhelo de hegemonía o un apetito común por el saqueo de las
riquezas naturales y humanas de Irán, según una lectura marxista
esquemática de la relación entre centro y periferia.
La integración de Irán no se refiere a un espacio vital de expansión,
como se estilaba en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, sino que
abarca una zona de influencia económica global de vital interés para el
sistema América-mundo y la perpetuación de su modelo, el de la sociedad
establecida en la tierra de «Canaán, tierra de leche y miel», después del despojo de los amerindios como paso previo a la realización del «sueño americano».
Sería un error imaginarse que Estados Unidos decide por sí solo el
porvenir del mundo, aún cuando ese país se encuentra preso de un modo de
vida que mueve a sus ciudadanos a devorar recursos. En 2010 y por
primera vez, el consumo de energía de China Popular –que representa una
quinta parte de la energía consumida en 2009– superó el de Estados
Unidos, pero con una población 5 veces mayor que la estadounidense (Se
supone que el consumo de energía de Estados Unidos aumente en un 14%
entre 2008 y 2035. Por esa fecha ese país consumirá unos 22 millones de
barriles diarios en vez de los 19 millones de barriles diarios que
consumía en 2008, aún cuando se reduzca la parte de las energías
fósiles, que ya no representarían más que el 78%, en lugar del 84%
actual, con motivo del desarrollo de las energías alternativas).
De hecho, Estados Unidos, aun «siendo mundo», funge como un
subconjunto del mismo, como una de las ruedas de una mecánica mundial.
Es por ello que, al mismo tiempo, Estados Unidos se ve apresado por sí
mismo y atrapado en un sistema planetario que le dicta e impone sus
obligaciones y sus necesidades, en una lógica de competencia y
sobrevivencia. Para Estados Unidos, la única alternativa es progresar o
declinar. Y este sistema en perpetuo desequilibrio está involucrado en
una carrera hacia la destrucción mutua segura por agotamiento de los
recursos. Se trata de una lucha a muerte porque los desequilibrios
demográficos conspiran ahora en contra del mundo occidental y a favor de
Asia y África; es un desequilibrio que se sigue compensado con el
adelanto técnico de Estados Unidos, especialmente en materia de
armamento, pero ¿hasta cuándo?
Desde este único punto de vista, Irán no es más que un peón en el
tablero de ajedrez, aunque sí se trata de una ficha decisiva, debido a
su posición en el mapamundi, en la gran estrategia anglo-estadounidense
de contención de las dos superpotencias continentales: Rusia y China.
Estos dos Estados, en el Consejo de Seguridad, ya han bloqueado por tres
veces la marcha euro-atlántica hacia Teherán, que está obligada a pasar
por Damasco (el último doble veto se dio el 19 de julio 2012 en un
momento en que ardían los suburbios de la capital siria). Como puede
verse, el caso iraní va mucho más allá que el problema de los recursos
energéticos del país, inscribiéndose en un juego de control y dominación
de dimensión planetaria… no olvidemos que quien tenga bajo control el
gas iraní podrá ejercer presión sobre toda Asia, aun si no llega a
dictar su ley del todo.
En cuanto al modus operandi, se tratará, antes o después del
inicio oficial de las hostilidades, de neutralizar al máximo el
potencial nuclear iraní de carácter civil. A los estrategas del Nuevo
Orden Mundial no les importa que la población iraní pierda su confort
eléctrico y su prosperidad económica. Sus puestos de mando militares y
políticos serán destruidos mediante unas cuantas «decapitaciones»,
como las que precedieron la ofensiva general del 20 de marzo 2003 en
Irak, que estuvieron dirigidas contra las residencias de personalidades
situadas al sur de Bagdad. Las fuerzas estadounidenses ya habían
decidido de antemano decapitar el régimen, eliminando al presidente
Sadam Husein, a sus dos hijos y a algunos dignatarios del partido Baas,
supuestamente alojados en los edificios bombardeados.