La visita del Papa Francisco a Brasil no podía resultarle ajena a
Cristina Kirchner. En medio de la campaña electoral, la emperatriz
de la hipocresía viste sus mejores galas religiosas, las que se pone
y quita con la misma facilidad que cualquiera de sus principios.
Viaja a Brasil a representar otro de sus personajes. Ese que tuvo que inventar en marzo, cuando el porteño al que verdaderamente odia, (como a otros tantos), fue ungido nada menos que Papa de la Iglesia Católica.
Actuará Cristina Kirchner en Brasil un personaje que la incomoda, porque no puede ser protagonista. Está destinado al reparto, a callar incómodamente sus mentiras, porque el hombre al que visita destila verdades que la incomodan. Porque Francisco le desnuda todas sus miserias con una sonrisa bondadosa que corona su temple de acero ante los delincuentes con carnet.
"Cristina Kirchner, ícono de la miseria política, va a inclinarse nuevamente ante ese hombre de Fe, cuya presencia la empequeñece hasta casi la inexistencia misma."
Viaja a Brasil a representar otro de sus personajes. Ese que tuvo que inventar en marzo, cuando el porteño al que verdaderamente odia, (como a otros tantos), fue ungido nada menos que Papa de la Iglesia Católica.
Actuará Cristina Kirchner en Brasil un personaje que la incomoda, porque no puede ser protagonista. Está destinado al reparto, a callar incómodamente sus mentiras, porque el hombre al que visita destila verdades que la incomodan. Porque Francisco le desnuda todas sus miserias con una sonrisa bondadosa que corona su temple de acero ante los delincuentes con carnet.
"Cristina Kirchner, ícono de la miseria política, va a inclinarse nuevamente ante ese hombre de Fe, cuya presencia la empequeñece hasta casi la inexistencia misma."
El Papa Francisco la tiene calada como pocos.
Sabe perfectamente que la oscura señora va a mendigar un poco de su
luz, para hacer brillar una foto de campaña. No se la negará.
Desde aquí sentimos más del mismo repudio de siempre. Ante la
falsedad descarnadamente manifiesta de quien ha sembrado odio a lo
largo de una década, y ahora corre, presta, a profesar falsa fe y
forzado respeto, a cambio de una pobre foto electoral.
Le creerán los, (cada vez menos), que le creen. El resto de los
argentinos seguirá teniendo en claro que la grandeza de Francisco lo
hace aparecer en la imagen junto a una de las mejores alumnas del
maligno mismo.
Cuando Francisco aún era Bergoglio, CFK ya era Cristina
Kirchner, y la conocíamos perfectamente. Por aquellos tiempos,
Bergoglio ya provocaba orgullo; por aquellos tiempos, la oscura
señora hacía rato que daba vergüenza.
Fabián Ferrante
Fabián Ferrante