Para los que aún no quieren
escuchar ni quieren ver
“Entonces
se abrirán los ojos de los ciegos,
Y los oídos de los sordos se destaparán.”
Y los oídos de los sordos se destaparán.”
Isaías 35:5
Igualdad ante
la ley es un concepto que suena a joda en la Argentina. Al igual que a la
noción de “derechos humanos” quienes han abusado de ellas les han conferido una
entidad tan peyorativa que solo sirven para que cualquier ciudadano con dos
dedos de frente intuya que en su uso subyace la seguridad de que serán
utilizadas para esconder infamias, perversidades o meros negociados.
Los ejemplos
son demasiados y la mansedumbre con que aceptamos que las preferencias
políticas diriman entre hijos y entenados a la hora de impartir justicia es
para muchos argentinos- los que hoy son los entenados- una enfermedad letal.
Uno puede ser
un dirigente sindical de setenta y cinco años inmerso en el negociado de los
remedios truchos- remedios que mandaron al socavón eterno a unos cuantos
afiliados de su sindicato- y nunca le faltará una Cámara Federal “cariñosa” que
opine que un penal como Marcos Paz no es viable para cualquier persona de edad
avanzada ya que se encuentra a más de hora y media de cualquier centro de salud
de alta complejidad. También puede ser un asesino y violador y es probable que
otro juez quizás no tan dedicado como los de la Cámara pero tan hideputa como ellos
le permita salir en libertad condicional para que- violación o tiros mediante-
pueda cumplir con su cometido de controlar demográficamente al país según sea
el delito en el que reincida. Es difícil que uno de estos especímenes llegue en
prisión a cumplir más de setenta años, pero cuando eso sucede se lo pone inmediatamente
en prisión domiciliaria no vaya a ser que el “pobre hombre” se sienta marginado.
Pero es hora
que los ciudadanos de esta República que languidece aceleradamente se enteren
que hay argentinos que jamás accederán a esos logros de la justicia penal. Son
aquellos a los que los payasos togados de los tribunales federales han
denominado reos de lesa humanidad. Sus condenas son a rajatabla. Por cada
dirigente sindical sobre los que una Cámara Federal se conmueve por su salud y
su edad y lo sacan del Penal de Marcos Paz, hay en él más de cien presos
políticos que superan abrumadoramente los setenta y cinco años del dirigente
sindical de marras y para los que no importa edad ni situación de salud, ni importa tampoco lo que digan las Naciones
Unidas en su “Conjunto De Principios Para La Protección De Todas Las Personas
Sometidas A Cualquier Forma De Detención O Prisión”. ¿Para que?, si esta
liviana declaración es violada en todos y cada unos de sus principios. Caiga
donde caiga la lectura de los mismos solo se ve que el espíritu que anima a esa
banda de bellacos que se autodenomina jueces federales es hacer que a estos
argentinos la prisión les sea lo más dura y ofensiva posible.
Nada de esto
es fantasía. Todos sabemos quien es el dirigente sindical por el que se
preocupaba la Cámara Federal de San Martín o, leyendo a diario las noticias
policiales, quienes son los que luego de su libertad condicional concedida graciosamente
por jueces irresponsables salen a violar o matar, pero nadie sabe, pues esto
tiene tratamiento de “omertá”, que
durante casi quince días cinco marinos procesados- todos ellos aquejados de
graves enfermedades que van desde tumores cerebrales a operaciones
cardiovasculares- fueron depositados en el pabellón de indigentes de un piringundin
sanitario denominado pomposamente hospital municipal de Marcos Paz; piringundín
que alguna vez fue llamado por un diario oficialista el paraíso de la mala
praxis- sin agua y baños que funcionaran, sin una atención médica adecuada y
donde la falta de alimentos y remedios fue la constante durante esos quince
días.
Nadie sabe, o
nadie quiere saber- porque siempre ha sido mejor para el común de los
argentinos ignorar las porquerías que se cometen en su nombre- que más de
doscientos presos políticos han muerto en condiciones de abandono solo
imaginables en un paisaje penal más digno de Sudán del Sur que de nuestra
“prolija” justicia. Que Dios Nuestro Señor los haya premiado con las palmas del
martirio no quita el hecho que los jueces- de alguna manera hay que llamarlos-
con el objetivo de hacer méritos han sumado a su función específica la de
verdugos a distancia. Nada hay suficientemente malo para aquel que desde una
Institución Armada o desde una Fuerza de Seguridad combatió a la subversión.
Sólo recibirá de la “justicia” cualquier sucedáneo del látigo o el cepo como
extensión o advertencia del juicio al que fue sometido o al que lo habrán de
someter.
Hubo una
guerra que los argentinos nunca quisimos pero que obligó a las Instituciones de
la República a salir en defensa de la misma. Esa guerra la llevaron a cabo
hombres que sin duda cometieron errores, pero que no hicieron otra cosa que
cumplir órdenes en una época donde el concepto de cumplir una orden estaba
aferrado a la idea de ganar la guerra y no al criterio actual que cree
necesario pedir disculpas al enemigo por meterle un balazo en la cabeza. Lo que
se escribe acá no intenta hacer la defensa de esos hombres en cuanto
combatientes de esa guerra, en un País en serio nadie necesita ser amparado por
defender a la Patria, sino alertar sobre el hecho que esos mismos hombres- que
por la timba de dados cargados que es la vida política en la Argentina- hoy son
presos políticos, la mayoría sin haber sido procesados aún, luego de años de
prisión preventiva y a los que se les hace vivir un cautiverio de mazmorras. Esta
es la realidad de los campos de concentración que albergan a personas cuya edad
promedio son setenta y siete años y no son tratados como las convenciones
internacionales lo estipulan sino como reos de galera.
Quien quiera,
puede hacerse el distraído; pero estos hombres han llegado a esta situación
luego de haber padecido simulacros de juicios, soportado a testigos falsos o
bancarse acusaciones falaces. Han sido víctima de inquisidores que han hecho
del prevaricato y de la violación de la Constitución Nacional la base de sus
argumentos para condenarlos y hoy, no conforme con eso o por ganar puntos en un
orden de mérito infame utilizan su poder para ser sus verdugos.
JOSE LUIS MILIA
Josemilia_686@hotmail.com