CHINA: CRECIMIENTO ECONÓMICO Y GENOCIDIO ABORTISTA (El proyecto Rockefeller)
“Sea cual sea el precio de la Revolución China, es obvio que ésta ha triunfado no sólo al producir una administración más eficiente y dedicada, sino también al promover una elevada moral y una comunidad de propósitos. El experimento social en China, bajo el liderazgo del presidente Mao, es uno de los más importantes y exitosos en la historia humana”
David Rockefeller, “From a China Traveler”, en el The New York Times, 10-8-1973
Mucho se ha hablado durante los últimos años sobre el espectacular
crecimiento económico de la República Popular China. En este sentido,
constituye el paradigma del desarrollo económico contemporáneo, con
altísimas tasas de crecimiento siempre en aumento.
Paradójicamente, este país a la vanguardia del crecimiento hiper-capitalista se define como una república socialista gobernada por el Partido comunista chino.
En este sentido, la “China comunista”, hija de Mao Tse Tung, viene a
ser una especie de resolución dialéctica del conflicto
capitalismo-comunismo: economía productiva hiper-capitalista con un
régimen social, político y cultural socialista-marxista. En este
peculiar sistema, no hay límite alguno para la producción de bienes y servicios, pero sí hay prohibición casi absoluta de hijos, excepto que el Estado “autorice” su existencia.
De lo que nadie habla es del precio que paga la humanidad por este
fabuloso crecimiento económico, que no es otro que el genocidio
sistemático y permanente de millones de niños por nacer. Es decir, en
rigor de verdad, el espectacular crecimiento económico “chino” se
basa y se fundamenta en la sangre derramada de millones de los seres
humanos más inocentes e indefensos de todos.
De lo que nadie habla tampoco es del extraño maridaje entre la
oligarquía financiera mundial y uno de los líderes más “revolucionarios”
que recuerde la historia: David Rockefeller por un lado, y Mao Tse Tung
por el otro, aparentemente enemigos mortales pero en realidad socios en
el dominio del mundo, ya que las empresas “chinas” a la vanguardia del
crecimiento económico y de su expansión mundial son en realidad
sucursales de las grandes multinacionales anglo-americanas y europeas o
empresas vernáculas cuyos dueños reales son los grandes bancos de
inversión ingleses y estadounidenses (Morgan Chase Corp., Goldman Sachs,
etc.).
No es casualidad que David Rockefeller, luego de su viaje a China en
1973, publicara en el prestigioso diario neoyorkino el artículo citado
líneas arriba, en el que ensalza a la Revolución Comunista china, su
experiencia social y el liderazgo de Mao Tse Tung como “uno de los más
importantes y exitosos en la historia humana”. No es que el famoso
magnate yanquee se hubiera vuelto un marxista revolucionario. En
realidad, las palabras de Rockefeller ponen en evidencia que lejos de
ser un enemigo mortal del capitalismo, el comunismo ha sido y es el
complemento indispensable e insustituible del capitalismo: aporta un
rígido y eficiente control social y político sobre el conjunto de la
población, para que los dueños de la riqueza puedan disfrutar y gozar en
paz de sus frutos.
No es que Rockefeller y sus amigos se hayan vuelto comunistas, sino
que los líderes comunistas han sido en realidad sus empleados y
gerentes. En este caso en particular, el “revolucionario” Mao abrió las
fronteras de China para que las empresas angloamericanas y europeas se
instalaran allí y dieran inicio a un desarrollo económico
hiper-capitalista diseñad y previsto por la oligarquía
financiera-industrial internacional, sobre la base del principio rector,
instituido por los “amos del universo”, de un nuevo proceso productivo
que iba a culminar en la tan mentada “globalización”: el control de la
natalidad a nivel planetario, ya que esta nueva economía global no
necesita del aumento de la población para desarrollarse y crecer, tal
como la historia de las últimas décadas lo ha demostrado. Más aún, no
sólo no lo necesita, sino que le molesta y perturba, razón por la cual
ha decidido su eliminación sistemática, hasta alcanzar el crecimiento
poblacional cero[1].
En el informe que presentamos a continuación, vemos que un
funcionario chino ha reconocido que en 30 años de vigencia del “aborto
legal” y sus políticas antinatalistas, han sido masacrados en China más
de 400 millones de niños en el vientre materno, es decir, en comparación
ha sido eliminada toda la población estadounidense, o diez veces la
población argentina, u ochenta veces la población paraguaya, u ocho
veces la población italiana, etc.
En síntesis, el crecimiento económico chino se ha sustentado y basado
en el asesinato masivo de millones de niños: la sangre humana inocente
es la savia que ha nutrido el crecimiento material chino. Los productos
chinos que compramos y que disfrutamos chorrean sangre a raudales,
aunque no lo veamos o nos queramos dar cuenta.
[1] John Davison Rockefeller III, Statement on Population from World Leaders, New York, 1966; Rockefeller Commission Report, Population and the American Future, Chapters 1, 22 y 11; John Davison Rockefeller III, The Second American Revolution, New York, Harper & Row Publishes, p. 64.