- Exhortó a los jóvenes a poner a Cristo en el centro de la vida, en lugar de "creer que nosotros solos construimos nuestra vida".
- Advirtió que "el tener, el dinero, el poder" nunca dejan satisfechos: "terminamos empachados pero no alimentados."
(ArgentinosAlerta.org)
El Papa llegó al encuentro con los jóvenes en el papamóvil, con el que recorrió
todo el paseo marítimo de Copacabana, de cuatro kilómetros de largo, hasta el
lugar donde se ubica el escenario principal, en un costado de la playa. Durante
el trayecto no dudó en asormarse del papamóvil para recibir un mate que le
ofreció un peregrino.
Al subir al palco, lo primero que hizo fue recordar a la joven Sophie
Moriniere, que falleció en un accidente de tránsito en la Guayana francesa
cuando se dirigía con otros jóvenes a Río para la JMJ y pidió un minuto de
silencio en memoria de Moriniere y solidaridad con los heridos.
Imágen tomada desde lo alto de un edificio en el que refleja la costa
Francisco señaló que la JMJ vuelve por segunda vez a América Latina,
recordó que la convocó Benedicto XVI, al que envió un saludo en medio de un
fuerte aplauso y los gritos de Benedicto, Benedicto. El papa contó que antes de
venir a Río le pidió a Benedicto XVI que le acompañara con la oración. El papa
emérito se lo garantizó y le dijo que seguiría la JMJ por televisión. "Así que
ahora nos está viendo", afirmó.
Poner a Cristo en el centro de la vida
El papa exhortó a los jóvenes a poner a Cristo en el centro de la vida antes
de creer que el dinero y el poder es lo que da la felicidad:
"¿en quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús? Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el centro, de creernos que somos el eje del universo, de creer que nosotros solos construimos nuestra vida, o pensar que el tener, el dinero, el poder, es lo que da la felicidad."
Francisco advirtió que la embriaguez temporal del tener, dinero y poder al
final dejan empachados pero no alimentados:
"El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos. Y terminamos empachados pero no alimentados."
Discurso completo
Queridos jóvenes:
"¡Qué bien se está aquí!", exclamó Pedro, después de haber visto al Señor
Jesús transfigurado, revestido de gloria. ¿Podríamos repetir también nosotros
esas palabras? Pienso que sí, porque para todos nosotros, hoy, es bueno estar
aquí reunidos en torno a Jesús. Él es quien nos acoge y se hace presente en
medio de nosotros, aquí en Río. Pero en el Evangelio también hemos escuchado las
palabras del Padre: "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle" (Lc 9,35).
Por tanto, si por una parte es Jesús el que nos acoge; por otra, también
nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra, porque
precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el Espíritu nos
transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en nosotros las alas de
la esperanza para caminar con alegría (cf. Carta enc. Lumen fidei, 7).
Pero, ¿qué podemos hacer? "Bota fé – Pon fe". La cruz de la Jornada Mundial
de la Juventud ha gritado estas palabras a lo largo de su peregrinación por
Brasil. ¿Qué significa "Pon fe"? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta
la sal, "pones" sal; si falta el aceite, "pones" aceite... "Poner, es decir,
añadir, echar.
Lo mismo pasa en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que
tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a
cada uno y a cada una de ustedes: "pon fe" y tu vida tendrá un sabor nuevo,
tendrá una brújula que te indicará la dirección; "pon esperanza" y cada día de
tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; "pon
amor" y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino
será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡Pon fe, pon
esperanza, pon amor!
Pero, ¿quién puede darnos esto? En el Evangelio hemos escuchado la respuesta:
Cristo. "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Jesús es quien nos trae a
Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma, se renueva y
nosotros podemos ver la realidad con ojos nuevos, desde el punto de vista de
Jesús, con sus mismos ojos (cf. Carta enc.
Lumen fidei,
18). Por eso hoy les digo con fuerza: "Pon a Cristo" en tu vida y encontrarás un
amigo del que fiarte siempre; "pon a Cristo" y verás crecer las alas de la
esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; "pon a Cristo" y tu
vida estará llena de su amor, será una vida fecunda.
Hoy nos hará bien a todos que nos preguntásemos sinceramente, y cada uno
piense en su corazón: ¿en quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las
cosas, o en Jesús? Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el
centro, de creernos que somos el eje del universo, de creer que nosotros solos
construimos nuestra vida, o pensar que el tener, el dinero, el poder, es lo que
da la felicidad. Pero todos sabemos que no es así.
El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la
ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener
cada vez más, a no estar nunca satisfechos. Y terminamos empachados pero no
alimentados. Y es muy triste ver una juventud empachada pero débil. La juventud
tiene que ser fuerte, alimentarse de su fe, y no empacharse de otras cosas.
¡"Pon a Cristo" en tu vida, pon tu confianza en Él y no quedarás defraudado!
Miren, queridos amigos, la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que
podríamos llamar copernicana: nos quita del centro y pone en el centro a Dios;
la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza.
Aparentemente parece que no cambia nada, pero, en lo más profundo de nosotros
mismos, cambia todo.
Cuando está Dios en nuestro corazón, habita la paz, la dulzura, la ternura,
el entusiasmo, la serenidad y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo (cf.
Ga 5,22) entonces nuestra existencia se transforma, nuestro modo de pensar y de
obrar se renueva, se convierte en el modo de pensar y de obrar de Jesús, de
Dios. Amigos queridos: la fe es revolucionaria. Y yo te pregunto a Vos, hoy:
¿estás dispuesto, estás dispuesta a estar en esta onda de la revolución de la
fe? Sólo entrando, tu vida joven va a tener sentido, y así será fecunda.
Querido joven, querida joven: "Pon a Cristo" en tu vida. En estos días, Él te
espera; escúchalo con atención y su presencia enardecerá tu corazón. "Pon a
Cristo": Él te acoge en el Sacramento del perdón, con su misericordia cura todas
las heridas del pecado, no le tengan miedo a pedirle perdón, porque Él es tanto
amor que nunca se cansa de perdonar, como un Padre que nos ama.
Dios es pura misericordia. "Pon a Cristo": Él te espera en el encuentro con
su Carne en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor,
y Él te espera también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con
su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del
amor, de la bondad, del servicio. También vos, querido joven, querida joven,
puedes ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio
para llevar un poco de luz a este mundo. Déjate inundar por Jesús, déjate amar
por Jesús. Es un amigo que no defrauda.
"Qué bien se está aquí", poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que
Él nos da, en nuestra vida. Queridos amigos, en esta celebración hemos acogido
la imagen de Nuestra Señora Aparecida. A María le pedimos que nos enseñe a
seguir a Jesús, que nos enseñe a ser discípulos y misioneros. Como ella,
queremos decir "sí" a Dios. Pidamos a su corazón de Madre que interceda por
nosotros, para que nuestros corazones estén dispuestos a amar a Jesús y a
hacerlo amar. Queridos jóvenes: Jesús nos espera, Jesús cuenta con nosotros.
Amén.
Durante el trayecto por la playa de Copacabana Francisco no dudó en asormarse del papamóvil para recibir un