Suelo leer con frecuencia a mucha gente que confiesa sentir vergüenza de vivir en un país como Argentina. Y estas reflexiones dan mucha pena, dado que nuestro pobre país no tiene la culpa que sus habitantes no logren un mínimo consenso para vivir armoniosamente y disfrutar de todas las bondades que nuestro suelo patrio nos regala.
Seguramente el lector retrucará detallando todos los males que a los argentinos nos toca padecer. Y es muy posible que en esa enumeración se quede corto. Pero, así y todo….¿ nos tenemos que avergonzar de vivir en un país tan maravilloso ? Esa afirmación es un poquito fuerte, no ? Nuestra historia nos muestra que hemos tenido muchos héroes que han dado la vida por este país. Ellos tampoco se merecen que sintamos vergüenza de ser argentinos.
¿ Será quizás que no hacemos una lectura correcta sobre cuáles son las causas de esos sentimientos que muchas veces nos abaten…? ¿ Pensaremos acaso que como sociedad no tenemos nada que ver con lo que sucede arriba…? ¿ Que la culpa es 100% de dirigentes y gobernantes….? ¿ Que nuestros egoísmos, nuestras intolerancias y nuestras soberbias no rigen en parte el destino de nuestra nación…?
Que nadie se sienta aludido en particular, por favor.
Pero es necesario darnos cuenta que sí tenemos salida, que sí somos viables y que sí nos sobran recursos para que haya menos pobres, menos ricos y muchísima más gente de clase media. Que nuestro país nos enorgullezca a todos, solo depende de nosotros, como sociedad.
Que podamos vivir en un estado de permanente cumpleaños donde la torta alcance para todos, acá, en Argentina, no es imposible. Repito, es cuestión de individualizar las causas de los problemas para identificar soluciones. Mirarse en el espejo de la civilidad y ver si nos gusta lo que refleja. Hacer un poco de auto reflexión y meditar si estamos conformes con nuestra aportación a un país mejor.
Vivimos esperando que los ejemplos vengan de los que mandan. Bueno, por nombrar a uno, ahí tienen al Papa Francisco. Con poquito está cambiando mucho. La percepción que en el mundo tienen de él está cambiando la imagen de una institución tan cuestionada como la Iglesia. Un tipo que no le pide a la gente que sea santa. Solo que se fije en el otro, como pidió Jesucristo hace casi 2000 años atrás. Hablar menos de nuestros problemas y pensar más en el prójimo. El lo está haciendo. ¡ Y es argentino....! Tengan por seguro que no reniega de sus orígenes.
Pero aunque Francisco sea un regalo que Dios le hizo al mundo y en especial a los argentinos, no debemos perder de vista que el verdadero cambio siempre es de abajo para arriba. Y que solo así progresan las sociedades. Cuando se componen por individuos que son conscientes de sus derechos, pero también de sus obligaciones.
De eso se trata, de mirar con más cariño a la cosa pública, que es de todos. Y de enamorarnos para siempre de la ley. Con ella solo se puede tener un relación monogámica, y respetarla como a nuestra madre misma. Si comprendemos eso, por naturaleza seremos más exigentes con nuestros representantes, cualquiera sea el poder en el que estén. Y se sentirán vigilados, mirados por un pueblo que maduró, que dejó de lado antinomias inútiles para hacerse cargo de algo que le pertenece, su país.
Nunca es tarde, podemos cambiar, podemos mejorar, podemos reconciliarnos con el otro que piensa distinto. No nos podemos permitir pelearnos entre hermanos por cuestiones políticas. El sol sale para todos.
De todos las músicas populares, la democracia sigue siendo la mejor partitura. En Argentina falta que músicos y director sintonicen la misma clave. Entonces tendremos una orquesta digna.
Gustavo Batakis
Seguramente el lector retrucará detallando todos los males que a los argentinos nos toca padecer. Y es muy posible que en esa enumeración se quede corto. Pero, así y todo….¿ nos tenemos que avergonzar de vivir en un país tan maravilloso ? Esa afirmación es un poquito fuerte, no ? Nuestra historia nos muestra que hemos tenido muchos héroes que han dado la vida por este país. Ellos tampoco se merecen que sintamos vergüenza de ser argentinos.
¿ Será quizás que no hacemos una lectura correcta sobre cuáles son las causas de esos sentimientos que muchas veces nos abaten…? ¿ Pensaremos acaso que como sociedad no tenemos nada que ver con lo que sucede arriba…? ¿ Que la culpa es 100% de dirigentes y gobernantes….? ¿ Que nuestros egoísmos, nuestras intolerancias y nuestras soberbias no rigen en parte el destino de nuestra nación…?
Que nadie se sienta aludido en particular, por favor.
Pero es necesario darnos cuenta que sí tenemos salida, que sí somos viables y que sí nos sobran recursos para que haya menos pobres, menos ricos y muchísima más gente de clase media. Que nuestro país nos enorgullezca a todos, solo depende de nosotros, como sociedad.
Que podamos vivir en un estado de permanente cumpleaños donde la torta alcance para todos, acá, en Argentina, no es imposible. Repito, es cuestión de individualizar las causas de los problemas para identificar soluciones. Mirarse en el espejo de la civilidad y ver si nos gusta lo que refleja. Hacer un poco de auto reflexión y meditar si estamos conformes con nuestra aportación a un país mejor.
Vivimos esperando que los ejemplos vengan de los que mandan. Bueno, por nombrar a uno, ahí tienen al Papa Francisco. Con poquito está cambiando mucho. La percepción que en el mundo tienen de él está cambiando la imagen de una institución tan cuestionada como la Iglesia. Un tipo que no le pide a la gente que sea santa. Solo que se fije en el otro, como pidió Jesucristo hace casi 2000 años atrás. Hablar menos de nuestros problemas y pensar más en el prójimo. El lo está haciendo. ¡ Y es argentino....! Tengan por seguro que no reniega de sus orígenes.
Pero aunque Francisco sea un regalo que Dios le hizo al mundo y en especial a los argentinos, no debemos perder de vista que el verdadero cambio siempre es de abajo para arriba. Y que solo así progresan las sociedades. Cuando se componen por individuos que son conscientes de sus derechos, pero también de sus obligaciones.
De eso se trata, de mirar con más cariño a la cosa pública, que es de todos. Y de enamorarnos para siempre de la ley. Con ella solo se puede tener un relación monogámica, y respetarla como a nuestra madre misma. Si comprendemos eso, por naturaleza seremos más exigentes con nuestros representantes, cualquiera sea el poder en el que estén. Y se sentirán vigilados, mirados por un pueblo que maduró, que dejó de lado antinomias inútiles para hacerse cargo de algo que le pertenece, su país.
Nunca es tarde, podemos cambiar, podemos mejorar, podemos reconciliarnos con el otro que piensa distinto. No nos podemos permitir pelearnos entre hermanos por cuestiones políticas. El sol sale para todos.
De todos las músicas populares, la democracia sigue siendo la mejor partitura. En Argentina falta que músicos y director sintonicen la misma clave. Entonces tendremos una orquesta digna.
Gustavo Batakis