Verdades olvidadas
San Juan Crisóstomo, en uno de sus célebres sermones declara:
Sólo aquel que se encoleriza sin motivo se hace culpable; quien se encoleriza por un motivo justo no tiene culpa alguna.
Pues, si se faltase a la ira, el conocimiento de Dios no progresaría,
los juicios no tendrían consistencia y los crímenes no serían
reprimidos. Más aún: aquel que no se encoleriza cuando la razón lo
exige, comete un pecado grave; pues la paciencia no regulada por
la razón, propaga los vicios, favorece las negligencias y lleva hacia
el mal, no solamente a los malos sino sobre todo a los buenos. (Hom. XI, in Mat.)
San Juan Crisóstomo, Padre de la Iglesia
Santo Tomás de Aquino, con el brillo característico de su lógica, así comenta este asunto:
“La ira puede tomarse en dos sentidos. Primero como simple movimiento
de la voluntad por la cual alguien impone una sanción movido por la
razón recta, sin pasión alguna; y en este caso sin duda es pecado el no
tenerla. En esta forma la entendió el Crisóstomo cuando dijo: “La ira que tiene causa no es ira sino juicio.
Hablando con propiedad, ira es una conmoción de la pasión, y, cuando
nos airamos por causa justa no obramos por pasión. Se trata de un acto
de juicio, no de ira”.