Notre Dame: ¿futura mezquita?
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Según el Diccionario de la Real Academia Española, una de las acepciones de la palabra "Piquete" lo define como un: "Grupo de personas que pacífica o violentamente, intenta imponer o mantener una consigna de huelga."
Los argentinos, que hemos sido pioneros en sufrir el
piqueterismo sobre todo desde el crack bancario de diciembre de 2001,
sabemos bien lo que esto significa en el orden práctico.
Ser prisioneros de cualquier grupo de personas, aún minúsculo, que con
el apoyo e, inclusive, el aliento de los dueños del Estado, cortan las
calles o invaden la propiedad privada a voluntad.
Pero detrás de esto hay un por qué cuyo origen puede remontarnos a la
Francia Revolucionaria de 1792, cuyos políticos instaban a la masa a
tomar por la fuerza lo que no podían ellos conseguir en la Asamblea.
Así también, los neorevolucionarios actuales son utilizados para
castigar a tal o cual enemigo político, para presionar a un juez o a una
empresa, etc.
Recuérdese al efecto cómo utilizó este tipo de atropellos el Presidente
Kirchner cuando quiso presionar a la compañía petrolera Shell, cuyas
plantas fueron paralizadas por piquetes que no dejaban entrar ni salir a
nadie. Sin que juez alguno haya hecho nada para restablecer el orden y
el atropello a la propiedad garantizados en nuestra Constitución.
Si vamos viendo más en profundidad, esta realidad por la cual el dinero
de los impuestos financia a quienes molestan a los mismos que los pagan,
pues el piqueterismo funciona con dinero público, viene, en última
instancia, a subvertir el Orden Romano sobre el que está fundada la
sociedad occidental y cristiana.
De modo que, se podría decir casi sin temor a equivocarse, que en el
fondo estas políticas constituyen un ataque al Cristianismo planeado
desde los centros mundialistas del Nuevo Orden Mundial; el cual pretende
reducir a los pueblos americanos a una condición igual o peor, de ser
posible, a la que se encontraban cuando el Gran Almirante llegó a estas
tierras en 1492.
¿Qué otra cosa es el famoso Indigenismo, con su vocinglerío de Pueblos
Originarios que la instalación del desorden viene a favorecer, sino una
renuncia a la religión y a la patria de nuestros mayores, y una
falsificación histórica realizada en moldes marxistas?
Posición irresponsablemente adoptada por muchos obispos, ya para seguir
los dictados mundialistas ya para ponerse a la moda de una opinión
pública dirigida por los medios.
¿No es prueba suficiente saber, por ejemplo, que desde oficinas ubicadas en Londres se paga generosamente la "Rebelión Mapuche" destinada, en última instancia, a segregar parte del territorio sur de Argentina y Chile?
Movimiento apoyado, lo sepan o no, por los obispos que entregaron las
reliquias del Beato Ceferino Namuncurá para que reposen en un templo
pagano.
Todo esto olvidando que los descendientes de españoles de nuestro
territorio son mucho más originarios que los Mapuches, tribu invasora
chilena que llegó a la Argentina recién en el siglo XIX.
Así como en América el indigenismo es la punta de lanza del movimiento descristianizador, en Europa lo es la islamización.
De modo que a los piquetes "indigenistas" americanos, le suceden desde hace un tiempo los piquetes musulmanes en París.
Dicho esto sin olvidar sanas reacciones como la prohibición de edificar
mezquitas en Suiza (objetada por sus obispos, por supuesto), y el
intento francés de que no se utilice publicamente la Burqa (Velo que
cubre completamente la cara).
Hace un tiempo (Noviembre 2010) habíamos visto un video tomado
subrepticiamente por un parisino (alias Maxime Lepante), en el que se
aprecia un grupo de personas tomar las calles de París para efectuar los
rezos prescriptos por el Islam, IMPIDIENDO el tránsito normal bajo la
inacción absoluta de la policía. La misma que detiene a cualquiera por
portar una camisa grabada con lo símbolos de la lucha contra el aborto.
En el momento en que lo vimos, no pudimos compartirlo con nuestros
lectores por no tener el tiempo suficiente para traducirlo (lo mostramos
al final). Pero la demora ha venido bien para hablar ahora con más
pruebas que reafirman lo que decimos en este post.
Marine Le Pen, hija del fundador del Frente Nacional -una fuerza
tradicionalista francesa que incluso entró en la segunda vuelta
electoral en 2002 y que obtuvo el 18 % de los votos en la elección
presidencial del año pasado-, diputada desde 2004 en el Parlamento
Europeo, dijo en un acto celebrado en Lyon en 2010, que las oraciones colectivas de los musulmanes en las calles tenían un paralelo con la ocupación nazi.
Declaraciones que provocaron un nuevo incendio de Troya, y por las
cuales fue denunciada antes los tribunales franceses que no pudieron
abrir proceso en razón de la inmunidad provista por su condición de
Eurodiputada.
Pero he aquí que, tras una demanda del Ministerio de Justicia galo, el
Parlamento de Europa le acaba de retirar los fueros (02/07/13), de modo
que será investigada en Francia por "incitación al odio racial" .
Dirán los expertos que las razones aludidas por la Comisión de Asuntos
Jurídicos de esa Cámara son correctas, pues ha dicho que no existía el
menor impedimento para retirar la inmunidad a la presidenta del Frente
Popular porque "los hechos de los que se le acusa no tienen nada que ver con su tarea de europarlamentaria".
Diremos entonces nosotros que nos parece claro el por qué una Cámara
mundialista que ha negado totalmente la influencia del Cristianismo en
la formación de Europa, quita su protección a la presidente de uno de
los partidos más nacionalistas del Viejo Continente, después de que haya
levantado su solitaria voz para defender a los franceses del
piqueterismo islamita.
Ante todo esto, los católicos no debemos dejarnos engañar por el croar
de las ranas apocalípticas que, con su estruendo inaguantable, están
opacando el pensamiento aún de los pastores de la Iglesia.
La Europa ha sido grande por Cristo y se está disolviendo ahora que ha
renegado de Su Reyecía. (El espacio que los franceses dejan al vulnerar
el orden natural con la esterilización de los matrimonios, es llenado
"naturalmente", valga la redundancia, por una raza ahora más fuerte: la
que da frutos).
América, hija predilecta de la España Católica, fue rescatada por
nuestros mayores del sometimiento horroroso de una idolatría diabólica,
para ser transportada a las cumbres de la civilización Cristiana que le
hizo vivir horas gloriosas.
Tanto el indigenismo marxista aquí, como probablemente el ateísmo y la
islamización allá, pretenden transportarnos a un estado peor, si acaso,
que los tristes días en que la faz de esta dulce tierra era anegada con
la sangre burbujeante de miles de sacrificios humanos.
Afirmemos, pues, nuestro convencimiento y nuestra lealtad a la Cruz que
adoraron nuestros antepasados, haciendo carne estas palabras de León
XIII (Immortale Dei -9):
"Hubo un tiempo en que la filosofía del
Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de
la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las
leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose
en todas las clases y relaciones de la sociedad.
La religión fundada por Jesucristo se
veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y
florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los
gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y
el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de
voluntades.
Organizado de este modo, el Estado
produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria
de estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos
históricos que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá
desvirtuar u oscurecer.
Si la Europa cristiana domó las
naciones bárbaras y las hizo pasar de la fiereza a la mansedumbre y de
la superstición a la verdad; si rechazó victoriosa las invasiones
musulmanas; si ha conservado el cetro de la civilización y se ha
mantenido como maestra y guía del mundo en el descubrimiento y en la
enseñanza de todo cuanto podía redundar en pro de la cultura humana; si
ha procurado a los pueblos el bien de la verdadera libertad en sus más
variadas formas; si con una sabia providencia ha creado tan numerosas y
heroicas instituciones para aliviar las desgracias de los hombres, no
hay que dudarlo: Europa tiene por todo ello una enorme deuda de gratitud
con la religión, en la cual encontró siempre una inspiradora de sus
grandes empresas y una eficaz auxiliadora en sus realizaciones.
Habríamos conservado también hoy todos
estos mismos bienes si la concordia entre ambos poderes se hubiera
conservado. Podríamos incluso esperar fundadamente mayores bienes si el
poder civil hubiese obedecido con mayor fidelidad y perseverancia a la
autoridad, al magisterio y a los consejos de la Iglesia.
Las palabras que Yves de Chartres
escribió al papa Pascual II merecen ser consideradas como formulación de
una ley imprescindible: «Cuando el imperio y el sacerdocio viven en
plena armonía, el mundo está bien gobernado y la Iglesia florece y
fructifica. Pero cuando surge entre ellos la discordia, no sólo no
crecen los pequeños brotes, sino que incluso las mismas grandes
instituciones perecen miserablemente»".
Piquete musulmán en París