UPyD reconoce que el aborto elimina una vida humana, pero defiende su legalización
En el debate sobre el aborto, muchos partidarios de esa lacra han
ido supliendo su carencia de argumentos a base de mentiras como negar la humanidad del niño por nacer e incluso negar que sea un ser vivo. El objetivo, claro está, es deshumanizar y cosificar a la víctima para que su eliminación no parezca algo malo. Otros van más allá y pasan de la mentira a la ofensa, haciendo mofa de las víctimas del aborto e insultando a los provida.
PP, PSOE y UPyD dan a fetos animales el amparo que niegan a los niños por nacer
Rosa Díez, aborto y ley de plazos
Ese insulto a la ciencia, a la razón y al sentido común por parte de los abortistas es hasta cierto punto comprensible.
Aunque desde una óptica científica y racional es muy difícil sostener
la idea de que una mujer concibe seres no humanos o incluso seres no
vivos, es más fácil engañar y engañarse así que defender sin tapujos que
se mate a seres humanos inocentes e indefensos. Por eso todos los
esfuerzos del lobby proaborto van dirigidos a lograr que la sociedad
permanezca ignorante en este asunto, obviando la vida prenatal en el
debate sobre el aborto.
Defensores del aborto que reconocen que éste acaba con una vida humana
En el campo de los defensores del aborto lo menos habitual es
encontrarte con uno que reconozca abiertamente que lo que propone es
que se permita matar a seres humanos, sin rodeos. Pero algunos lo intentan. Ayer me enteré por InfoCatólica de la carta publicada en Faro de Vigo por el coordinador vigués de UPyD.
En ella Pedro Larrauri, a quien conozco en persona pues hemos
coincidido en eventos relacionados con la libertad de idioma y el apoyo a
las víctimas del terrorismo, afirma lo siguiente: “en UPyD
defendemos la llamada “Ley de Plazos”, que supone la legalización el
aborto llevado a cabo en un plazo determinado (por ejemplo, las 22
primeras semanas del embarazo).” Más claro que el agua.
Por si alguien lo desconoce, así es un niño a las 21 semanas de embarazo (ver fuente):
¿Aplastar el cráneo de un niño por nacer sólo es un crimen si eres creyente?
Para justificar esa defensa de la legalización del aborto, el coordinador vigués de UPyD afirma:
“Un crimen es un delito, y tiene que estar penado por la ley. No es el caso del aborto, en el que no se infringe la ley. Aunque nadie puede negar que en cada aborto se acaba con la vida de un ser humano. Sin embargo, si alguien da a luz a un hijo y al día siguiente lo asesina, sí que comete, sin ninguna duda, un acto criminal. Solo los que le otorgan a la vida de un embrión humano un valor supremo y absoluto (en base a sus creencias o a su fe religiosa) pueden llamar “crimen alevoso y abominable” al aborto legal.”
Larrauri recurre a la típica falacia progre según la cual defender la vida de los niños por nacer es una imposición religiosa, como
si la descripción del desarrollo embrionario y fetal, sobre la que ha
arrojado luz la ciencia y que demuestra que la vida humana se inicia con
la concepción, fuese algo irrelevante a los efectos de dar amparo a ese
nuevo ser humano. Aún nos acabarán diciendo que el “Todo individuo tiene derecho a la vida” del Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un dogma religioso que no están obligados a respetar los ateos. Cabe
preguntarse cómo define Larrauri que se mate a un niño por nacer
decapitándolo, aplastándole el cráneo, quemándole el cuerpo y otros brutales métodos usados para perpetrar abortos. Por si alguien quiere ver el resultado de su aplicación, aquí publiqué algunas imágenes de víctimas. No os aconsejo verlas después de haber comido.
Defendiendo el aborto desde el positivismo: ¿si es legal no es un crimen?
Afirmar que si es un crimen es ilegal y si no es ilegal no es un
crimen, es un viejo planteamiento positivista que ha estado presente en
dramáticos episodios históricos. Larrauri ya se dio cuenta del punto flaco de su argumentación en agosto del año pasado, cuando publicó en su blog un artículo planteando lo mismo que en su reciente carta (las negritas son mías):
“Cuando algunos grupos antiaborto apelan a que la esclavitud, la discriminación a las mujeres y el racismo estuvieron vigentes y fueron legales un tiempo, pero que el progreso acabó con esas discriminaciones injustas, están haciendo una extrapolación simplista, y parecen olvidar que los que defendemos el aborto no aceptamos la esclavitud, el machismo o el racismo. No somos tan crueles, incívicos, egoístas o insensibles como algunos de ellos piensan.”
Es muy pobre descalificar sin más una analogía tan evidente como la
que se plantea entre el aborto y la esclavitud o la discriminación
racial al dar por legítimo todo lo que es legal. Simplista es la forma que tiene Larrauri de despachar un argumento sólido, lógico y empírico,
tanto que la esclavitud y la discriminación racial, junto a la
apelación nazi a la legalidad para justificar sus crímenes, son las
causas de que el positivismo se haya quedado hundido en el mayor de los
descréditos hasta que se decidieron a recuperarlo los defensores del
aborto.
Aborto, esclavitud y racismo: la parte incómoda de la historia
Por otra parte, Larrauri apela a un argumento subjetivo para
defenderse de esas críticas, alegando que los defensores del aborto no
aceptan la esclavitud, el machismo o el racismo. El problema de
generalizar, y más en este caso, es que resulta facilísimo
contradecirle, pues ha habido y sigue habiendo abortistas que son racistas y también machistas.
Sin ir más lejos el mayor lobby proaborto de EEUU aún otorga sus
premios anuales con el nombre de su fundadora, Margaret Sanger, una
conocida militante racista y simpatizante del Ku Klux Klan.
Por supuesto, no quiero decir que todos los defensores del aborto sean racistas, esclavistas ni machistas, pero defender
que sea legal matar y descuartizar a seres humanos inocentes e
indefensos no es precisamente una credencial de humanidad y sensibilidad, y más aún si uno reconoce sin rodeos que aquello que defiende implica acabar con vidas humanas.
¿Defender a los niños por nacer es cosa de intolerantes y agresivos?
Volvamos a la carta de Larrauri. En ella dice:
“Yo fui miembro de una asociación pro-vida, y también fui intolerante y agresivo porque pensaba que luchaba por una causa justa. Pero he cambiado de ideas.”
Me cuesta entender que alguien que sabe que abortar es acabar con una
vida humana crea en serio que la defensa de esa vida no es una causa
justa. Lo de que fue intolerante y agresivo por defender la causa provida es algo que me llama la atención. Para algunos ser tachado de intolerante es tan trágico como si un progre decide retirarte el carnet de demócrata.
Parece que les entra un ataque de angustia. Por lo que a mí respecta,
si para recibir el carnet de tolerante tengo que asistir impasible a una
matanza de inocentes, reniego del carnet. Con ese crimen, como
con otras formas de crueldad y de violencia contra los más débiles,
tengo clara mi actitud: tolerancia cero. No tolero el engaño,
la crueldad y la falta de humanidad que nos quieren imponer para que no
critiquemos esa terrible realidad de más de 118.000 seres humanos
matados y descuartizados anualmente en los abortorios españoles.
UPyD, en línea con los planteamientos de su coordinador vigués
Me gustaría desengañar a los defensores de la vida que hayan puesto
su confianza en UPyD. Cuando se presentó la ley Aído para su tramitación
parlamentaria, el partido de Rosa Díez presentó una enmiendad a la totalidad que coincide con lo planteado por el coordinador vigués de esa formación.
Basta con repasar el texto de esa enmienda, firmada por la diputada
vasca y presentada el 3 de noviembre de 2009, en el que se lee lo
siguiente (página 1): “la decisión de abortar también implica decidir sobre la vida del feto, y no sólo sobre los derechos e intereses que la gestante tenga como paciente”. En la página 2 Díez recordaba que “la Constitución prevé la protección del nasciturus como un bien jurídico amparado por el artículo 15 CE”. Así mismo, en la página 5 se lee: “introducir
en el corpus legislativo un derecho como el de abortar choca con los
preceptos constitucionales y los valores democráticos básicos que
consideran el derecho a la vida como primordial y siempre protegido”. En resumidas cuentas: que Rosa Díez y su partido coinciden con Larrauri en que el aborto supone eliminar una vida humana.
El problema surge en la página 2. Rosa Díez formula su propuesta de regulación del aborto desde un punto de vista ideológico, “progresista”, para más señas:
“Mantenemos que lo progresista es atenerse al principio de que todo lo que la ley no prohíbe expresamente se atiene a derecho. Si la interrupción libre del embarazo hasta determinado plazo deja de ser un delito, nadie puede ser incriminado por hacerlo: es la libre decisión de una mujer libre.”
Esto coincide básicamente con el planteamiento de la ley Aído,
que legalizó el aborto hasta las 14 semanas. Si UPyD presentó una
enmienda a la totalidad no fue porque discrepase de la negación
ideológica de todo amparo a los seres humanos en sus primeros meses de
vida. Al contrario: UPyD considera legítimo matar a un niño por nacer que no haya alcanzado una determinada edad, igual que el PSOE.
Derechos humanos supeditados al consenso: el camino hacia la tiranía
La formación magenta reafirmaba esa posición ideológica en un editorial publicado en su web el 8 de mayo de 2013: “UPyD ha dicho reiteradamente que la suya sería una ley de plazos (…). Se pondría como límite una semana concreta de gestación antes de la cual se podría abortar voluntariamente ya que no estaría expresamente prohibido. ¿Cuál debería ser esta semana límite? Esta cuestión clave debería ser objeto de un consenso político basado a su vez en el consenso médico.”
Nuevo gesto positivista: se reconoce que abortar es matar a una vida
humana, pero se apela al “consenso” para negar todo amparo a esa vida. Y
es que para el positivismo los derechos humanos no se derivan
de la propia naturaleza humana ni son anteriores al Estado. Antes bien,
son el mero resultado del consenso y se subordinan a él. Es decir, se
subordinan a lo que diga la mayoría. Por eso el positivismo es
el primer peldaño en la escalera que desciende hacia el totalitarismo:
si los derechos humanos no son universales ni se derivan de la
naturaleza humana, sino que cambian en función de las mayorías, ¿qué
impide a la mayoría cercenar los derechos de una minoría, ya sea por
razón de su raza, nacionalidad, religión o incluso -como en el caso que
nos ocupa- su edad? Por lo que a mí respecta, me niego a votar a
un partido capaz de justificar tan fríamente la muerte de seres humanos
inocentes, y que para colmo defiende eso apoyándose en unos
presupuestos ideológicos que son un billete de ida hacia la tiranía.