martes, 23 de julio de 2013

LA "TIRANA" SORPRENDE A CHILE (Podcast)


Hay una sabia máxima, que dice: “el amigo cierto se discierne en las situaciones inciertas”.
Todos hemos constatado esa máxima, a veces con experiencias amargas. Muchos de los que decían ser nuestros amigos cuando todo parecía irnos bien, desaparecieron al momento de las dificultades.
Por eso, lo ocurrido el pasado 16 de julio, Fiesta de la Virgen del Carmen, en la Tirana, es para todos los católicos una verdadera lección.
Virgen del Carmen de la Tirana
Como se sabe, la región de Tarapacá está sufriendo una epidemia de influenza que obligó a todos a extremar las medidas sanitarias para evitar los contagios y a proceder a una vacunación general. Por miedo a la posibilidad de contagio, se llegó a pensar en la suspensión de los festejos que se realizan a la Virgen del Carmen en la Tirana.
Sin embargo, la fe de los nortinos pudo más. Y sin despreciar las medidas precautorias, se dieron cita este pasado martes 16 de julio, cerca de 150.000 personas a los pies de la “chinita” a bailar en su honra.
Esta voluntad, pese a todas las dificultades, de no interrumpir la celebración, nos recordó esa máxima. Los devotos de la Virgen, demostraron en Tarapacá ser los “amigos ciertos” en la situación “incierta”.
Así lo explica a la prensa una joven devotas de 16 años, Alejandra Ahumada quien viaja religiosamente todos los años desde Los Andes junto a su padre para bailarle a la “Carmelita”. “Comencé a los cinco años motivada por mi padre, pero ahora siento una devoción y una alegría tan grandes que no podía dejar de estar… es que uno viene por la Virgen y Ella nos protege”.
Por su parte, Marcelo Lemus de 43 años, uno de los caporales de la Diablada del Salitre de Antofagasta, declara que “existe temor… a nivel familiar muchos preferimos dejar a los más viejos, a los enfermos y a las guaguas en la casa, pero quienes bailamos no podemos fallarle a la Virgen”.
La Federación de Bailes de La Tirana agrupa a 11 asociaciones religiosas que incluyen a 202 bailes de Arica, Tarapacá y Antofagasta, a los que se suman cerca de 17 mil fieles que llegan desde todas partes del país e incluso de los países vecinos.
Tal devoción, eminentemente local, y llena de características propias, como son los bailes y los trajes de luces y las máscaras de quienes así manifiestan su fe, constituye un buen ejemplo de lo que significa la religiosidad popular del nortino, de cuya vitalidad nos dieron ejemplo años atrás los 33 mineros y sus familias, rescatados de las profundidades de la Tierra.
Esta semana lo volvió a confirmar la Fiesta de la Tirana.
Cuenta la historia que ahí surgió la devoción a la Virgen, después de la conversión de una importante cacica, Ñusta Huillac, hija del último sacerdote del culto al Sol, venidos desde Cusco en la comitiva de Diego de Almagro. En las Pampa del Tamarugal se escaparon varios de los indios junto a la Ñusta, quien por la severidad de su mando fue apodada de la Tirana.
Más tarde, ella misma se convirtió a la fe católica, gracias al apostolado de dos soldados españoles presos por la tribu y condenados a muerte en ese mismo lugar. Cuando el español Almeyda, quien la trajo a la Fe católica y se disponía a bautizarla, mataron a ambos a flechazos.
Lo que ni los indios ni sus víctimas podían maginar era que en el preciso lugar en que se derramaba la sangre de esos primeros mártires, brotaría un manantial de devoción mariana que se mantiene de modo ininterrumpido a lo largo ya de casi cinco siglos, con un entusiasmo que ni siquiera la amenaza de la epidemia consiguió enfriar.
Extraordinaria lección de cómo la Fe puede producir efectos sublimes de generosidad, atraer a ella a los pueblos hasta entonces paganos y mantener con alegría la tradición de esa conversión.
Que se sepa, no existe en los descendientes de esos indígenas, en su mayoría aimaras, reivindicaciones por tierras ancestrales, menos actos de violencia como los ocurridos en el sur, por parte de minorías de mapuches manipuladas por agitadores terroristas.
Al contrario, lo que ellos anhelan es poder cantar y bailar en honra de su “Chinita”. Para ello se preparan durante todo el año, y los pocos ahorros de un trabajo honesto y esforzado, lo gastan en comprar los zapatos, máscaras y trajes que dan colorido y vida al desierto más árido del mundo.
Si a Ud. le preguntasen quiénes le parece que son más felices, ¿aquellos que viven acechando a camioneros, agricultores y carabineros, para quemar, incendiar y hasta matar, o los que bailaron este 16 de julio pasado en la Tirana? Creemos que Ud. no dudará en considerar a los devotos de la Virgen como aquellos que tienen la verdadera felicidad.
Sí, pues la felicidad no consiste en tener más o menos tierras o dinero, sino principalmente en tener una razón para vivir. Y de las razones de vivir, la que más nos da aliento es la de poder querer y la de sabernos queridos.
Y de esos quereres, el que nunca nos defrauda, es el amor de una Madre, que es al mismo tiempo Madre nuestra y de cada uno de los chilenos.
Por eso la oración compuesta por Monseñor Ramón Ángel Jara en honra a la Virgen del Carmen, y que en este mes se repite de norte a sur del País, reza: “Llenos de la más tierna confianza como hijos que acuden al corazón de su Madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado.
“(…) Vos sois la Madre de la Divina Gracia, conservad puras nuestras almas; sois la Torre poderosa de David, defended el honor y la libertad de nuestra Nación; sois el refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio; sois el consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y desvalidos.
“Desde el trono de vuestra gloria atended a nuestras súplicas, ¡oh Madre del Carmelo! Abrid vuestro manto y cubrid con él a esta República de Chile, de cuya bandera Vos sois la estrella luminosa. Os pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia para los niños; y para la juventud, una cristiana educación.
“Sed el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros. Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protectora especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.
“¡Oídnos pues, Reina y Madre Clementísima! Y haced que, viviendo unidos en la vida por la confesión de una misma fe y la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de esta patria terrenal a la patria inmortal del Cielo, en que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Amén”.