martes, 23 de julio de 2013

EN LA SEMANA DEL ALZAMIENTO ESPAÑOL DE 1936

 
LA EVOLUCIÓN POLÍTICA
DE JOSÉ CALVO SOTELO
I. ENCUADRE DEL ACONTECIMIENTO
Nos hemos congregado esta noche aquí, en el Instituto de Filosofía Práctica, para rendir nuestro homenaje a todos los que de un modo u otro participaron y apoyaron el Alzamiento del 18 de Julio de 1936. Muchos de ellos fueron asesinados o murieron en combate durante los años de la guerra civil.
Hace un rato hemos rezado por todos los caídos; pero nuestro homenaje se reduce a quienes, como afirma Monseñor Eijo, Obispo de Madrid, ejercieron “el derecho y el deber de rebelarse contra una autoridad prostituida y usurpadora, antinacional y anticristiana, tiránica y delincuente”.
Palabras claras que quisiéramos escuchar alguna vez en boca de nuestros pastores, declaraciones, —como diría el arquitecto Patricio Randle— que no necesitan aclaraciones.
El acontecimiento que hoy conmemoramos, es tan importante, que Manuel García Morente lo señala como uno de los cuatro momentos universales de la historia de España (cfr. España como estilo, en su “Idea de la hispanidad”, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1938, pág. 10)
Recordaremos ahora brevemente los tres primeros, con algún agregado:

La resistencia de los celtas y los íberos a los romanos

Hispania resistió durante dos siglos antes de ser conquistada.  Roma “tuvo que enviar sus mejores legiones y sus más esclarecidos generales”, porque los primitivos habitantes de la península combatieron en serio, no como afirma el mamarracho de Evo Morales: “Nosotros, los bolivianos combatimos contra todos los imperialismos: contra el norteamericano, contra el español y contra el Imperio Romano”.
Sólo en su mente calenturienta se puede imaginar un combate entre los cholos del Antiplano y las legiones de los Césares.

La Reconquista

El segundo momento universal es “cuando el mundo árabe, desencadenado en uno de los vendavales más extraordinarios que registra la historia, invade por Occidente Europa, inunda España y amenaza con aniquilar la Cristiandad”.
El comienzo de la Reconquista lo encontramos en las montañas de Asturias y se encarna su jefatura en el rey Pelayo.  Junto a él, un puñado de españoles “oponen a la ola musulmana una resistencia verdaderamente milagrosa”.
Desde entonces, España “durante ocho siglos lleva a cabo, a la vez, dos empresas ingentes: la de oponer su cuerpo y su sangre al empujón de los árabes y la de hacerse a sí misma” (cfr. García Morente, ob. cit., pág. 12.)

El descubrimiento de América

El tercer momento universal es el descubrimiento de América, que fue un verdadero descubrimiento y no un encuentro entre dos mundos.  Curioso encuentro entre unos héroes que atravesaron el océano y otros que aquí los recibieron bien, regular o mal.
El escritor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín sostiene que las Carabelas castellanas no buscaban América, sino el Oriente a través del Occidente. Es América la que aparece como diciendo: Aquí estoy. Entendemos que tiene razón.  Pero… ¿Quién fue capaz de provocar al abismo? ¡Solamente España!
Y ahora vamos al cuarto momento universal, el que hoy nos convoca: “España ha asumido estoicamente el papel de víctima ejemplar en el laboratorio de la historia y ha dado con su propia carne y con su propia sangre una inolvidable lección al mundo” (cfr. García Morente, ob. cit., págs. 18/ 19).

II. UN ASESINADO ILUSTRE

Como este es un Instituto de Filosofía nuestro aporte debe transitar por el camino de las ideas, de las doctrinas, aquí ideas políticas, doctrinas políticas, de un asesinado ilustre, José Calvo Sotelo, cuyo ajusticiamiento nocturno fue una razón para evitar que la alborada revolucionaria no se atrasara una vez más; fue la ocasión, la chispa, el detonante, para que comenzara pocos días después el Alzamiento.
Y ¿por qué esta reflexión en torno al pensamiento político de José Calvo Sotelo?  Porque en la Argentina estimamos que se trata de una novedad.  Es una novedad que no la conocen ni siquiera los hombres cultos que piensan que fue un hombre honesto, de derechas, conservador, católico, algo liberal y democrático.
Un poco de eso había en sus comienzos políticos, no sólo como discípulo de Antonio Maura e integrante de las juventudes mauristas, sino también como alto funcionario de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera […]
Pero incluso, en aquella época, su visión era la de un hombre sensato, inteligente y bueno, para quien cuenta la realidad. Así cuando tiene que modificar la ley anterior que definía al municipio como una “asociación legal”, lo hace con buen sentido, reconociendo el carácter natural de la primera unidad política, a la cual define así: “es Municipio la asociación natural, reconocida por la ley, de personas y bienes, determinada por necesarias relaciones de vecindad, dentro del término a que alcanza la jurisdicción de un Ayuntamiento” […]
Calvo Sotelo no era sólo un pensador político, sino ante todo, un realizador, un hombre prudente capaz de encontrar los caminos rectos, posibles, para concretar el pensamiento político.
Era un hombre de gran formación intelectual que tenía inquietudes por hacer crecer las dosis de justicia existentes y disminuir las injusticias concretas, lo cual se prueba con el título de su tesis: “La doctrina del abuso del derecho como limitación del derecho subjetivo”, que obtuvo el premio extraordinario de doctorado en la Universidad de Madrid.  En ella escribe “que el abuso del derecho es una de las infinitas reacciones que, a fines del siglo XIX, se operan contra el influjo pulverizador del liberalismo individualista” (cfr. José Calvo Sotelo, “Mis servicios al Estado”, pág. 199).
Es interesante destacar que cuando en 1926, como funcionario de la dictadura, quiso poner orden en el ámbito tributario y establecer una mayor justicia fiscal, levantó protestas iracundas que llegaron hasta acusarlo de comunista. Y relata “que ninguna de las lógicas reacciones defensivas de las clases sociales heridas en sus intereses fue tan aguda, nerviosa y virulenta como la de… los grandes terratenientes”.
Tantas fueron las críticas que presentó su renuncia; pero Primo de Rivera no quiso ni siquiera considerarla, persuadido que esos decretos “no tenían la menor sustancia bolchevique, contra lo que decían ciertas encopetadas señoronas, y de que aquél camino habían de recorrerlo otros más alborotadamente que nosotros si lo dejáramos virgen”.

III. EL EXILIO

Después de la caída de la dictadura y de la Monarquía, Calvo Sotelo se ve obligado a partir hacia el exilio, primero en Portugal y en el año 1932 en Francia, para no ir preso.
Estando en Portugal admira la obra llevada a cabo por Oliveira Salazar, pero su transformación doctrinaria se produce al llegar a Francia. Allí tuvo contactos con grandes figuras: Charles Maurras, Bainville, Benoist, Gaxote, Daudet, Bertrand. Y en un artículo, así describe la figura del jefe de la Acción Francesa: “magro, ceño a lo Greco, dicción reposada, verbo profundo, sembrador sereno, que sabe recogerán el grano venideras generaciones en una hora de luz y tradición”.
Y como comenta Eugenio Vegas: “el encendido elogio de Maurras y de sus doctrinas son todo un símbolo de la transformación que experimenta Calvo. Si algo significa Maurras es el anti-Rousseau, el debelador implacable de la democracia y del liberalismo”.
Y en esto también tiene mucho que ver “Acción Española”, una revista cuyo primer número aparece el 16 de diciembre de 1931, que tiene como entusiasta propulsor a Eugenio Vegas Latapié y en cuya empresa participan Maeztu, Pradera, José María Pemán, Calvo Sotelo, Rodezno, el marqués de Quintanar. Respecto al primero, escribió entonces el académico francés René Benjamin: es “el doctrinario irreductible, el hombre que ha sacrificado toda su juventud en la más estrecha austeridad, para preparar el pensamiento de la revolución nacional”.

IV. EL NUEVO CALVO SOTELO A TRAVÉS DE SU PALABRA, ORAL Y ESCRITA

En un artículo publicado en 1935, el renovado hombre político critica al voto, que antes había defendido, pues “la salud no está en la representación proporcional ni en la mayoritaria. Está en sustituir el sufragio inorgánico por el sufragio orgánico”.
En un discurso pronunciado en noviembre del mismo año, se presenta como un hombre de la tradición: “Nosotros, antes que nada, somos españoles y tradicionales.  Afirmamos la jerarquía y la autoridad. Frente a ese inmoral secesionismo de una historia mal entendida, afirmamos la unidad de la Patria.  Frente a la bárbara dispersión que significan los principios democráticos, mando único… La tradición no es un pasado estérilmente momificado, sino un genio profundo que vivifica… es como la savia de los árboles”.
Y critica con dureza a la partidocracia, que pretende monopolizar la representación política.  Los partidos, para Azaña “son piedra angular de la República, Gil Robles los estima insustituibles, aunque no lo entusiasmen.  Yo los considero gangrena y guillotina, y creo que empequeñecen el horizonte político e interponen entre el pueblo y mandatarios intereses secundarios”.
En otro artículo publicado el mismo año reafirma una tesis tradicional: “el máximo derecho del pueblo no es a gobernar sino a ser bien gobernado… el pueblo es un torrente.  Necesita cauces… su máximo enemigo está en él mismo.  En sus pasiones y en su credulidad”.
Busca otro tipo de Parlamento, “que delibere menos, legisle menos y estorbe menos… un Parlamento garantizado contra los avatares de la oligarquía y las veleidades de la masa o sea representativo de intereses sociales y no de pasiones bastardas”.
En un discurso pronunciado en 1935 señala las condiciones esenciales de un buen gobierno. En primer lugar, la competencia o sea “gobierno de los mejores, lo cual no puede darlo el sufragio universal inorgánico, con el que siempre se impone el más osado y enredador, el que más habla y más promete, aunque después sea el que menos dé de sí”.
Y agrega palabras de sabor platónico: “la democracia es la improvisación…  Y todos sirven para todo, con lo cual queda logrado que los que sirven para algo no pueden utilizarse para nada”.
En segundo lugar, la eficacia que es incompatible con el parlamentarismo y sus cotorreos, donde mucho se discute y poco se resuelve: “los problemas vitales quedan en pie”.
En tercer lugar, la continuidad, imprescindible en toda obra humana.  ¿Qué pasaría en una empresa si a cada rato cambia sus gerentes? Y en último lugar, la autoridad, que debe ser de orden moral y que no se consigue aumentando los agentes del orden público. Critica al gobierno de entonces por haber multiplicado el número de presidiarios y sumir a España en la barbarie y el retraso moral.

V. LAS INSTITUCIONES ARMADAS

Es muy interesante su pensamiento acerca de la institución militar a la cual considera “consustancial con el concepto de Patria” y denuncia la política que apuntaba a la destrucción de las fuerzas armadas: “quererlas degradar a una inmovilidad de momia, quererlas entumecidas, yertas y sordomudas, aunque la Patria gima y preocuparse de disciplinar esa órbita a la misma hora que todas las demás órbitas estatales se descoyuntan y desencajan bajo el impulso del yerro, la demencia, la pasión, ¡lo que sea!”
Recuerda a un comandante laureado que hacía cuatro meses era víctima de un calvario, sin proceso y gravemente enfermo; al general Sanjurjo, “convertido en un recluso anónimo y encerrado en una mazmorra impropia de la delincuencia política, que en otro tiempo era tratada con ejemplar delicadeza”. Y finalmente denuncia una inverosímil paradoja porque “resulta que los hombres que confinan sin derecho, deportan sin ley, confiscan sin razón y encarcelan sin ética; que hunden la economía, arruinan al agricultor, paralizan el comercio y asfixian al contribuyente; que reniegan de nuestra historia y pisotean la Constitución cada día… ponen en picota a centenares de jefes y oficiales seleccionados por su arrojo y valor”. Lo que sucedía es que, ya en 1933, el Ejército era una sombra y casi no había armas en los cuarteles.

VI. LA CONDENA A MUERTE

En un discurso pronunciado en La Coruña, el 2 de febrero de 1936 denuncia la gravedad del momento y apela al heroísmo:
“La política moderna, con el juego malabar propio de todos los partidismos, ha dado lugar al triunfo de lo superficial sobre lo permanente.  Lo absoluto se ha subordinado a lo relativo, lo necesario a lo urgente, lo externo a lo profundo, lo remoto a lo inmediato.  Nosotros no queremos incurrir en ese mal.  En las horas difíciles, las fórmulas han de ser profundas… Cuando un hombre está entre la vida y la muerte no necesita cataplasmas… Es lo que tiene que saber España. España vive unas horas de vacilación entre la vida y la muerte, y para estos críticos momentos… sólo valen las fórmulas profundas que son las heroicas”.
En medio de la anarquía, de la subversión, del humo de los incendios de iglesias y conventos, de atentados y asesinatos, Calvo Sotelo es condenado a muerte en el mismo Parlamento, por el Presidente del Consejos de Ministros, Casares Quiroga. Su respuesta muestra hasta dónde llega su espíritu  de sacrificio:
“Bien, señor Casares Quiroga.  Me doy por notificado de la amenaza de su señoría.  Me ha convertido su señoría en sujeto, y, por lo tanto, no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos.  Bien, señor Casares Quiroga. Lo repito: mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria y para gloria de España, las acepto también.  ¡Pues no faltaba más!  Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un Rey castellano: «Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis».  Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio”.
A la madrugada del 13 de junio todo el país despierta sobrecogido de espanto: ¡Han matado a Calvo Sotelo! Y lo han matado ¡sicarios del gobierno! Un tiro en la nuca… (en realidad fueron dos), pero… ¡Allí esta España!

VII. EL ENTIERRO

Una multitud doliente acude al entierro.  Y su amigo de la juventud, Antonio Goicochea exclama al lado de su tumba:
“No te ofrecemos que rogaremos a Dios por ti; te pedimos que ruegues tú por nosotros.  Ante esa bandera colocada como una reliquia sobre tu pecho, ante Dios que nos oye y nos ve, empeñamos solemne juramento de consagrar nuestra vida a esta triple labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte, salvar a España, que todo es uno y lo mismo, porque salvar a España será vengar tu muerte, e imitar tu ejemplo será el camino más seguro para salvar a España”.
José Calvo Sotelo murió asesinado por la espalda.  Ni siquiera pudo mirar de frente a sus verdugos, a quienes con seguridad hubiera dirigido frases análogas a las de su amigo Ramiro de Maeztu: “Os perdono, porque vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé porque muero: para que vuestros hijos sean mejores que vosotros”.

Bernardino Montejano